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HISTORIAL
Más tarde
averigüé que fue un viernes,
cuando salí,
gritando,
de mi ataúd,
de mi madre.
Entre mi nacimiento
traicionero,
confirmado
con aceite y agua y sal,
y mi muerte
innata,
en ese largo momento
entre viernes
y otro viernes
fui vacunado,
hice la
primera comunión, fui examinado. Para la suerte
valía el
rostro barnizado de la fuerza.
Una vez
al año cambiaba la nieve.
Mi mortaja
la cambié diariamente.
Percibí
las cuatro regiones del cielo.
Mis palabras
marcharon sobre el viento.
Ninguna
fama, ningún fuego me ha devorado.
De noche mi hígado
pesa como una piedra,
y cuando
llega el viernes escucho un griterío,
como si
gritara en mi camisa blanca,
como por un momento
largo, a la hora de mi nacimiento.
Luego me
duermo malhumorado y pienso:
esto no
me importa, habrá otra
guerra, otro perro
habrá muerto, no yo.
Se dispara
a la luna, estoy soterrado
en un espacio
sin espíritu, que clama al cielo.