Quizás es conveniente explicar previamente que sólo queremos mostrar a grandes rasgos el
reflejo de la imagen de la obra del poeta que llega ahora a nosotros los que entramos en
el conocimiento de su poesía cuando "el pájaro de lujo ya había mudado de
estrella", para aplicarle a él las palabras con que lamentara la muerte de
Apollinaire.Una nueva vacilación debe vencer aquel que tenga algún
escrúpulo y conciencia de sus limitaciones cuando habla, aunque sea sumariamente de la
obra de un poeta. ¿No será -nos decimos- agregar un equívoco más a esa suma de
equívocos, que según Rilke hacen la gloria? Sobre todo cuando el propio Huidobro
advirtió a sus futuros glosadores que cualquier comentario a su obra era nada más que
agregar una piedra o una flor a un planeta.
Pero en todo caso, nos justificaremos al explicar que nuestra
disertación no obedece en modo alguno a un afán de crítica literaria, sino al de dar un
testimonio de reconocimiento y amor hacia una poesía que cuando teníamos trece años, en
un pueblo del sur, aunque no alcanzábamos a comprender, se nos aparecía sin embargo como
un mundo tan fascinante como el que nos mostraba julio Verne en otro plano y dotada del
mismo aire de maravilla y sobrerrealidad.
Por otra parte, ¿qué poeta o escritor no tiene una deuda con Vicente
Huidobro, aun sin conocerlo? El adolescente que empieza a escribir casi instintivamente en
verso libre, no sabe que lo hace afirmado en un ejemplo que inició Huidobro, el que por
primera vez en Chile escribía en 1914, que "todos los metros oficiales me dan la
idea de cosas falsas, literaria, retórica pura", desafiando la ira de los críticos
y la mayoría de los poetas de la época. Recordemos que en Chile hace cuarenta o
cincuenta años se respetaba a poetas como Campoamor, Zorrilla, Núñez de Arce. Pues
bien, Vicente Huidobro decía que a la estrofa de Núñez de Arce:
¡Cuántas veces sentado en
tu ribera
Oh mar como si oyera
La abrumadora voz del infinito
Ha despertado en la conciencia mía
Honda melancolía
Tu atronador, tu interminable grito!
prefería la del loco, mil veces más poética a su juicio:
Jesucristo del valle
Polainas verdes
¿Por qué no bajan patos
a tu laguna?
La revolución estética del siglo XX llegó a Chile principalmente a través de
Huidobro y eso compromete también la gratitud de las nuevas generaciones, aun cuando tal
vez sea aventurado hablar de gratitud en un medio literario como el nuestro, en donde,
como en ciertas perdidas islas de la Polinesia, se sigue practicando de que los hijos
devoren a sus padres
Es un fenómeno por demás conocido que un poeta no vive por desgracia en su obra
solamente en la historia literaria, sino también de los mitos que nacen acerca de él y
de su obra y que la oscurecen. Consideramos que aunque guiados por buena voluntad en la
mayoría de las ocasiones, los críticos que han tratado la obra de Huidobro, la han
distorsionado y tratado de someter a su criterio. Y, por desgracia, muchas veces la obra
del poeta es de difícil acceso y sólo se le halla a través de sus divulgadores en
estudios o antologías.
Para resumir, es frecuente hallarse con un Huidobro que es presentado
como un prototipo del poeta frío, cerebral, deshumanizado. Luego, se pasa a mirarlo como
un poeta europeizante, afrancesado más bien ("poeta francés nacido en Chile",
dice Alberto Rojas Giménez), y estamos a un paso de que se le llame antipatriota.
Las leyendas son más confusas cuando se trata la personalidad del
poeta. "Millonario metido a poeta", lo llama Fray Apenta, bilioso crítico de la
época en 1918, cuando en España se le saludaba como renovador de la poesía, continuador
de Góngora y Rubén Darío.
Nuestro máximo crítico oficial, Alone, habla extrañado en su
"Historia Personal de la Literatura Chilena" de que lo consideren un poeta
contemporáneo fundamental poetas como Gerardo Diego u Octavio Paz. Mientras el poeta
vivió no recibió, por supuesto, el Premio Nacional de Literatura, y ni siquiera
un Premio Municipal. Quizás los malentendidos sobre Huidobro se deban a la
impermeabilidad del medio a sus destellos. Su actitud egolátrica, humorística y
paradojal frente al mundo, debía provocar un repudio natural en un medio larvario como el
nuestro, en donde suelen molestar las personalidades fuertes y se prefiere exaltar a los
mediocres, con la práctica de hinchar moscas hasta que alcancen el tamaño de elefantes,
según el decir de Gorki.
