Directora del Archivo Central Andrés Bello

Alejandra Araya: "Aquí están las entrañas de la Universidad de Chile"

Alejandra Araya: "Aquí están las entrañas de la Universidad de Chile"
Alejandra Araya es desde 2010 la Directora del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile.
Alejandra Araya es desde 2010 la Directora del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile.
A un costado de la Casa Central se encuentra alojado el Archivo Central, antecedente directo de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile.
A un costado de la Casa Central se encuentra alojado el Archivo Central, antecedente directo de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile.
El Archivo Central Andrés Bello es hoy un referente patrimonial a nivel nacional.
El Archivo Central Andrés Bello es hoy un referente patrimonial a nivel nacional.

Quince profesionales trabajan en el Archivo Central Andrés Bello. A un costado de la Casa Central, el Archivo habita el mismo edificio que entre las décadas de 1960 y 1990 albergó a la Biblioteca Central de la Universidad de Chile, creada en 1936 y protegida hasta su último día por Alamiro de Ávila Martel, “un personaje propio de otra era”, cuenta Alejandra Araya, quien trabaja todos los días frente a la única fotografía de quien fuera el guardián del lugar entre 1961 y 1990, año de su muerte.

¿Qué características tenía este personaje?

-Él se definía como un bibliófilo, de hecho crea la Sociedad de Bibliófilos de Chile. Era un coleccionista de libros raros y curiosos. Un tipo de personaje ya en extinción, muy erudito, bibliófilo y abogado.

¿Y él protegió este lugar?

-Sí, lo protegió justamente por su amor a los libros y a la cultura letrada. Yo creo que por eso también protegió la donación de la colección Pablo Neruda, que se produjo en 1954 pero cuyo traspaso efectivo a la Universidad se produjo siendo Director de la Biblioteca Central Alamiro de Ávila, quien, estando en las antípodas de Neruda políticamente, respetó la colección como un hombre letrado, como el intelectual que era.

El desembarco

El 2007 y tras una revisión a los Servicios Centrales de la Universidad -a los que el Archivo pertenecía-, se decidió modernizar la gestión y reestructurar el Archivo Central que había sido creado en 1994. La misión fue encomendada a la Profesora Sonia Montecino antropóloga y primera mujer Directora del Archivo, quien entonces invitó a participar de esta iniciativa a Alejandra Araya.

¿Cómo fue esa llegada de ustedes al Archivo?

-Cuando llegamos este lugar funcionaba como compartimentos estancos. Cada piso era un mundo, con sus llaves. La primera batalla que tuvimos que dar fue por el control de esas llaves.

¿Y qué pasaba con el Archivo antes que ustedes llegaran?

-Este era un mundo cerrado. Estaba esta herencia de Alamiro de Ávila  Martel, una conjunción entre su celo por la protección de las colecciones y su celo personal, que es algo bien común en estos espacios, en las bibliotecas, en los archivos, donde encontramos guardianes de los tesoros que se hacen finalmente sus dueños, y es contagioso…. Nosotras tuvimos bastantes problemas con todo ese sistema que se había creado.

¿Conocías el Archivo antes de eso?

-Yo había venido una vez acá como estudiante y no me dejaron entrar, era la época de transición (1992-1993). La respuesta que daban era que era material especial, entonces tú tenías que tener una autorización como estudiante. Hay cosas que por principio son criteriosas, pero su aplicación en la práctica puede ser no serlo.

Y cuando llegas con Sonia ¿Qué fue lo primero que viste?

-La Colección Americana, que tiene materiales que provienen de la Biblioteca del Instituto Nacional, del Instituto Pedagógico y de la antigua Biblioteca Central.

¿Qué recuerdas de ese primer acercamiento a la Colección Americana?

