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CARBÓN
Veo un río
veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebu
en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo,
lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el
viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una
arteria más entre mis sienes y mi almohada.
Es él.
Está lloviendo.
Es él.
Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo
mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre
un caballo atravesando un río.
No hay novedad.
La noche torrencial se derrumba
como una
mina inundada, y un rayo la estremece.
Madre, ya va a
llegar: abramos el portón,
dame esa
luz, yo quiero recibirlo
antes que
mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que
se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave
las púas de su barba.
Ahí viene
el hombre, ahí viene
embarrado,
enrabiado contra la desventura, furioso
contra la
explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de
su poncho de Castilla.
Ah, minero inmortal,
ésta es tu casa
de roble,
que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido
a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos.
No importa
que hayan
pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos
enterado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú
y ella estáis multiplicados. No
importa
que la noche nos haya sido negra
por igual
a los dos.
........................-Pasa,
no estéis ahí
mirándome,
sin verme, debajo de la lluvia.