Todo a cien en el Museo de Arte Moderno
Luis Fernández
"Existen pocos casos en los que la sociología se parezca tanto a un psicoanálisis social como aquél en que se enfrenta a un objeto como el gusto, una de las apuestas más vitales de las luchas que tienen lugar en el campo de la clase dominante y en el campo de la producción cultural. No sólo porque el juicio del gusto sea la suprema manifestación del "discernimiento" que, reconciliando el entendimiento y la sensibilidad, el pedante que comprende sin sentir y el mundano que disfruta sin comprender, define al hombre consumado."
(La distinción, Pierre Bourdieu)
Ya que escribir sobre pintura, en el fondo, se trata de una cuestión de creencia, como dice Ernst Gombrich, y también de gusto: "Los gustos (eso es, las preferencias manifestadas) son la afirmación práctica de una diferencia inevitable"1; una forma pertinente de iniciar un escrito para el catálogo de la exposición "Equipo Límite: Diez años" sería hacerlo mediante una paráfrasis, en los términos sencillos o "impuros" de la letra de una canción pop de corte romántico. Pongamos "Poco a poco me enamoré de ti", del grupo italiano Collage, especialmente los versos que cantan la identificación con el objeto amado a través de la naturaleza:
"En tus cabellos vi la primavera
que abrasa como suave enredadera
y quise ser un pájaro
y quise ser la luz
por ser todas las cosas
y ser un poco tú."
En este fragmento, cursi como el de cualquier canción de amor convencional, aparecen descritos los dos elementos pop que configuran la pintura del Equipo Límite: La imaginería kitsch de los media y la apropiación del mundo sensible y mágico de lo popular mediante la identificación con el objeto amado. De la forma sencilla que el "poeta" describe su deseo de ser cada cosa de la naturaleza (un pájaro y la luz) para así ser el otro, (por ser todas las cosas) e identificarse plenamente con el objeto fascinante, puede visualizarse la iconografía pop que desborda en su diacronía la obra de este dúo artístico, consciente del significante "basura" que la distancia irónica imprime a todos sus cuadros. Las seducciones de la apariencia Mírese ahora cualquier obra de las Límite y verá los reflejos de luz como chorros de oro naciendo de un centro brillante como el aura de una estampita religiosa camp: ya sea este centro la representación de un hombre musculoso de revista de halterofilia, ya sean vampiresas sadomaso o el conocido cuadro del gorila abrazado a una mujer desnuda, pintado por Mel Ramos, y todo ello aureolado por guirnaldas de flores de plástico de colección de novela rosa o ángeles traviesos o niñas peinándose sacadas de panoplias "Ilusiones Mary Pery" o de ilustraciones de postales de los años sesenta con sagrados corazones coronados de espinas sangrando en estilizadas copas de cóctel. No pueden faltar, como un límite espacial, en
continua expansión, polvo de estrellas y burbujas explosionando como Le mille bolle
blu de Mina en La Guerra de las Galaxias. ¿Y el mensaje? Tan acostumbrados estamos a que todo esto, en su vertiente artística, tenga una moraleja política atrapada en los pliegues de su dialéctica icónica, que a la postre nos transmita un sentido -sentido que no puede ser más que consolador-, que lo justifique, como en el arte comprometido, especialmente el del Equipo Crónica del cual las Límite se sienten deudoras, aunque solo sea ésta una deuda histórica, para así subvertirlo o, mejor, colocarse en una posición "invertida"2. Es por ello que sus cuadros, en su apariencia "realista", gritan ofreciendo algo, aunque solo sea un mensaje cifrado que destrivialice su aparente trivialidad. Un sentido en apariencia profundo que colme de sentido la utilización irónica de lo kitsch, que absuelva el arte pop de la servidumbre del referente "trash" que utilizan como materia prima. Una cierta trascendencia, aunque sea apenas un sentido religioso extraído con fórceps de sus mismas entrañas referenciales a golpe de hermenéutica. Vamos, que buscan, provocativas, a algún Tomás Llorens que las "teorice" a lo postmodern. Aquí se encuentra la paradoja del arte moderno, que se debate ya hace tiempo entre la noción de que las cosas carecen de sentido al margen de sí mismas, que son valiosas por su propia esencia, noción nueva que nace con el informalismo, con la idea de Greenberg de que el arte no tiene un sentido "espiritual" o un propósito superior, ni pretensiones revolucionarias, tan solo un sentido estético; y el arte de vanguardia, continuado en la actualidad por los artistas trascendentalistas, de estirpe marxista, que creen en el compromiso social del arte y en la comunicación de un arteinmaterial: body-art, land-art, etc., para así hacer perder a la pieza artística su cualidad de "objeto precioso" para el mercado. Y sin embargo, como escribe Peter Fuller -citado
