EDAD DE
ORO
Un día u otro
todos seremos felices.
Yo estaré libre
de mi sombra y mi nombre.
El que tuvo temor
escuchará junto a los suyos
los pasos de su madre,
el rostro de la amada será
siempre joven
al reflejo de la luz antigua de la ventana,
y el padre hallará en la despensa la linterna
para buscar en el patio
la navaja extraviada.
No sabremos
si la caja de música
suena durante horas o un minuto;
tú hallarás -sin sorpresa-
el atlas sobre el cual soñaste con extraños países,
tendrás en tus manos
un pez venido del río de tu pueblo,
y Ella alzará sus párpados
y será de nuevo pura y grave
como las piedras lavadas por la lluvia.
Todos nos reuniremos
bajo la solemne y aburrida mirada
de personas que nunca han existido,
y nos saludaremos sonriendo apenas
pues todavía creeremos estar vivos.
De El cielo
cae con las hojas, 1958
También en: Muertes y Maravillas, 1961.
Versión corregida aquí consignada.