-Primero la fascinación, porque efectivamente son libros que tú crees que no vas a encontrar en Chile. Además yo definí que fuera Americana porque la mayoría de los temas son de historia americana, tanto colonial, legislación clásica, viajero, cronistas, una suerte de canon de información sobre la historia de América desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Desde lo que yo hago, que me dedico a conocer bibliotecas y archivos, la sensación que tuve al encontrarme con todo esto es que teníamos un gran tesoro a nivel nacional. Esta afirmación no es novedosa, pero es que nadie sabía de forma más masiva que la Universidad contaba con estas colecciones tan valiosas.

¿Cómo fue el trabajo de entrar acá y cambiar el orden que existía?

-Fue súper difícil porque la resistencia de los funcionarios fue grande. No entendíamos muy bien las lógicas, obviamente siempre hay resistencia a las cosas nuevas, pero también pasaba que era la primera Directora mujer que tenía el Archivo, un cambio radical de estilo. Estos eran como departamentos privados, cada uno con su llave, custodiando colecciones importantes. Estaba el 10 por ciento del material ingresado al Catálogo, pero un 10 por ciento de cuánto; eso fue lo más complicado porque no podíamos tener acceso a los espacios, ni a la información, ni a lo que había. Nuestra máxima aquí fue la profesionalización del Archivo, desde el punto de vista disciplinar y desde el punto de vista de los perfiles de los  profesionales, y obviamente eso provocó la mayor resistencia.

¿De qué manera lograron dar un giro a la administración?

-Con dificultad pero con apoyo del Rector Víctor Pérez.  Aquí hubo que lidiar con la apertura de mente de los funcionarios, con el cierre de un mundo y a la apertura a otro. Ellos hicieron su trabajo, pero con códigos que no se correspondían con los criterios profesionales de la bibliotecología, la archivística, la documentación indispensables para hacer accesibles las colecciones.

¿Cuál es el hito que marca esta nueva era?

-Yo creo que en 2009, cuando logramos declarar Monumento Histórico Nacional tres colecciones de este espacio: la Colección Neruda -cuyo origen es la donación de su biblioteca personal en 1954-, la Colección Americana -que reúne los vestigios de las primeras bibliotecas de la educación pública chilena- y la Colección  Manuscritos, que reúne los papeles de Andrés Bello, los hermanos Amunátegui y otros grandes intelectuales del siglo XIX.

¿Y por qué sería ese el hito?

-Porque es resultado de un nuevo modo de hacer, de poner en valor el patrimonio universitario, desde criterios profesionales  y  la instalación del espacio en su valía nacional. Con la declaratoria logramos también el reconocimiento del Estado al valor patrimonial de la Universidad de Chile y la posibilidad de acceder a recursos públicos para su protección. Esto marca también una propuesta de metodología de puesta en valor del lugar, institucionalmente. Esa es la inflexión.

A partir de ese hito, a nivel de otros espacios patrimoniales del país ¿El Archivo dónde se ubica?

-Esta es la segunda biblioteca patrimonial más importante del país después de la Biblioteca Nacional. Ahora, después de lo que hemos avanzado, yo creo que es la más importante, por las piezas puntuales que tenemos, objetos que solo están aquí. Por ejemplo, la Colección Neruda tiene ejemplares únicos de valía mundial, como  el ejemplar de “Un saison en enfer” de Rimbaud en América Latina, o los 75 mil negativos fotográficos el registro  fotográfico más grande con que cuenta el país, reunido en un solo lugar y al alero de una institución, para documentar nuestra historia entre los años 1920 y 1960.

Nueva etapa

Como parte de la transformación de gestión del espacio, en el año 2010, el Archivo Central Andrés Bello pasa a ser parte de la Vicerrectoría de Extensión. Entonces Alejandra Araya asume como nueva Directora.  

¿Hacía dónde has dirigido tu trabajo desde que te hiciste cargo del Archivo?

-Parte de mi tarea ha sido repensarlo,  instalando su  triple identidad de Archivo, biblioteca, y museo. Esto también ha sido parte de la profesionalización, decir, ‘esto se piensa de otra manera y por lo tanto se hace de otra manera'.

De los desafíos que has tomado ¿Cuáles calificarías como los más importantes?