por Suzi Gablik en "¿Ha muerto el arte moderno?"-, a la postre nos topamos con
una paradoja, pues "la libertad del artista contemporáneo es, en cualquier caso,
ilusoria, pues se reduce a asuntos puramente estéticos. Es, nos dice, "como la
libertad de los locos y los dementes; pueden hacer lo que quieran, porque hagan lo que
hagan, carece de importancia...Tienen todas las libertades salvo la que importa: la
libertad de actuar en la sociedad". La angustia en algunos observadores y críticos
surge cuando se intuye que quizá no tenga una interpretación precisa, pues, para estas
artistas, tanto el busto del Sagrado Corazón de Jesús como los elefantes bailando o los
mapas de Espada de plástico con la Virgen de los Desamparados sobresaliendo sobre un
fondo de postal turística del Micalet de Valencia son objetos sagrados/profanos en el
mismo proceso de pérdida, devaluación carismática y rescate que los dibujos de las
cajas de los juguetes Géiper o las referencias al Manga. ¿Habrá que llamar su
arte ecológico? A renglón seguido habla del, entonces emergente,
"Arte-Pop": "El pop-art busca, por medios opuestos, un mismo resultado;
utilizando un contenido tan estridente, como "lo que es", termina también por
ser ininterpretable." "¡Aquella espesa y fuliginosa falta de relieve me capto con su embrujo!..." exclamó Clement Greemberg Heredero teórico del "Impresionismo
Abstracto", de Andy Warhol se han escrito ríos de tinta, lo cual no ha oscurecido
las intenciones del pintor: ganar dinero con su preferencia por los paquetes de
detergentes "Brio" y su amor por las estrellas de cine y el dinero. Claro que
sin esos críticos, su galerista orientando su obra de arte hacia los coleccionistas del
gran arte y los museos y la decidida inscripción high brown de Warhol, éste no
hubiera pasado de ser un excéntrico un Neo-Dadá, precursor de los
pintores neoyorquinos de la East Village Scene. Lo parodiaba Tom Wolfe en La palabra pintada
en un lejano 1975: "francamente, hoy día, sin una teoría que me acompañe, no puedo
ver un cuadro", y subrayaba la palabra "ver", al tiempo que resaltaba la
precariedad en que se encontraba el realismo : "El Realismo no carece de partidarios,
pero a todas luces está falto de teorías convincentes. Y dada la naturaleza de nuestro
comercio intelectual con las obras de arte, la carencia de una teoría convincente
significa la falta de algo crucial: la manera de aunar en nosotros el conocimiento de las
obras aisladas y la comprensión de sus valores nominales", para finalizar rematando
el sarcasmo con este principio contra el comprador de arte contemporáneo: "siempre
preferirán arte realista con tal de que alguna autoridad les garantice que es a) nuevo y
b) no realista." "En el vacío entre el arte y la vida"
Cuando se habla o se escribe sobre el Equipo
Límite, la primera palabra que aparece es la de "provocación" y a
continuación esos dos adjetivos que en los cuadernillos de arte y catálogos acompañan
todo escrito ¿teórico? que se precie: "transgresión y obscenidad". Son
palabras-fetiche tan lexicalizadas como las gastadas imágenes que sirven de soporte
pictórico al Equipo Límite, sólo que esas imágenes reverdecen en sus cuadros y las
palabras pierden más y más el poco significado que les queda. Lo más adecuado al
referirse a las Límite sería hablar de reciclaje y trivialidad, esencial en el
movimiento junk culture de los años ochenta. Ésa es su mayor
"transgresión" y la del arte actual desde Duchamp: inundar las paredes de las
galerías y Museos institucionales de "obscenidades" kitsch y
