Krack
Pero ¿cómo era en 1910 esta élite? O más bien: ¿cómo se la
percibía? El discurso explícitamente antioligarca, proveniente fundamentalmente de
intelectuales vinculados a sectores medios, nos muestra a la antigua aristocracia del
linaje y de la tradición transformada en una plutocracia opulenta con mentalidad
agiotista, una oligarquía que se ha enriquecido a costa del salitre y la especulación, y
que ostenta el monopolio del poder económico y político. Se la percibe como un sector
cuyo esquema valórico considera positivamente al ocio, los viajes, la cultura del club,
el cosmopolitismo, el juego y la especulación. Ventura Fraga en ¡Krack! (1903),
novela de crítica social, intenta representar la decadencia de la elite de comienzos de
siglo. Muestra una sociedad quebrada, entregada con desenfreno al lujo, una juventud que
en vez de aspirar al saber se dedica al juego, a las carreras y al sport. Aparecen fraudes
y robos por doquier: "funcionarios inescrupulosos, congresales que negociaban con su
representación popular. Ministerios que se reanudaban mes a mes, demostrando solamente el
afán por la concupiscencia del mando y sus regalías". ¡Krack!, el título
de la novela (que es tal vez lo más rescatable de la misma), es la onomatopeya de una
cáscara que se quiebra, de una envoltura social que se rompe.
Francisco Hederra en la novela El tapete verde (1910)
recrea y muestra la corrupción de las elite en Talca. Hay también toda una ensayística
que critica la carencia de espíritu nacional (en lo económico y en la educación), la
inmigración y la entrega del país a extranjeros (Nicolás Palacios, Tancredo Pinochet y
Francisco A. Encina, entre otros)
La visión de deterioro del orden aristocrático y liberal es
también compartida por algunos intelectuales de sus propias filas. Luis Orrego Luco, en
su novela Casa grande (1908) plantea una fuerte crítica a la oligarquía, desde
una perspectiva que pretende estimular la regeneración social de la aristocracia de la
sangre, para restablecer así el rol moral que está tuvo en el pasado. Joaquín Edwards
Bello en El inútil (1910) satiriza e ironiza a la aristocracia y al
parlamentarismo. Vicente Huidobro en Balance patriótico (1925), al comparar los
apellidos "vinosos" (de la vieja aristocracia) con los apellidos
"bancosos" (de la nueva plutocracia) señala que "la antigua oligarquía
cometió muchos errores pero no se vendía; mientras la nueva aristocracia de la banca
todo lo cotiza en pesos".
Puede afirmarse, entonces, que en las primeras décadas se estaba
gestando un movimiento cultural que indicaba claramente que un modelo de sociedad y de
modernización se agotaba y que de sus propias entrañas comenzaba a surgir otro distinto.
La victoria de Arturo Alessandri, en las elecciones de 1920 -apelando a los sectores
medios y a la "querida chusma"- se nutrió de esta fuerza, de allí la campaña
del terror que organizó la elite, al percibir en su triunfo la amenaza de un quiebre (o
clausura) de la sociedad oligárquica y tradicional.