Por qué te entregas
a esa piedra
Niño de ojos almendrados
Con el impuro pensamiento
De derramarla contra
el árbol.
Quien no hace nunca
daño a nadie
No se merece tan mal
trato.
Ya sea sauce pensativo
Ya melancólico naranjo
Debe ser siempre por
el hombre
Bien distinguido y
respetado:
Niño perverso que lo
hiera
Hiere a su padre y
a su hermano.
Yo no comprendo, francamente,
Cómo es posible que
un muchacho
Tenga este gesto tan
indigno
Siendo tan rubio y
delicado.
Seguramente que tu
madre
No sabe el cuervo que
ha criado,
Te cree un hombre verdadero,
Yo pienso todo lo contrario:
Creo que no hay en
todo Chile
Niño tan malintencionado.
¡Por qué te entregas
a esa piedra
Como a un puñal envenenado,
Tú que comprendes claramente
La gran persona que
es el árbol!
El da la fruta deleitosa
Más que la leche, más
que el nardo;
Leña de oro en el invierno,
Sombra de plata en
el verano
Y, lo que es más que
todo junto,
Crea los vientos y
los pájaros.
Piénsalo bien y reconoce
Que no hay amigo como
el árbol,
Adonde quiera que te
vuelvas
Siempre lo encuentras
a tu lado,
Vayas pisando tierra
firme
O móvil mar alborotado,
Estés meciéndote en
la cuna
O bien un día agonizando,
Más fiel que el vidrio
del espejo
Y más sumiso que un
esclavo.
Medita un poco lo que
haces
Mira que Dios te está
mirando,
Ruega al Señor que
te perdone
De tan gravísimo pecado
Y nunca más la piedra
ingrata
Salga silbando de tu
mano.
De Poemas
y antipoemas (Santiago, Nascimento,1954)
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