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Gotán
Esa mujer se parecía
a la palabra nunca,
desde la
nuca le subía un encanto particular,
una especie
de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer
se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención
atención yo gritaba atención
pero ella
invadía como el amor, como la noche,
las últimas
señales que hice para el otoño
se acostaron
tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí
estallaron ruidos secos,
caían
a pedazos la furia, la tristeza,
la señora
llovía dulcemente
sobre mis
huesos parados en la soledad.
Cuando se fue
yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo
brusco me maté
voy a pasar
toda la muerte tendido con su nombre,
él
moverá mi boca por la última vez.