Lo cierto
es que yo iba de un lado a otro,
A veces chocaba con
los árboles,
Chocaba con los mendigos,
Me abría paso a través
de un bosque de sillas y mesas,
Con el alma en un hilo
veía caer las grandes hojas.
Pero todo era inútil,
Cada vez me hundía
más y más en una especie de jalea;
La gente se reía de
mis arrebatos,
Los individuos se agitaban
en sus butacas como algas movidas por las olas
Y las mujeres me dirigían
miradas de odio
Haciéndome subir, haciéndome
bajar,
Haciéndome llorar y
reír en contra de mi voluntad.
De todo esto resultó
un sentimiento de asco,
Resultó una tempestad
de frases incoherentes,
Amenazas, insultos,
juramentos que no venían al caso,
Resultaron unos movimientos
agotadores de caderas,
Aquellos bailes fúnebres
Que me dejaban sin
respiración
Y que me impedían levantar
cabeza durante días,
Durante noches.
Yo iba de un lado a
otro, es verdad,
Mi alma flotaba en
las calles
Pidiendo socorro, pidiendo
un poco de ternura;
Con una hoja de papel
y un lápiz yo entraba en los cementerios
Dispuesto a no dejarme
engañar.
Daba vueltas y vueltas
en torno al mismo asunto,
Observaba de cerca
las cosas
O en un ataque de ira
me arrancaba los cabellos.
De esa manera hice
mi debut en las salas de clases,
Como un herido a bala
me arrastré por los ateneos,
Crucé el umbral de
las casas particulares,
Con el filo de la lengua
traté de comunicarme con los espectadores:
Ellos leían el periódico
O desaparecían detrás
de un taxi.
¡Adónde ir entonces!
A esas horas el comercio
estaba cerrado;
Yo pensaba en un trozo
de cebolla visto durante la cena
Y en el abismo que
nos separa de los otros abismos.
De Poemas
y antipoemas (Santiago, Nascimento,1954)
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