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La misión de Chiloé
jesuitas y franciscanos.

por Hernán Barrientos

*Prof. Titular de la Universidad de Chile, Director Coordinador de la Fundación Cultural Amigos de las Iglesias de Chiloé. Actualmente es Director del Departamento de Historia y Teoría de la Arquitectura de la Universidad de Chile, Presidente del Patrimonio Arquitectónico del Colegio de Arquitectos de Chile y su representante en el Consejo de Monumentos Nacionales.

Chiloé constituye una región aún hoy poseedora de una cultura y unos recursos que la distingue del resto del país por su ricas y peculiares expresiones. Un universo decantado en un largo proceso histórico marcado por el aislamientos, carencia de recursos y una rara capacidad de sus habitantes de reelaborar los elementos culturales foráneos; es la Nueva Galicia de los conquistadores españoles, región de clima templado y lluvioso, bahías y estuarios profundos, bosques y campos ondulados siempre verdes e innumerables islas en el mar interior.
En el borde de estas islas - entre tierra y mar- y participando de ambos mundos, se localizaron los grupos indígenas y posteriormente los lugares poblados, levantados en el período de la colonización española, estructura espacial que se mantiene casi invariable hasta hoy, hereda del sistema misional jesuítico, "la misión circular", se constituyó en el elemento definitorio de la forma del poblamiento disperso del espacio Chilote.

Estos lugares, reconociendo como centro el lugar en que se levantó la iglesia o capilla, fueron ligados por medio de la misión, periodo navegado de ciclo anual establecido de acuerdo a un ritual y a un calendario.

Estrictamente repetido por más de ciento cincuenta años; asumida por los franciscanos después de la expulsión de los jesuitas en 1767, y renovada bajo forma de visitas pastorales después de la erección de la erección del Obispado de Ancud en 1836.

Son numerosos los documentos que describen en forma detallada el itinerario de la misión, el ritual que se observaba al llegar al lugar, las ceremonias y actos religiosos que congregan en la capilla a todos los naturales:

"Como hay tan pocas misiones fundadas en aquel archipiélago, es preciso que haya una como volante que socorra a todos los pobres isleños. Hay, pues, dos padres que tienen solo ellos el nombre de misioneros, quienes casi todo el año van de capilla en capilla, de iglesia en iglesia y de isla en isla. El método que llevan es digno de escribirse y es el siguiente. El 17 de septiembre viene de Ichoac al colegio de Castro, dos piraguas, con algunos indios de aquel pueblo, a buscar los padres misioneros. Estos que ya están prontos, sales de aquella ciudad en una procesión, que se hace hasta la playa, donde se embarcan los siguientes santos de bulto: San Isidro, San Juan Evangelista, Santa Neoburga, La Virgen y el Señor Crucificado, grande. A más de esto los ornamentos para las misas, mesas, cajones, etc., y cuando es necesario en una tierra, donde nada hay. Los misioneros con los fiscales se embarcan en otra piragua y tiran las tres piraguas a la isla de Lemuy, donde está Ichoac. Una milla antes de llegar allá, sale de aquella iglesia una procesión de todos los indios, indias, chicos y grande, que pertenecen a la capilla. Van con una cruz por adelante y algunas luces, cantando a coro las oraciones. Habiendo llegado las piraguas, se desembarcan los santos y en procesión con los padres misioneros se conduce a la iglesia, donde se colocan, cada uno de sus nichos señalados. Se encienden las velas, que nunca se apagan desde aquel punto hasta la salida. Un indio ya anciano que es el patrón del Santo Cristo, quien goza el privilegio de andar en la procesión con una bandera, y tiene dos ayudantes para que cuiden del mismo altar mayor, donde está San Juan y la Virgen. San Isidro tiene otro patrón que cuida de su altar, y Santa Neoburga, tiene la patrona que cuida de lo mismo. A estos patronos debe obedecer todos aquellos que pertenecen a su altar, y a la patrona deben obedecer las mujeres. Colocando todo en su lugar el padre hace una plática de media hora en su idioma, dándoles parte de las venida de Cristo para el bien de sus almas. Acabada la plática se pone el padre en la puerta de la iglesia con la matrícula y pasan todos, uno por uno, para ver los que murieron o nacieron en ese año y borrarlos o escribirlos. En ese tiempo todos los solteros dicen las oraciones para ver si alguno no las sabe. Acabada esta función, se da la bienvenida a los padres y les regalan también, quien unos huevos, quien unas papas, quien carne, quien harina y otra cosa de su pobreza. Y el padre les corresponde con una aguja y un poquito de sal, como dos o tres onzas a cada uno, o si no un pimiento, que mueren por él. Al otro día al Alba, el fiscal de aquella iglesia toca una campana con la que llama a los niños para rezar la doctrina en la iglesia y cantan unas alabanzas. Luego las indias barren la dicha iglesia y la plaza de ella y se comienza el rosario, al fin del cual un padre hace el sermón".

