Y he aquí que una buena mañana,
después de una noche de preciosos sueños y delicadas pesadillas, el poeta se levanta y
grita a la madre Natura: Non serviam.
Con toda la fuerza de sus pulmones, un eco traductor y optimista repite
en las lejanías:«No te serviré».
La madre Natura iba ya a fulminar al joven poeta rebelde, cuando éste,
quitándose el sombrero y haciendo un gracioso gesto, exclamó: «Eres una viejecita
encantadora».
Ese non serviam quedó grabado en una mañana de la historia del
mundo. No era un grito caprichoso, no era un acto de rebeldía superficial. Era el
resultado de toda una evolución, la suma de múltiples experiencias.
El poeta, en plena conciencia de su pasado y de su futuro, lanzaba al
mundo la declaración de su independencia frente a la Naturaleza.
Ya no quiere servirla más en calidad de esclavo.
El poeta dice a sus hermanos: «Hasta ahora no hemos hecho otra cosa
que imitar al mundo en sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros
que no estuviera antes parado ante nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros
pies o nuestras manos?
»Hemos cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa).
Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados,
cuando era joven y llena de impulsos creadores.
»Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber
otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos
crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias.
Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma
madre Naturaleza a él y únicamente a él».
Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu
amo. Te servirás de mí; está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me
serviré de ti. Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis
montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas.
Y ya no podrás decirme: «Ese árbol está mal, no me gusta ese
cielo.... los míos son mejores».
Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los
tuyos y que no tienen por qué parecerse. Ya no podrás aplastar a nadie con tus
pretensiones exageradas de vieja chocha y regalona. Ya nos escapamos de tu trampa.
Adiós, viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra, no reniego ni
te maldigo por los años de esclavitud a tu servicio. Ellos fueron la más preciosa
enseñanza. Lo único que deseo es no olvidar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para
andar solo por estos mundos. Por los tuyos y por los míos.
Una nueva era comienza. Al abrir sus puertas de jaspe, hinco una
rodilla en tierra y te saludo muy respetuosamente.