No es extraño, por esto, que Huidobro, como la mayoría de los poetas
chilenos, prefiriera vivir en el extranjero la mayor parte de su vida. Con razón, para su
tiempo, decía en 1925 a Alberto Rojas Giménez en una entrevista publicada por éste en
su libro "Chilenos en París": "Allá se me acusa de antipatriota, porque
aparezco en las Antologías francesas como poeta francés. ¿Tengo yo la culpa? Además,
nadie se fija, nadie se acuerda de que ante cualquier monumento hermoso, ante cualquiera
obra grande de la humanidad yo no dejo de pensar: No hemos hecho nada en Chile. No tenemos
nada: ni arquitectura, ni música, ni poesía. Y éste es el verdadero patriotismo:
dolerse de los defectos, llorar sobre los vacíos y anhelar y luchar para extinguir esos
defectos y llenar esos huecos".
Huidobro se adelantó demasiado a su época. Mientras en Chile era en
general rechazado -salvo por poetas también de avanzada, como Angel Cruchaga-, en
España, Juan Larrea decía: "Su poesía está llena de hallazgos, más bien dicho de
invenciones y ella tiene una potencia lírica sin precedentes". Sólo hacia 1935
ejerció influencias sobre un pequeño grupo de poetas y pintores que más tarde han
tenido, por caminos propios, importancia en literatura chilena.
Cuando hablamos del problema de la falta de americanidad que se le ha
reprochado a nuestro poeta, queremos establecer, en forma por demás sumaria, como
corresponde a estos apuntes, que es un reproche injustificado. Por supuesto no creemos que
la poesía deba ser una transcripción anecdótico y descriptiva de las costumbres,
geografía de América. Nada más lejos a veces que el realismo de la verdadera realidad.
Pero hay en la obra de Huidobro, como señala el crítico Jorge Elliott, una libertad, un
pleno aire tan vivo que se puede atribuir a su condición de hombre americano. Con razón
sus admiradores españoles lo compararon con el otro renovador de la poesía, que fuera
Rubén Darío. Huidobro mismo tenía en alta estima al "Darío de las Américas
celestes" y decía: "Los falsos modernos te denigran. Cuando todos ellos hayan
desaparecido, aún tu nombre seguirá escrito entre dos estrellas".
Característica muy americana de Huidobro es el agigantamiento cósmico
del yo, de raíz emersoniana, sin duda (que lo hace emparentarse a Whitman), por una
parte, y también al grande Isidore Ducasse, conde de Lautréamont, el que declaraba que
"El siglo XIX tiene al fin su poeta. Ha nacido en Montevideo y se llama el Conde de
Lautréamont". El cantor del mar que es Huidobro: "Paz sobre la constelación
cantante de las aguas/ Entrechocadas como los hombros de la multitud / Paz en el mar a las
olas de buena voluntad / Paz sobre las lápidas de los náufragos / Paz sobre los tambores
del orgullo y las pupilas tenebrosas / Y si yo soy el traductor de las olas / Paz también
sobre mí", se enlaza con el inmortal montevideano que exalta al "Viejo
Mar" cuyo secreto jamás conocerán los psicólogos". El lenguaje de
"pequeño dios" de Huidobro, dirigido a grandes espacios desiertos, desolados,
difícilmente encontraría paralelo en el espíritu de un poeta europeo habitante de tan
ámbito ordenado y cargado hasta en cada piedra del paisaje de una significación
histórica. Difícilmente se escucharía en el espacio europeo una voz diciendo:
Yo hablo en nombre de
un astro por nadie conocido
hablo en una lengua mojada en mares no nacidos
con una voz llena de eclipses y distancias
solemne como un combate de estrellas o galeras lejanas
una voz que se desfonda en la noche de las rosas.
De la raíz americana de Huidobro debe nacer también su
característica repulsión hacia la poesía española, a la cual veía "enferma de
retórica" y en la que no reconocía ningún poeta desde Góngora. En la poesía
española la palabra es primordial. En la de Huidobro, la imagen oculta la palabra, y la
palabra no tiene ningún brillo por sí misma. La comprensión de la imagen tiene por
condición el sacrificio de la palabra, este concepto de Wang-Bi, poeta chino del siglo
III, puede muy bien aplicarse no sólo a Huidobro sino a la mayor parte de la
poesía chilena. Por esto, la poesía de Huidobro casi no tiene antecedente en la lengua
castellana, y la poesía chilena en general está desvinculada de la del país que nos
entregó su idioma, creándose así una tradición particular. Si Vicente Huidobro
encontró resonancia y discípulos en España, la poesía de ellos permaneció ajena al
verdadero espíritu del maestro, y, por lo demás, parece ser que Huidobro los consideraba
con desconfianza. No es circunstancial el que alguna vez escribiera (en "Vientos
contrarios") : "Es bien triste leer a Ortega y Gasset desvariando sobre el arte
nuevo. Qué manera de aglomerar estupideces e incomprensiones".