"Acabado el sermón, el padre más antigua se informa de los males públicos de aquella tierra, si los fiscales y patronos han cumplido con su obligación, que quejas hay, que otras cosas dignas de remedios, etc. Ajustado todo, comienzan las confesiones a las nueve. El segundo misionero dice la misa, se deposita el santísimo y acabada la misa da los óleos a los niños nacidos aquel año, que son bautizados por el fiscal y no han podido ir a la ciudad. Luego el padre monta a caballo y va a confesar y comulgar a aquellos enfermos, que totalmente le es imposible venir a la iglesia ni en propio ni ajenos pies. A las once comienza el rezo de todos y luego entra la Vuta Misa, esto es la misa grande, por ser con muchos y devotos cantos. Después del evangelio se hace el sermón que todos oyen, y se cuenta un ejemplo. Después de la misa salen las niñas por una parte y los niños por otra a decir públicamente el catecismo, y al que lo hace mejor da el padre un premio vgr., dos agujas si es niña y una estampa si es niño. Hace el padre una pequeña explicación del catecismo y e va a comer. A las tres de la tarde se toca el rosario y al fin el fiscal cuenta públicamente el ejemplo, que por la mañana dijo el padre el sermón, y luego se confiesa hasta la noche en que se reza otro rosario, hay sermón y después cantos de devoras alabanzas, todo lo que se acaba entre diez y once de la noche. Al otro día se hace lo mismo en todo. Y al cuarto día es la comunión general, que se hace con mucha devoción y ternura. El oficio del fiscal es todos los sábados y domingos, llamar a la gente, rezar en la iglesia y preguntar en la misma la doctrina a los niños, que deben tener bien instruidos. Item debe bautizar y ayudar a bien morir. Item, si es posible llamar a un confesor o del colegio o de la misión más cercana, bien que a veces es imposible por la distancia. Item, estando los padres en su capilla durante la misión debe tener la iglesia adornada con laureles, etc., y lo mismo la plaza; y como su oficio es trabajoso, tiene dos niños consigo como sotafiscales, que le han de obedecer en un todo y durante la misión deben obedecerle todos. La colación del empleo se hace públicamente entregándole una cruz larga, que a cualquier parte que vaya, lleva consigo como que es su divisa, con la cual es más respetado en todas partes. No se le da el empleo, sino que después de un largo examen en la doctrina, etc., una notoria ejemplaridad de costumbre y otras cualidades, debe ser casado, y de ningún modo puede serlo el soltero. Y estando los indios obligado a trabajar por los españoles cincuenta y dos días al año, sin darles de comer (que es una paliada esclavitud), los fiscales están exentos. Haciendo los padres la misión en la capilla, deben concurrir otros fiscales para aquellas funciones que hay. Uno se ocupa de tener sujetos los niños y las niñas, que hasta el día de la comunión, siempre están en la plaza en dos ruedas con un fiscal en cada una, preguntándoles sin cesar la doctrina; con la cual diligencia y la de todo el año, están aquellos niños tan instruidos, que podrían competir con cualquiera escuela de las de Europa. Otro fiscal hay que cuida de los enfermos, otros de otras cosas y todos han de cantar en la iglesia junta".

Finalmente, "el día de la salida se acomodan los santos en sus cajones, se llevan en procesión a la playa, donde hecha una breve exhortación, el misionero les echa la bendición. Se embarcan los santos en las dos piraguas, que llegan el día antes a la otra capilla, y al comenzar a navegar gritan desde la playa tres veces: ¡buen viaje! Unos sentados, otros de pie, otros hincados no apartan los ojos de la piragua, llorando muchos de pensar que no verán ya sacerdotes hasta el año siguiente, principalmente los de la capillas remota".

