La
cuestión social
Las observaciones de Morla Lynch sobre la epidemia de viruela y
el Lazareto apuntan a la "cuestión social", tema muy presente en las primeras
décadas. Son años en que en la prensa y en múltiples libros y folletos se abordan temas
como el alcoholismo, la mortalidad infantil, la prostitución, la miseria en las viviendas
y las condiciones insalubres de sectores mayoritarios de la población. Hasta el propio Mercurio
de Santiago, afirma, en 1909, que un cuarto de la población de la capital (más de
100.000 personas) vive en habitaciones insalubres e impropias para la vida humana, habla
de un "ambiente deletéreo, en medio de miasmas ponzoñosas, respirando aires impuros
y sufriendo la influencia y el contagio de infecciones y epidemias". Chile llegó al
año del Centenario con una población recesiva -morían más personas de las que nacían-
con una mortalidad infantil de 306 por mil y una tasa de prostitución que alcanzaba el 15
% de las mujeres adultas de la capital.
La "cuestión social" implicaba una amenaza, y la
posibilidad de efervescencia y crecientes conflictos. No es casual que en 1910 el partido
liberal propusiera al Congreso (a través de Manuel Rivas Vicuña) un proyecto de ley para
establecer Comités Permanentes de Trabajo en fábricas con más de 150 obreros. Se
pretendía así impulsar la armonía entre el capital y el trabajo, estableciendo Juntas
de Conciliación que pudieran solucionar los conflictos. El proyecto no fue aprobado.
Aun cuando en la época proliferan artículos, discursos y conferencias
sobre la "cuestión social", la conciencia del problema, sin embargo, no se
traduce en un camino de soluciones, por lo menos hasta el gobierno de Arturo Alessandri
Palma, con el que se abre paso en el imaginario político a los sectores medios y
populares y se intenta, como estrategia de gobierno, la "reforma" para evitar la
"revolución".