¿Resentimiento social o malestar de época? La visión de Alejandro Venegas está cargada -como han señalado sus críticos- de tintas negativas; hay que entender, sin embargo, que Sinceridad surgió en el contexto de una celebración señorial que ocultó dimensiones del país, en la medida que desplegó una autoconciencia estrecha y aproblemática del mismo. En estas circunstancias, Venegas no hizo más que recoger un malestar bastante generalizado entre los jóvenes e intelectuales de la época, proyectándolo -es cierto- con vehemencia, pero con una vehemencia paralela al chauvinismo de la imagen de país que difundió el centenario. El destinario de las cartas -"el presidente laxo"- no acusó recibo, el éxito del libro, empero, le causó a su autor problemas, viéndose incluso obligado, en 1915, a jubilar. La historiografía tradicional y conservadora ha sido particularmente crítica con Sinceridad, avalando de esta forma, indirectamente, el tono y las características que tuvo la celebración del Centenario. Francisco Antonio Encina percibió el libro de Venegas como una manifestación de la crisis y no como un diagnóstico de ella, "olla de grillos -dijo- en que se revuelven los restos mutilados del alma chilena"(19). Gonzalo Vial, a pesar de que en su Historia de Chile usa y abusa de las informaciones y datos proporcionadas por Venegas, señala sin embargo que "el "sectarismo de Valdés Canje roza la enajenación"; dice que Venegas "fue consumido por la ira doctrinaria anticlerical" (cita los ataques de Venegas a las monjas)(20). Mario Góngora dice que el libro es "simplemente una diatriba, no solamente contra la oligarquía, sino contra la pasión guerrera del chileno". Señala que en su "pathos acusatorio" si bien hay verdad hay también mucho de resentimiento(21). La obra de Venegas, empero, debe ser valorada como totalidad, como expresión de un clima de ideas y de un malestar, aún cuando aquí y allá puedan encontrarse algunos planteamientos extravagantes derivados de su ideario positivista-arielista, como su opinión sobre el comercio, sobre los mapuches o sobre las monjas. Cabe señalar que a comienzos de siglo se daba en Europa un malestar similar al que hemos reseñado. En efecto, entre 1895 y 1910, se produjo entre artistas e intelectuales europeos una fuerte respuesta a los gobiernos oligárquicos; en España Pérez Galdós y Valle-Inclán llamaron a esos años "años bobos" o "años babiones". Idéntico desprecio experimentaron los intelectuales alemanes por los gestos y los fastos del Segundo Reich, también los jóvenes franceses e italianos vocearon su malestar por los excesos de la Tercera República y del Risorgimiento, y los británicos ante la breve edad eduardiana. Todos sintieron que la Europa oficial de su tiempo era una sociedad gastada, hipócrita, venal, corrupta y envejecida.(22) |