ANTES ME PARECÍA TODO BIEN |
ahora todo me parece
mal un teléfono viejo de campanilla bastaba para hacerme el sujeto más feliz de la creación un sillón de madera - cualquier cosa los domingos por la mañana me iba al mercado persa y regresaba con un reloj de pared -es decir con la caja del reloj- y las correspondientes telarañas o con una victrola desvencijada a mi cabañisima de La Reina donde me esperaba el Chamaco y su señora madre de aquel entonces eran días felices o por lo menos noches sin dolor de Hojas de parra (Santiago, Ganímedes, 1985)
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