-Lo más importante ha sido la instalación del Archivo como un espacio de convergencia y de encuentro sobre los temas de patrimonio de manera más institucional y como un problema cultural con diversos actores de la Universidad. Lo otro es la instalación del Archivo como un referente a nivel nacional. Yo participo en un comité de UNESCO sobre Patrimonio Documental, porque se reconoce tanto lo que existe acá como la forma de hacer. Nuestro programa de pasantías ha sido emulado en otras unidades patrimoniales de la Universidad como también en otros museos nacionales, porque es una manera de hacer que introduce la investigación, la creación y la reflexión en el abordaje del patrimonio, que está siendo reconocida como un modelo. Las postulaciones a los FONDART nos han permitido restaurar  y conservar el material, y también en las publicaciones que sacamos, que son el resultado de una metodología de trabajo. Lo que resta es la institucionalización de una política patrimonial, tenemos un reglamento elaborado con el apoyo de muchos actores de la Red Patrimonial de la Universidad de Chile, que duerme en algún escritorio y con el cual daríamos otro paso en el aporte de la Universidad a las políticas públicas que se convocan en torno a la palabra patrimonio.

¿Cuál es tú mirada respecto a las políticas que se generan respecto a patrimonio en la Universidad y en el país?.

-Sabemos que la cultura no se considera prioritaria. La batalla por instalar estos temas no solo es con el ministro, es con los propios miembros de nuestra comunidad universitaria. Te lo puedo decir con mucha propiedad porque lo he visto y me ha tocado estar en esas discusiones, en que la visión economicista de la cultura y los bienes está instaladísima. No es que uno pueda decir, ‘la Universidad de Chile tiene una mirada progresista’, no es así. Aquí se repiten los mismos planteamientos que a nivel nacional cualquier persona te podría decir, que en realidad es más importante es comer que restaurar un libro o que el patrimonio es relevante sólo cuando no afecta mis intereses privados o una visión muy conservadora de lo que se entiende por patrimonio. Es la visión economicista de la política, sacar cálculos antes que definir principios, criterios y asumir responsabilidades culturales.

¿Que podría aportar el Archivo a las políticas públicas del país?

-Yo creo que a los procesos de reflexión y  conceptualización en torno al patrimonio. Y el aporte es desde el Archivo como espacio de convergencia, de visibilización, pues es la Universidad de Chile la que realiza un gran aporte desde su experiencia con sus museos, sus archivos, sus colecciones de valía a nivel nacional. El patrimonio siempre es política porque incide en procesos de reconocimiento de grupos, espacios, personas, articulan procesos identitarios, generan conocimiento y sustentan debates polémicos, por cierto, pero absolutamente necesarios para repensarnos diariamente como sociedades complejas.

¿Cuál sería la diferencia entre lo que podría ser este archivo y otros que hay en el país, o en otras universidades?

-No hay otra universidad que pueda tener algo como lo que tenemos aquí, porque la Universidad de  Chile efectivamente es la imbricación de la historia de la República con la del país. Aquí están los inicios de cualquier disciplina, de cualquier ciencia, de cualquier actividad. Es una marca de nacimiento indeleble, y da cuenta de la generación de una cierta mística que está representada por ese discurso de instalación de Andrés Bello. En ese sentido la Universidad de Chile es patrimonio nacional, porque somos representantes de una era, de un mundo que ya no es. Esto explica que resguardemos el tipo de patrimonio con que contamos, uno que cruza todos los proyectos de nación que ha tenido Chile y que da cuenta del lugar que hemos tenido en la institucionalidad cultural  por haber sido un proyecto político nacional

Por último, ¿Qué pasó con la posibilidad de un edificio nuevo para el Archivo Central?

-Este Archivo es emblemático porque está enclavado en la Casa Central. Ustedes saben que había un proyecto de rehabilitación de la Casa Central que planteaba un edificio nuevo para el Archivo. Yo no estuve nunca a favor del nuevo edificio por razones profesionales y técnicas, pero también porque creo que simbólicamente este Archivo tiene que estar vinculado a la Casa Central porque aquí están las entrañas de la Universidad de Chile.