Cuando en el año 1717 el P. José Imhoff escribe al Obispo de Concepción comunicándole que con el propósito de "obedecer a V.S. Iltma., hago esta relación, aunque brevemente, de las misiones de Chiloé, que son las más gloriosas y apostólicas en todo el Reino de Chile" reitera la opinión generalizada de ser la más prestigiosa desde los inicios del siglo XVII; aunque el trabajo de los religiosos es arduo, "se les suaviza a los misioneros por ver el fruto tan abundante que se hace en las almas de aquellos indios, pues son muy dóciles e inclinados a las cosas de Dios". Como seña la un historiador contemporáneo, "los jesuitas consiguen, durante el siglo XVII, erradicar la poligamia, los amancebamientos y la hechicería... la sociedad india muestra un sano aspecto cristiano, muy superior a la del continente, lo que permite decir al P. Ovalle que la misión de Chiloé es "de las más apostólicas que tiene en el mundo la Compañía... y de las más gloriosas... que se hallan en todas las tierras".

Mientras duraban las misiones, por períodos de dos o tres días, los fieles construían viviendas provisorias a nivel de ranchos. Los vecinos de cada oratorio se alojan en sus cercanías en una especie de tiendas. O casas de campaña donde perseveran todo el tiempo que dura la misión". La presencia de una cruz en la explanada introducía el símbolo permanente de lo religioso y lo hacía reconocible como lugar de encuentro sagrado separado de su entorno inmediato, desconocido, desordenado y por lo mismo también pagano.

Además de la explanada creada como espacio vacío para producir el encuentro y recoger las expresiones comunitarias y procesionales, los misioneros de la Compañía comenzaron a construir las primeras capillas a partir de 1608, precarias fábricas levantadas por los naturales del lugar y dirigidos por ellos. Este espacio cubierto permitió la reunión de los fieles en una situación más íntima y protegida de las inclementaciones del clima, transformando al edificio además en un elemento referencial religioso del lugar. De esta manera la explanada o plaza se vio reforzada y jerarquizada por este elemento arquitectónico, la iglesia, constituyéndose en los elementos básicos generadores de los poblados del siglo XVIII. La plaza antecede a la capilla como centro y lugar de encuentro y su fachada obedece a la calidad de telón, conformando una relación de figura y fondo con respecto al marco geográfico natural.

Después de siglos de tenaz y constante labor evangelizadora, efectuada por los misioneros y la participación de los seglares en la institución de los fiscales, las islas de Chiloé se constituyeron en un espacio geográfico humanizado y cristiano, "el jardín de la iglesia" como bien lo describe un misionero en 1769 en su "Noticia Breve y Moderna del Archipiélago de Chiloé".

"Vamos caminado al sur, y en el mismo Lacuy encontramos una gran ensenada, al fin de ella un pueblo de indios con una buena capilla toda de madera de tres naves. Cinco leguas más adelante... tres pueblecitos de indios que son Pudeto, donde hay muchos españoles., Caipulli y Peldehuetu... En el río Caulín hay otro pueblo de indios que tienen su iglesia proporcionada... A poca distancia está Linao... pueblo de indios pequeños... Síguese Llico, otro pueblo miserables en la costa... Más al sur hay una grande ensenada, que más parece laguna, a cuyas orillas está la iglesia del pueblo de indios, que son los de Huitu", etc., etc.

Las iglesias fueron las obras que mayor atención merecieron dentro de la pobreza reinante. "Los oratorios y capillas son capaces, fabricadas de tablazón bien firmes y cubiertas de paja, bastante decente y adornadas ... en cuanto a sus sistema constructivo, se componen de unos postes de madera, con otros palos que se les arriman formando las paredes y el techo cubierto de paja sobre algunas tijeras, sin que se gaste en toda su formación un clavo, porque todo es amarrado con unas raíces y yerbas que trepan por los árboles, y que llevan boqui..."

La información proveniente de los inventarios hechos con motivo de la expulsión de la Compañía de Jesús y de las actas de entrega de los bienes de éstos a los franciscanos, describen vagamente las iglesias de mayor importancia en el archipiélago en la mitad del siglo XVIII: las iglesias de Castro, Achao, Chonchi que presentan como características en común un volumen de planta basilical de tres naves, diferenciándose en el número de torres, o incluso sin ellas, dado que en el inventario no aparecen señaladas.

