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ÁRBOLES
(*)
Desde el interior,
los árboles avanzan hacia el bosque,
el bosque
que estuvo vacío todos aquellos días,
donde ningún
pájaro podía posarse,
ningún
insecto esconderse,
y ningún
sol podía enterrar su pies en la sombra;
en el bosque
vacío de esas noches,
los árboles
abundarán por la mañana.
Las raíces
se esfuerzan toda la noche
por desprenderse
de las grietas
en el suelo
de la terraza.
Las hojas
se retuercen hacia los vidrios,
pequeños
vástagos endurecidos por el esfuerzo
largas y
torcidas ramas que se desprenden con dificultad
bajo el
techo, como pacientes recién dados de alta,
medio-aturdidos,
dirigiéndose
hacia las
puertas de la clínica.
Aquí
me acomodo. Las puertas se abren hacia la terraza,
escribo
extensas cartas
donde apenas
menciono el bosque
y su partida
de la casa.
La noche
está fresca, la luna entera brilla
en un cielo
aún abierto.
El aroma
de hojas y liquen
llega como
una voz a las habitaciones.
Mi mente
está plena de susurros
que permanecerán
en silencio mañana.
Escucha.
Los vidrios se quiebran,
se tambalean
los árboles
Hacia la
noche. El viento
se apresura
a recibirlos.
Como un
espejo la luna se ha quebrado
y en la
copa del roble más alto
relampaguean
ahora sus fragmentos.
1963
De: Antología
poética, 1951-1981 / Adrienne Rich ; selección y
traducciones de Myriam Díaz-Diocaretz.
Madrid : Visor, 1986. 124 p.
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