Y el almirante no llegó

Santigo, 17 de Noviembre de 2003.

En los países avanzados, con economías de mercado como la nuestra, el desarrollo de universidades públicas de clase mundial es una prioridad nacional, por razones culturales, sociales y económicas.

Y lo logran con un quehacer académico de excelencia, un cuerpo académico y estudiantil consolidado en su calidad, una infraestructura moderna, liderazgos eficaces, e inversiones estatales de gran envergadura y largo plazo en las instituciones y grupos con reconocido nivel internacional.

En nuestro medio, simplemente, no entendemos la necesidad de tener universidades públicas de clase mundial ni cómo éstas se desarrollan. Esto provoca desazón en la academia seria de nuestro país, siendo ilustrativa una experiencia cercana.

Al inicio de los años 90, y después de haber sorteado las tormentas que significaron los años de intervención, el barco de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile llegaba a puerto manteniéndose a flote cohesionado y preservando en él un espacio de libertad intelectual, con sus valores, cultura, respeto por la diversidad y la equidad, su autonomía y rigurosidad académica.

Como estábamos ciertos de volver al puerto en que se valoraba, estimulaba y protegía el libre cultivo y difusión del conocimiento superior, teníamos la esperanza que el nuevo almirante de la Escuadra -el Estado democrático- , reconociera la importancia valórica, intelectual y social de lo preservado, y reasumiera su responsabilidad por la educación pública de calidad.

Pero el esquema que desreguló el sector de la educación superior estaba para quedarse. Los aportes del Estado a sus universidades siguen siendo bajos, se masificó la educación superior con serios problemas en cuanto a la calidad ofrecida, aumentaron las dificultades para que los alumnos talentosos de bajos recursos accedan a una docencia de calidad, y se hizo patente el efecto de la mercantilización en el quehacer universitario.

No tuvieron lugar ni la visita ni los agradecimientos del almirante, quien no sólo mantuvo la carta de navegación para la educación superior que impuso la intervención, sino que, en los hechos, la asumió como propia. Y la esperanza dio paso a la desilusión al ver la indiferencia de quienes durante esos años nos decían lo importante que era para el futuro del país democrático el que nos mantuviéramos a flote.

De aquí que entre nosotros se generó un sentido de urgencia por reposicionar la facultad ante el nuevo escenario. El mismo cuerpo académico, cuyo estoico compromiso había permitido llevar el barco a buen puerto, enfrentó una vez más la mar gruesa, sin más faros que sus propias convicciones y su dura historia. Y se puso en práctica un conjunto de acciones académicas y económicas difíciles que lograron ese objetivo.

Un ranking reciente ubica a la Facultad como la unidad académica de mayor prestigio nacional en su campo.

No faltará quien diga que lo logrado confirma que, aunque el almirante se esfume, igual lo podemos seguir haciendo bien. Los que saben de universidades de calidad conocen que lo logrado tiene un techo y que, mientras más nos acercamos a una universidad de nivel internacional, más costoso se torna el sistema. De mantenerse, el actual esquema de financiamiento universitario terminará por desvirtuar el sentido mismo de la universidad  pública, si ésta, para hacer sustentable su calidad, se viera obligada a recurrir a la única fuente posible de recursos adicionales: aumentar los aranceles de sus alumnos.

Lo logrado por la Facultad se perderá si, influido por el mercantilismo ramplón existente, el almirante insiste en alejarse e ignorar su responsabilidad en cuanto a que para la preservación de una sociedad desarrollada, democrática, tolerante y con igualdad de oportunidades, es fundamental que los egresados más capaces de la Enseñanza Media, independientemente de su condición socio económica, tengan la oportunidad de formarse en universidades públicas de clase mundial. Y eso significa tener la convicción ideológica y el coraje político para creer e invertir en ellas.

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