Vicente Huidobro es un poeta inteligente, hecho que aunque parezca
irreverente decirlo, es bien extraño en Chile, pues en nuestro país los poetas son más
bien seres "vegetales", para utilizar un término de Pablo Neruda, que declara:
"Yo he comenzarlo a escribir por un impulso vegetal y mi primer contacto con lo
grandioso de la existencia han sido mis sueños con el musgo, mis largos desvelos sobre el
humus". De ahí se explica que en su "Defensa de Huidobro", publicada en
"Claridad" en 1924, explique claramente su disentimiento con Huidobro,
separando, a la vez, teoría poética con el mismo poema. Veamos: "Creación,
creacionismo, estética nueva, todo eso es fórmula, garabato, ropa usada. Lo único es el
poeta y su camino de él: su poema. Huidobro, qué fresca sensación infantil de juego
atrevido, mezcla del extático haykay con el trepidante traqueteo del Occidente". Del
hecho de que los poetas sean vegetales deriva el de que una vez terminado su crecimiento,
detenido el ímpetu casi físico de la juventud, su poesía se transforme en una monótona
repetición de sí mismos, y que no tengan mayor afán de explicitar sus teorías
poéticas, ya que no tienen lucidez sobre la misma gestación de su creación.
En Vicente Huidobro, en cambio, encontramos desde muy temprano el afán
de explicar su poesía y su carrera poética, dar normas y postulados. Curiosamente, esta
posición suya creemos ha dado origen a malentendidos que oscurecen su obra. Los
críticos en su mayoría, al tratarlo, han tomado la poesía de Huidobro como ceñida
estrictamente a su teoría estética, olvidando que en un verdadero poeta las teorías
nacen después del poema, y que el poema es un hecho casi siempre independiente de la
voluntad del poeta. Se olvidan los críticos que al fin de cuentas el fondo del
pensamiento poético de Huidobro era mítico, y más que poeta se consideraba un antipoeta
y más que antipoeta" mago. De ahí que afirmara: "Es preciso creer en el arte
como un acto mágico, el más puro totem. Es el gran misterio. Es el secreto
inexplicable", en el último punto de su decálogo poético que aparece en la
extraordinaria antología de Volodia Teitelboim y Eduardo Anguita.
Para nosotros la teoría poética de Huidobro no es más importante que
su obra, pero debemos reconocer su extraordinario interés. Proviene del pensamiento
poético iniciado por Baudelaire y Mallamé, y antes de ellos, Edgard Allan Poe: el poema
como una pura creación del espíritu, no hecho imitando la naturaleza, sino los
procedimientos de la naturaleza. El poema descansa en la imagen, que es más efectiva
mientras nazca del encuentro de dos realidades más o menos alejadas. Dice Huidobro:
"Inventar es hacer que las cosas paralelas en el espacio se encuentren en el tiempo o
viceversa, presentando así en su conjunto un hecho nuevo. El azufre, el salitre y
el carbón existían paralelamente desde el comienzo de mundo; faltaba un hombre superior,
un inventor que, haciéndolos juntarse, creara la pólvora, la pólvora que puede
hacer estallar nuestro cerebro como una bella imagen". Continúa: "Cuando yo
digo -un pájaro anidado en el arco iris, os presento un hecho nuevo, una cosa que
nunca habéis visto, que no veréis jamás, y que, sin embargo, os gustaría ver". En
esto coincide con Reverdy, el que escribía en 1915: "La tierra ha dejado de girar /
Alguien suspende al cielo algunas estrellas / "Una cabeza se inclina con los cabellos
barriendo la noche"/.
Y ambos con Rimbaud, el que en sus "Iluminaciones,", de 1871,
dice: "La catedral desciende y el lago sube". Lo importante para nosotros es que
el poeta chileno llegara por sí mismo, entre 1914 y 1916, a las mismas formulaciones que
crearían el estremecimiento nuevo de la poesía renovadora.
Los poemas de Vicente Huidobro no son nunca sólo un montón de
imágenes trizadas, como podría haber resultado si hubiese seguido al pie de la letra sus
postulados. No son juegos de la imagen por la imagen, y él mismo se burló de quienes
pretendieran hacer poesía con este solo sentido, en su famoso fragmento de
"Altazor" que comienza: "Basta señora arpa de las bellas imágenes".