"provocaciones" camp, cuando no de puros excrementos. Peter Bürger constata en su Teoría de la vanguardia que "el arte se halla desde hace tiempo en una fase posvanguardista. Ésta se caracteriza por la restauración de la categoría de obra y por la aplicación con fines artísticos de los procedimientos que la vanguardia ideó con intención antiartística (...) como resultado de un proceso artístico. "En eso no ha sido muy distinta la revolución vanguardista de la comunista, ambas cosidas con idéntico hilvána conspirativo y deseo vengador de una injusticia histórica: ocupar ese lugar privilegiado, en el museo o en la historia, desplazando a sus decadentes y anticuados ocupantes. Si colocar en un museo una letrina industrial (Fuente, 1917, Readymade) y firmarla como obra de arte es una provocación que Marcel Duchamp convierte en acto subversivo y revolucionario, permitir y aceptar que permanezca como "obra de arte" en el museo -aunque el orinal original de Fuente se haya perdido-, es admitir que cualquier cosa es una "obra de arte" y que para ello sólo es necesario que el "artista" -conceptual o no- tenga esa "pretensión" llamada intención artística.3 Una "intención", que como P. Bourdieu apunta, "es en sí misma producto de las normas y convenciones sociales que concurren para definir la frontera, siempre incierta e históricamente cambiante, entre los simples objetos técnicos y los objetos artísticos" (...) y el museo artístico "la disposición estética constituida en institución".4 Una frontera tan lábil que comienzan a
desvanecerse los límites entre el objeto artístico y aquel que pretende emularlo para
sustituirlo por su copia: el simulacro kitsch. ¿No resulta curioso que tanto
para el kitsch como para el "creador" o demiurgo del arte contemporáneo lo que
más importa es el efecto? Para Abraham Moles: "El fenómeno kitsch
se basa en una cultura consumidora que "produce" para "consumir" y
"crea" para "producir", en un ciclo cultural cuya idea fundamental es
la de "aceleración"." La lógica que justifica esta paradoja es la
aceleración y acrecentamiento de la producción de creaciones artísticas consumidas por
una "inmensa minoría" con la fruición del bien escaso aunque excelso. Paradoja
de un bien que ni es tan escaso ni tan excelso, ya que el consumo de arte se ha hecho
preponderante en este fin de siglo, además del máximo signo de estatus cultural, casi
casi al mismo nivel de consumo cultural que las grandes marcas de moda: Hermés, Versace,
Gaultier, Moschino, Gucci, Paul Smith o "Wild Letal Trash" y los diseñadores de
muebles contemporáneos: Sottsass, Mendini, Iosa Ghini, Ph. Starck o Ron Arad;
convirtiendo a diseñadores y modistos en artistas contemporáneos menos efímeros que los
artistas conceptuales, pero igualmente admirados y hasta venerados por las mismas masas
consumidoras de bienes culturales y artísticos. ¿No expuso Sottsass en el Beaubourg con honores
de estrella del arte contempor neo al mismo nivel que Bacon y Beouys?
Otro ejemplo: Si, en este momento del arte, consideramos un acto artístico quasi sublime que Marina Abramovic se flagele en público con un látigo de siete colas y se crucifije con boas constrictor, mientras Rosita Amores canta "Tres veces guapa", no hay que olvidar que antaño fueron actos de expiación religiosa y hoy, en los clubes sadomaso gays un goce profano. Homologarlos al mismo nivel que obras de arte como Las Meninas o las naturalezas muertas de Cezanne es una verdadera provocación para incultos provincianos, que tratando de huir del kitsch acaban por caer, por eso de la vuelta y venganza de lo reprimido, allí mismo de donde huían: en el "mal", que es uno de los significados originales de la palabra kitsch: "el mal dentro del sistema de valores del arte". Eso de las "Nuevas Figuraciones Contemporáneas" No hay huida ni escapatoria. Con el objeto artístico transformado en "producto" como una nueva modalidad del kitsch, la infructuosa tarea que se impusieron las vanguardias de realizar la fusión mastica entre "arte y vida", lo resuelve la obra postmoderna con la obra kitsch como una forma de "arte de vivir". Oponer los cuadros del Equipo Límite, con sus límites reales al descubierto, su voluntad de "la pièce bien faite", a lo que