Vivencias conflictivas Mirar el conflicto entre modernidad y tradición desde el punto de vista fenomenológico implica indagar en la vivencia y experiencia concreta que tuvieron de éste en la década del centenario, algunos de los creadores o autores que hemos mencionado. En primer lugar cabe señalar que la mayoría vivieron estas tensiones siendo jóvenes. Hacia 1912, Augusto D' Halmar y Víctor Domingo Silva tienen 30 años; Pedro Prado, Mariano Latorre, Armando Donoso y Fernando Santivan 26; Joaquín Edwards Bello 25; Gabriela Mistral 23 años, Hernán Díaz Arrieta (Alone) 21; Teresa Wilms Montt y Vicente Huidobro 19; Pablo de Rokha 18 y Neruda (que se llamaba entonces Neftalí Reyes) apenas 8. La juventud aún cuando, como señalamos, no implica una garantía biológica de rebeldía respecto a la tradición, si conlleva, por lo general, una mayor afinidad con lo nuevo. Despojándola de ese biologismo estricto, hay una cierta contemporaneidad generacional entre los autores mencionados, que seguramente se manifestó en las costumbres, en el uso del tiempo libre y en la convivencia con una oferta cultural y comunicativa distinta a la que habían vivido sus antepasados. Pero tal vez más importante que la edad biológica es la condición social. La mayoría de los autores mencionados pertenecen a sectores medios y de provincia. Es el caso de Víctor Domingo Silva (de Tongoy), Armando Donoso y Fernando Santiván (del Sur), Gabriela Mistral (Elqui), Pablo de Rokha (Licantén), Neruda (Parral y Temuco). Después de finalizados sus estudios de enseñanza media se separan de sus respectivas familias y viajan a Santiago o Valparaíso; allí viven una experiencia del tiempo, del espacio y de las relaciones humanas que debe haberles resultado vertiginosa y estimulante (incluso para despertar la nostalgia respecto a la vida provinciana anterior). Una vida bohemia e independiente, alejados de la mirada panóptica y controladora ejercida por las familias y por el pensamiento social operante. De alguna manera, para los autores de provincia que se instalaron en Santiago lo nuevo se convirtió en una suerte de habitat natural. Muy distinto fue el caso de los jóvenes pertenecientes a la aristocracia, en los que el orden y control oligárquico se hacía sentir directamente por la vía de sus familias. Este peso (de la noche) resultó particularmente ostensible en los casos de Vicente Huidobro y Teresa Wilms. Vicente Huidobro, en 1914, a los 21 años, publica Pasando y pasando, (editado en la imprenta Chile, de propiedad de la Compañía de Jesús), libro que reúne una colección de crónicas y comentarios publicados en años anteriores (algunos de los cuales habían aparecido en las revistas Musa joven (1912) y Azul (1913), que él mismo dirigió). En uno de tales artículos, bajo el título "La Liga pro moralidad teatral" Huidobro critica ácidamente la visita fiscalizadora de unas damas al biógrafo Kinora, dice que la acción de la Liga conlleva dos insultos a la sociedad chilena :"primero decirles a todos ignorantes y segundo decirles a todos, amorales". La acción de la Liga, señala Huidobro, equivale a decirle a todo el país "como (ustedes) son unos ignorantes que no conocen ni entienden de estas cosas, nosotros les vamos a enseñar; o bien, como ustedes han perdido el sentido de la moralidad, nosotras, únicas poseedoras de ese precioso don, os dirigiremos la conciencia en estos arduos asuntos".(65) Pasando y pasando es un libro en que Huidobro enjuicia acremente a su clase, a la educación jesuita que recibió y en cierta medida al régimen imperante. ¿Cómo era la casa del poeta? Dijimos ya algo de la madre de Huidobro en el primer capítulo. Pablo de Rokha recuerda haber llegado a la gran mansión señorial por esos años: "me reciben dos lacayos galoneados, y uno, un gallego muy amable -con un chaleco de frac, blanco, y casi albo, impecabilísimo, con botones nítidos- me dice: don Vicentito, el señorito, no está en casa, puede usted pasar al bufete y aguardarlo un momento, le serviré café ¿prefiere habanos o cigarrillos?". Según Hernán Díaz Arrieta la mansión del poeta tenía "olor a misa, a agua bendita y a vino de la casa Santa Rita, tenía -dice Alone- mucho de convento". En marzo de 1914 la Orden Jesuita denuncia al padre de Huidobro que en el libro "hay conceptos y apreciaciones muy contrarias a las ideas cristianas que nos han alimentado desde niños en nuestras familias"(66). La edición fue recogida casi completa por su