Duelos sin duelo A mediados de 1910, junto a la crudeza del invierno hay otros factores que ponen en peligro la celebración. Morla Lynch habla de problemas limítrofes y de relaciones conflictivas con Perú, y también de cierta filtración de documentos. Pero lo que crea mayor incertidumbre es la muerte el 16 de agosto, en Bremen, Alemania, del presidente Pedro Montt (donde se encontraba en un viaje precipitado debido a una grave dolencia). Asume la presidencia el vicepresidente Elías Fernández Albano quien a su vez muere un mes más tarde, a comienzos de septiembre, a raíz de lo cual asume, como presidente, de modo interino, Emiliano Figueroa. Esta situación creó una considerable inquietud: por segunda vez en el año rondó en las esferas de gobierno la idea de suspender las fiestas del Centenario. Finalmente los festejos se realizaron, coincidiendo la celebración con el duelo nacional y los Te Deum con las honras fúnebres. A fin de año, en diciembre de 1910, fue elegido presidente el liberal Ramón Barros Luco. Vale decir en menos de cinco meses hubo cuatro jefes de Estado, situación que no creó mayor conmoción en el país y que fue analizada por las delegaciones extranjeras como una increíble manifestación de espíritu cívico, de apego a la ley y a la tradición democrática. En el ensayismo social de la época la estimación y respeto a los presidentes de Chile era sumamente baja. Por una parte porque en el sistema político imperante el poder residía en la elite y no en el ejecutivo ni en el Estado (que eran a fin de cuentas meros instrumentos) y, por otra, porque este sistema se tradujo en presidentes péndulos, que no entusiasmaban a nadie. Entre 1901 y 1906 ocupó la primera magistratura Germán Riesco, un juez de carácter débil, aunque bondadoso, elegido por la Alianza Liberal (caricaturas de la época lo presentaban como un "gentleman farmer" de cabeza cónica); con él, como presidente "pasivo" se inicia el péndulo entre presidentes "pasivos" y "activos". En 1906, Pedro Montt, de quien se decía tenía el tesón y la rigidez de su padre (Manuel Montt), considerado un hombre de carácter, fue elegido con el apoyo de la Alianza y también de los conservadores y nacionales. Espíritu detallista y analítico, se perdió sin embargo en minucias; un político dijo de él que "era más estadístico que estadista". Según Joaquín Edwards Bello la figura de "D. Pedro Montt era algo tétrica, sobre todo en la estampa que tengo presente, todo de negro, con anteojos negros y sombrero de paja negro. Era la estampa de la mala suerte". Apenas fue elegido hubo un gran terremoto en Valparaíso. Su muerte ocurrida el mismo día del terremoto, pero cuatro años más tarde, no entristeció -dice Edwards Bello- a nadie.(13) En diciembre del año del centenario fue elegido Ramón Barros Luco (1910-15) ejemplo excelso de pusilanimidad. De él se afirmaba que los más serios asuntos del Estado los resolvía durmiendo. Se le atribuye la convicción de que en la vida pública existen sólo dos tipos de problemas "los que se resuelven solos y los que no tienen solución". Su gobierno fue opaco, indeciso y somnoliento: "presidente laxo" lo llamaban. Con este tipo de mandatarios y en un sistema político en que éstos tenían un poder limitado, no debe extrañar la indiferencia y la falta de conmoción creada por las sucesivas muertes y cambios de presidente. Es muy probable incluso que lo que la prensa extranjera y el discurso oficial consideraron madurez cívica, apego a las leyes y solidez democrática, no haya sido sino mera, plena y llana indiferencia (sobre todo por parte de los sectores que no pertenecían a la elite). |