queda de las vanguardias, que no es poco, a tenor de la proliferación de las "Nuevas Figuraciones Contemporneas",6 es de una osada pretenciosidad. Y más cuando se confronta con el arte del cuerpo, un "cuerpo artistizado" y suficiente, arte efímero hecho a base de la exposición de ese mismo cuerpo al dolor, convertido en arte para así redimirse con su expiación artística de su pretensión de ser arte mediante ese "goce", que diría Lacan. Sin entrar a valorarlo, lo que pinta el Equipo Límite no deja de ser una de las formas de arte más convencional, ese que respeta hasta sus propios límites físicos, mientras que lo que hacen los "instaladores" y perforamánticos conceptuales son "piececillas" más próximas a la agitación política o a las sectas de concienciación por el arte que a lo que tradicionalmente -y hasta la fecha- se entendió por arte. La suave ironía del Equipo Límite, con su
estallido colorista y el convencionalismo de su pulcra imaginería pop, contrasta y se
coloca en el limite formal con las llamadas artes visuales o las Figuraciones del
"exceso" corporal, el tipo de artefactos llamados por Harold Rosemberg
"objetos de ansiedad" ("anxious objects"), en el sentido de que tales
obras de arte ya no proporcionaban seguridad alguna de que sean obras de arte. Se sabe que el lenguaje de la estética kantiana
está basado en un rechazo de lo fácil. Lo simple y bonito es una forma de arte sin
profundidad, que ofrece placeres en exceso accesibles o infantiles, por oposición a los
placeres diferidos del arte legítimo. La satisfacción estética se constituye como
oposición y condena de las satisfacciones bajas, la oral y la sexual. Por tanto, es una
estética puritana, que condena todo aquello que excita la lubricidad del espectador ante
una contemplación estética espuria por repugnante. "Un "rechazo" -dice
Kant- que condujo al hombre desde las excitaciones puramente sensuales hacia las
excitaciones ideales, y, poco a poco, del deseo puramente animal al amor. Y, con el amor,
el sentimiento de lo que es puramente agradable se convirtió en el gusto de lo
bello." El Revival Pop del Equipo
Límite: ¿Y si los cuadros de las Límite fueran
representaciones de un deseo de conservar, no ya una parte de la infancia sólo
recuperable mediante su materialización artística, sino de dignificar salvaguardando
aquellos humildes objetos ligados a la infancia por la fascinación de lo destinado a
perecer con ella? Con la madurez, la insignia de sherif, el reloj de gomas y las gafas en
forma de corazones de Lolita color caramelo de fresa se desvanecen eclipsadas por el arte
serio, prestigioso, austero, opuesto por naturaleza a la artesanía de masas. Basura
frente a Gran Arte. Intranscendencia frente a trascendencia. Juguete frente a artefacto. Y
aún así, el mundo circundante se amplia y se artistiza, pues el objeto humilde del
"todo a cien" adquiere un aura de la que carecía antes de aparecer en los
cuadros de las Límite. Esa ha sido una de la virtudes del "Arte-Pop", hacer del
mundo trivial de consumo un museo cotidiano donde el paquete de detergente, el diseño del
basket de frutas y la página de contactos sexuales se ha contagiado de las virtudes del
arte legítimo, no siendo ni tan trivial el primero ni tan serio el segundo, pese a
quienes siguen manteniendo la distancia entre lo alto y lo bajo, por temor a que lo bajo,
excesivamente cercano a su estatus cultural, acabe por denunciar su impostura. ¿De que lado colocar el "Arte-Pop" del
Equipo Límite? Se plantea un problema conceptual a la hora de hablar del
"Neo-Pop" o "Neo-Kitsch" del Equipo Límite, ¿cuál es su posición?
La condescendiente de artistas pop como Warhol y Lichtenstein, enfrentados al cómic como
arte contemporáneo, o la postura ingenua de los Ronnie Cutrone o Rodney Allen Greenblatt,
tratando de resucitar los dibujos de su infancia perdidos con el paso a la adolescencia y
a una madurez imposible? Las Límite están más cerca de esa infancia
perdida de los artistas de los años ochenta que de la distancia y cinismo intelectual de
Andy Warhol, aderezada con la ironía posmoderna del que conoce la historia de las
imágenes populares y las leyes combinatorias del "bricolage" del que habla
Lévi-Strauss. |