padre e incinerada, quedando muy pocos ejemplares en circulación. Para el joven poeta que se autoeditaba, la quema de sus libros no puede haber sido una experiencia etérea. Huidobro padeció en carne propia el peso de la tradición de un modo brutal. Este ejemplo nos sirve para entender por qué hablamos de una postura tradicional y conservadora operante, que hacía sentir su fuerza de múltiples maneras -a través del rumor, del chisme, la descalificación y la deslegitimación social, llegando, en los casos abiertamente contestatarios, al caso extremo de tomar medidas francamente inquisitoriales, como la que estamos comentando. Podemos imaginar lo que debe haber vivido el joven Huidobro enfrentado a una situación como la descrita, y también lo que debe haber significado el episodio para su madre, que siempre lo apoyó aun en las situaciones más extremas. Cabe recordar que Huidobro en 1914 tenía 21 años y se había casado ya con Manuela Portales. La quema de los libros a que fue sometido es un hecho revelador del nivel que alcanzaba en la época la autoridad paterna, no de una paternidad en abstracto sino de un padre representativo del modo de ser aristocrático y de la más rancia tradición agraria y rural. Esta situación, en cierta medida, explica la actitud y las transgresiones sociales posteriores de Huidobro con respecto a su clase, sobre todo la huida y rapto de Ximena Amunátegui, que era apenas una adolescente en 1928. Otro caso significativo es el de Teresa Wilms Montt. En Meditations Inithiatiques, su primer diario de vida, escrito en francés, Teresa Wilms se revela como una niña depresiva con muy baja autoestima, que se siente rechazada por sus padres por su excesiva belleza e inteligencia (la reprenden cada vez que se mira en el espejo o cuando la encuentran con un libro); ella piensa en la muerte y recurre a una imagen estremecedora tratándose de una niña: "morir debe ser una cosa deliciosa, como hundirse en un baño tibio en las noches heladas". La muerte imaginada como una sensación agradable, acogedora, de descanso. En 1915 Teresa Wilms, con un marido que la maltrata y que se emborracha, se enamora de un primo, los padres se informan de esta situación, realizan una suerte de tribunal familiar: deciden internarla en el Convento de la Preciosa Sangre. Allí permanece enclaustrada durante ocho meses (octubre 1915 a mayo 1916)rodeada de enfermas o locas.(67) De nuevo la misma situación que con Huidobro: el pensamiento tradicional y conservador operante ejerce -vía la familia- un férreo control, recurriendo a métodos propios de la inquisición. Cumplidos los 8 meses, en una huida forzada y refrendada por la propia familia -era preferible el exilio que el divorcio- Teresa Wilms viaja a Buenos Aires. Para los jóvenes Wilms y Huidobro el control familiar debe haber sido vivido como el final de una época, como la sombra que hacía la pirámide del siglo XIX, y de la Colonia, sobre el siglo XX, siglo éste que recién empezaba -con sus actos de desafío al orden imperante- a edificarse. Con esa misma perspectiva deben haber sido contemplados estos acontecimientos por Víctor Domingo Silva y por otros intelectuales mesocráticos cercanos a los dos jóvenes "bien". Desde este punto de vista se daba, entre los jóvenes intelectuales y artistas europeos y latinoamericanos, una pulsión común por lo nuevo, un temple de ánimo contemporáneo que buscaba correspondencias, en los distintos planos, con la vida moderna; un temple de ánimo que vislumbraba la necesidad de situar la carreta (el arte, la moral y la política) a tono con los tiempos del teléfono, del cine y del automóvil. Teresa Wilms cruzó la cordillera de los Andes en junio de 1916, recurriendo -se dice- al artilugio de un disfraz. La acompañaba, en reemplazo de un tío que la familia había destinado para la ocasión, nada menos que el propio Vicente Huidobro. Fue una acción de arte "avant la lettre", un acto de edificación del siglo XX, un acto creacionista que antecedió a la famosa conferencia sobre el creacionismo que daría el poeta en el Ateneo de Buenos Aires, los primeros días de julio de 1916. Si se sitúan estos hechos anecdóticos de la intrahistoria familiar en la dialéctica pasado-modernización y cambio que hemos desplegado a lo largo de este capítulo, el viaje de ambos jóvenes a Argentina tiene que ser comprendido a la luz de una afirmación del biólogo Jacques Monod: la vida es una extraña mezcla de azar y de necesidad. |