Los franciscanos de Ocopa y después los de Chillán, pusieron su extraordinario celo en la mantención de las iglesias jesuitas, así como en las innumerables capillas que construyeron. Durante el régimen franciscano, en la segunda mitad del siglo XIX, se termina de conformar definitivamente la fachada con sus tres partes: torre central, hastial o frontón y pórtico, el elemento más significativo de la iglesia misional chilota; su dignidad está dada por la variación, multiplicidad, riqueza y dimensiones que alcanza y constituye la fachada frontal representativa de la iglesia que preside la plaza.

Desde la iglesia de Santa María de Achao, con su nave construida al término de la primera mitad del siglo XVIII, y su torre fachada reconstruida en 1873, se puede seguir la primera década de este siglo: 1ª de ellas declaradas Monumentos Nacionales y que constituyen la culminación de esta escuela.

Tiene, la iglesia de Achao y todas la pertenecientes a la escuela chilota, planta basilical de tres naves, la central con bóveda de cañón seguido que cuelga de la armadura mudéjar de par y nudillo. La torre centrada sobre el pórtico, compuesta de varios cuerpos o "cañas" superpuestas, que van disminuyendo la dimensión hasta rematar en un chapitel de faldones generalmente cóncavos. Un sistema constructivo claro de grandes piezas entarugadas o ensambladas con ausencia total del clavo de hierro. Los tallados y elementos decorativos barrocos en la iglesia de Achao, la composición neoclásica de la iglesia de Chonchi, el goticismo de la iglesia de Rilán, etc., son elementos al gusto del tiempo sin que se altere la forma general.

Las capillas misionales de Chiloé, construidas, mantenidas y reconstruidas una y otra vez por las comunidades isleñas eran más de 40 a mediados del siglo XVIII, en 1747 un registro enumeraba 77 capillas, 82 a fines de este siglo, cerca de 100 a comienzos del siglo XIX, más de 150 siglos después. Hoy el número de iglesias de la escuela chilota no excede de 60, y de estas, 40 se encuentran en distintas etapas de deterioro y la mayor parte desaparecerán en los próximos años, si no se cuenta con una potente intervención como la que pretende efectuar la Fundación de Amigos de las Iglesias de Chiloé.

El análisis histórico - arquitectónico de las capillas aún hoy existentes en el archipiélago, y el trabajo del material existente en el archivo del obispado de Ancud permite afirmar que la constitución de la iglesia misional chilota, tal como la conocemos, es un proceso que finaliza en el modelo maduro a fines del siglo XIX.

El estudio y valoración de las capillas de madera de Chiloé es de reciente data, recién en el año 1964 Roberto Montandón, publica en el Boletín de la Academia Chilena de la Historia un artículo sobre la iglesia de Santa María de Achao y Eugenio Pereira Salas en 1965 en su "Historia del Arte en el Reino de Chile" dedica un capítulo al mismo tema. Esta misma iglesia, declarada Monumento Nacional en el mismo decreto junto al Palacio de la Moneda había sido intervenida por el mismo Montandón en la década de los 50.

La proposición de la Academia Chilena de la Historia (1970) que otras iglesias de la escuela chilota fueran declaradas Monumentos Nacionales, fuera de su distinción, en la práctica no significo ningún cambio de actitud de la sociedad chilena ante un patrimonio tan frágil que a todas luces tendía a desaparecer. Especialmente las grandes iglesias de la segunda mitad del siglo XIX, con un deterioro progresivo de cubiertas, revestimientos exteriores y cimientos que las ponían en grave estado.

Este proceso recién empieza a revertirse en 1976 con la constitución del "Programa de Protección y Desarrollo del Patrimonio Arquitectónico de Chiloé", convenio establecido por el Obispado de Ancud y la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Este fue el punto de partida de una tarea académica mantenida durante un largo tiempo y sujeta también a los avatares que ha caracterizado la vida universitaria de estas dos décadas.

Labor centrada en el estudio de las manifestaciones más significativas de la arquitectura chilota; en el Seminario de Historia de la Arquitectura Chilena de 5° año y en el Taller Chiloé, los proyectos de restauración, reciclaje y proposiciones de obra nuevas, algunas realizadas, como el proyecto y construcción de la nueva torre fachada de la iglesia de Curaco de Vélez y la construcción del centro comunitario de Rilán en 1979, la iglesia de Puyan, etc.

