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CONTRA
LA MUERTE
Me arranco las
visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero
ver ¡no puedo! Ver morir a los hombres cada día.
Prefiero
ser de piedra, estar oscuro,
a soportar
el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra
y siniestra con tal de prosperar con mi negocio.
No tengo otro
negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad
de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad
de estar vivo, únicamente vivo,
con los
pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué sacamos
con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad
del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar
más allá del infinito
si seguimos
muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del
tiempo oscuro?
Dios no me sirve.
Nadie me sirve para nada.}pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando
que me faltan uno diez o veinte años para irme
de bruces,
como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No lloro, no me
lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no
puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar,
pasar, pasar cada minuto
llenos de
algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía
caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa,
besos sus pétalos, adoro
la vida,
no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir
el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo
mismo soy una cabeza inútil
lista para
cortar, pero no entender qué es eso
de esperar
otro mundo de este mundo.
Me hablan del
Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a
buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora,
el hambre de vivir como el sol
en la gracia
del aire, eternamente.