Columna "Buenas Tardes" Gestos y actitudes de algunos escritores por Oreste Plath Diario "La Estrella" de Valparaíso, Chile, viernes 10 mayo 1991, p. 4
Evocando modos, cualidades, maneras de ser de algunos escritores, se recuerda a Mariano Latorre, Don Mariano, con sus finas corbatas, las que lucía muy bien, porque sabía el arte de anudarlas. Caminaba con corbatas de exposición. Eduardo Barrios, Don Eduardo, con su corrección en el vestir, era en traje de calle un gran señor y con la vestimenta genuina de huaso jinete, un rajadiablos. Benjamín Subercaseaux, sabiendo el nombre de cada puerto, de cada golfo y conociendo la loca geografía de Chile, cubría su recia estampa de vikingo con un poncho de cacique mapuche. Jenaro Prieto, jocoso, de bella barba, destacaba su cachimba y su humorismo, era humo y humor. Daniel de la Vega, el poeta, era otro fumador de pipa, de figura romántica que se la daba su chambergo y su corbata batiente. Augusto D’Halmar, envuelto en su capa española, con voz de barítono y el don de la palabra, contaba realidades, sueños y fantasías. Gabriela Mistral, con voz de rezo, no de rezaduría, como ella lo decía, estaba siempre atañendo al fondo mismo de las cosas. Pablo Neruda, con su voz arrastrada y soñolienta, se asemejaba a la de Gabriela Mistral, ambos Nobel, con un mismo dejo y decir profundo. Enrique Molina, Don Enrique, con la figura del Quijote, de finas manos y delgados dedos, estaba siempre sobándoselas con destreza o flexionando sus dedos. Jaime Eyzaguirre le daba movimiento a sus manos elevándolas y éstas adquirían un sentido religioso, sus dedos tomaban posiciones que adquirían formas góticas, ojivales. Ricardo Latcham se caracterizaba por su dedo, a medida que hablaba, encumbraba el dedo índice de su mano derecha y lo blandía como una varilla o lo erguía,, como queriendo alcanzar el cielo. Marta Brunet, tipificada por la forma de comunicarse, la manera de acoger, recibiendo o despidiendo con el vocablo Mijito. Y de esta misma manera cariñosa trataba Andrés Sabella, en el encuentro o por carta de Hermano, quien verdaderamente sentía la hermandad; y Juan Uribe Echevarría, saludando con su ostentoso ˇHola, Jefe!.
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