El conocimiento construido en la universidad volvió a Chiloé con los cursos de verano que durante seis años se impartieron a los profesores de enseñanza básica - en Ancud y Castro - organizados por la Fundación para el Desarrollo de Chiloé.

Conferencias y cursos de extensión en Santiago y regiones, la arquitectura de Chiloé expuesta en Bienales de Arquitectura, en los cursos de restauración arquitectónica en Madrid y Barcelona en 1976, en el Seminario Iberoamericano de la Universidad de Heidelberg en 1983, en las jornadas de preservación del patrimonio arquitectónico en Chile y en otros países americanos, etc.

Una exposición fotográfica itinerante recorrió las principales ciudades del país, artículos en diarios y revistas dieron a conocer esta arquitectura regional a la opinión pública, interesó a los medios de comunicación y se inició un proceso de valoración nacional y local.

Las publicaciones, "Arquitectura de Chiloé" (1976). Casa de Chiloé" (1980), Iglesias de Chiloé: riqueza iconográfica dentro de una acción racionalista" (1988). "Las experiencias arquitectónicas de los jesuitas en la Misión de Chiloé durante los siglos XVII y XVIII" (1993), "Iglesias Misionales de Chiloé" (1994) además del libro del P. Gabriel Guarda "Iglesias de Chiloé" (1984) constituyeron un avance en el conocimiento de estas capillas y a nivel universitario y profesional un importante medio de difusión.

El temporal de julio de 1993 que puso en inminente peligro de derrumbe a la iglesia de Quinchao, fue el hecho definitorio de una manera más eficaz de salvar estas iglesias de la ruina: la constitución de la Fundación de Amigos de las Iglesias de Chiloé, entidad sin fines de lucro que tiene como objetivo: "La conservación, prevención y difusión del patrimonio histórico - religioso de Chiloé: sus iglesias históricas que constituyen la "escuela chilota" de arquitectura religiosa, su entorno y las manifestaciones vinculadas a ellas, tales como imaginería, música, fiestas, mobiliario litúrgico".

La Fundación ha podido efectuar una intensa labor en estos 5 años porque se han asociado desde su inicio el Consejo de Monumentos Nacionales, la Dirección General de Bibliotecas Archivos y Museos, el Colegio de Arquitectos, etc., y sus proyectos han contado con financiamientos de la Presidencia de la República, Comunidad Europea, Agencia Española de Cooperación Internacional, Fundación Andes, Municipalidades y Empresas locales, nacionales e internacionales, instituciones sociales y sociales y culturales, los Comité de Capilla que han tenido un papel protagonico en su tarea de promover la participación de las comunidades chilotas, la asistencia técnica permanente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, y la colaboración de la Dirección General de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas, de las Direcciones de Obras de las Municipalidades locales y de numerosas personas que se han constituido en "amigos" de estas iglesias.

Doce de ellas han sido recuperadas y en 6 de ellas han participado alumnos del primer curso de la Escuela Itinerante de Carpinteros de Chiloé.

La escuela se propuso capacitar carpinteros a partir de la transmisión de los conocimientos y técnicas tradicionales d Chiloé, mediante la revalorización y preservación de este antiguo oficio en una región que lo necesita para aprovechar mejor sus potencialidades humanas y culturales, asegurar la existencia de personas capacitadas para la mantención y recuperación de este patrimonio, fortalecer la identificación local por medio de la valoración del modo vernacular de hacer las cosas e incorporar técnicas modernas y alternativas de tratamiento de la madera que permita mejorar la calidad de las construcciones.

La Fundación de Amigos de las Iglesias de Chiloé, está convencida de la "minga", aquella ancestral institución comunitaria local que consistía en la ayuda desinteresada de sus diversos miembros - sistema en que se han construido la mayoría de las capillas - debería ser la manera de organizar estas tareas, reanimando la participación activa de las comunidades, por el valor significativo que estas iglesias tienen en su cultura, porque son el centro perceptible y vital de las manifestaciones religiosas - culturales, tales como la imaginería, música, fiestas, formas sociales, etc.

La restauración de las capillas chilotas es en último término un proceso revitalizador de una identidad y de una cultura y restaurador del centro vital de las comunidades chilotas.

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