Para nosotros la poesía de. Huidobro está plena de calor y efusión humana y en eso
podemos disentir del más agudo de sus exégetas, Eduardo Anguita, el que define como
"antiafectiva" la poesía de Huidobro y mucho más con Alone, el cual afirma:
"Emoción, lo que se llama efusión humana, no la hay en Huidobro, ni tampoco la
quiso".
Veamos si corresponde esta visión del poeta a un poema de la época de
la plena euforia creacionista, "Horizonte", publicado en "Poemas
Articos", de 1918:
Pero donde el humor de Huidobro se
desata principalmente y a veces en forma rabelesiana, es en sus, libros en prosa, sobre
todo en el gran guignol "En la luna", en el aforístico "Vientos
Contrarios" y las desenfados "Tres inmensas novelas" escritas en
colaboración con Hans Arp. Destacamos de esta última la novela "patriótica y
alsaciana" La cigüeña encadenada, tras la cual, pese a un aparente absurdo,
se oculta una demoledora crítica a los totalitarismos que uniforman hasta el lenguaje
(recordemos que fue escrita, premonitoriamente, en 1931). Mientras el país que ha vencido
en una guerra se prepara para una nueva guerra, muere el héroe nacional, Mariscal Duval.
Veamos qué ocurre entonces:
"En honor del Mariscal y
para perpetuar su memoria entre los hombres, todas las avenidas, las plazas y las calles
fueron bautizadas con su nombre. En medio del entusiasmo general todos los ríos, las
montañas, los árboles, las plazas y las calles, los animales, los insectos fueron
bautizados Duval. Todas las familias se llamaron Duval. Dios fue honrado por sus
creyentes con el nombre de Duval. Los mejores platos en los restaurantes y los mejores
vinos se llamaron Duval. Así la lengua fue extremadamente hermosa y simple ...
El marido al volver a su casa, contaba a su mujer los acontecimientos
del día:
-Duval, duvalduvalduval, duval, duvalduval, duval, duval.
Lo que quería decir en un lenguaje vulgar: Esta tarde perdí un guante
en las Galerías Lafayette.
Su mujer le respondía:
¿Duvalduval, duvaldu, duval, duduval? Duval, duvalduvalduval, duval,
duval.
Lo que se puede traducir en lengua inculta: ¿No sería en otra parte?
Te diré que la cocinera quemó el asado. Eso te pasa por llegar tarde.
A lo cual el marido contestaba, colérico:
-Duval.
Queriendo decir en el viejo idioma: Mierda".
El sentido del humor y el sentido de la premonición son manifiestos
notablemente en una entrevista a Huidobro publicada en la revista "Hoy", en
1941. Difícilmente encontraríamos una visión tan aguda de la política y de los
políticos chilenos como la dada por Huidobro. "El político -dice- es un animal que
se sitúa en la escala zoológica llamada superior, es un mamífero (a veces demasiado
mamífero) que pertenece a la familia de los antropoides. Es un animal multiforme, pero de
rostro impreciso, muy ágil, piruetero, equilibrista.
"Es antropófago, muy carnívoro y, a veces, en los malos tiempos,
herbívoro y hasta papelívoro. Especialmente gusta del papel de diarios. Casi siempre
estos mamíferos viven al acecho, entre los matorrales más espesos..." Palabras de
1941, pero que no pierden su actualidad, como tampoco la advertencia del poeta a los
jóvenes para que sean "los despertadores nacionales" y no se dejen seducir por
los hipopótamos y se hipopotamicen al adquirir algún puesto. (¿Acaso esta visión de un
país en donde todos terminan por transformarse en hipopótamos no nos hace recordar
"El Rinoceronte", de Ionesco?) .
Hacia el fin de sus días, quizás por la sombra proyectada por este
próximo fin, desaparece gradualmente de la obra del poeta la diáfana alegría y la
embriaguez cósmica que culminan en "Altazor". Quizás también por la
influencia de una época iniciada bajo el signo del hongo atómico de Hiroshima estallado
gracias a la ciencia sin conciencia. ¿Será por esto que dice en uno de sus últimos
poemas, llamado La Edad Negra?:
Penan los astros como
sombras de lobos muertos
¿En dónde está esa región tan prometida y tan buscada?
Penan las selvas como venganzas no cumplidas
Con sus vientos amontonados por el suelo
Y el crujir de sus muebles.
Mientras el tiempo forja sus quimeras
Debo llorar al hombre y al amigo
La tempestad lo arroja a otra comarca
Más lejos de lo que él pensaba.
Así dirá la historia
Se debatían entre el furor y la esperanza
Corrían a encender montañas.