Las especies exóticas invasoras, es decir, aquellas plantas, animales u otros organismos que son introducidas a un nuevo territorio de forma accidental o intencional por el ser humano, son una amenaza a la biodiversidad de nuestro país y de todo el planeta. El principal peligro asociado a ellas radica en que pueden establecerse o naturalizarse sin ayuda humana y expandir su población y distribución en una zona, generando impactos negativos en los nuevos ecosistemas y en las especies nativas que los habitan.
Un reciente estudio del Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB) de la Universidad de Concepción, determinó que hoy existen 1.122 especies introducidas y naturalizadas en Chile, organismos que representan además una amenaza potencial para la seguridad alimentaria, la salud y el bienestar humano. Para enfrentar este escenario, un grupo de investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) desarrolló un sistema de clasificación para predecir el grado de invasividad de las especies exóticas, el cual fue publicado por la Revista Neobiota.
El trabajo fue liderado por el académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile e investigador del IEB, Ramiro Bustamante, quien trabajó junto a un equipo de científicas de su laboratorio: Lúa Alves, Milen Duarte, Estefany Goncalves e Ileana Herrera. La investigación se focalizó en el estudio de 49 especies de hierbas representativas de la flora exótica de Chile.
El análisis consideró dos elementos claves: los nichos climáticos y el nicho climático global. El primero se define como el conjunto de condiciones climáticas dentro de las cuales una especie es capaz de persistir y mantener una población estable. Así, una vez que una especie exótica llega a un nuevo territorio, el clima es la primera barrera que debe superar para establecerse y extenderse. El nicho climático global, en tanto, es el conjunto de condiciones climáticas que una especie exótica puede ocupar considerando la totalidad de los registros en que su presencia ha sido detectada. La proyección de este nicho en el espacio geográfico nos puede dar una idea de cuál sería su distribución potencial, más allá de sus rangos nativos (distribución global).
“En este trabajo lo que hicimos fue caracterizar el nicho global climático de las 49 especies exóticas estudiadas, considerando todas las condiciones ambientales. También estudiamos sus condiciones hídricas óptimas. Luego hicimos una simulación para ver cuál sería la distribución geográfica que esas especies podrían llegar a tener en Chile, cálculo que nos da una idea del éxito que estas plantas tendrían como invasoras”, comenta Ramiro Bustamante, quien destaca que el estudio constituye un aporte a la generación de conocimiento científico y la toma de decisiones en el área medioambiental, que incluyen el correcto manejo de las especies exóticas y sus impactos.
Hierbas invasoras en Chile
¿Cuáles fueron las especies con más alto nivel de invasividad según este modelo predictivo? Dentro de las 49 especies de hierbas exóticas analizadas, se determinó que 20 tenían un alto potencial invasivo. Sin embargo, se estableció también que el grado de invasividad de una especie y su potencial capacidad de propagación a nuevos territorios no significaba necesariamente que ésta tuviera un impacto negativo, ni que existiendo estos impactos, estos fueran proporcionales a la capacidad invasiva de la especie.
Es por esto que, dentro de las 20 plantas seleccionadas, se identificaron 12 que además de tener una alta capacidad invasora, poseen características que las transforman en probables generadoras de impactos negativos. Estas especies son: heno (Aira Caryophyllea), cebadilla (Bromus catharticus), cardo (Cirsium vulgare), y alfilerillo (Erodium cicutarium), cuyas poblaciones son ya más abundantes que las de plantas nativas. Dentro de la lista también se incluyó a la campanilla (Convolvulus arvensis), ñilhue (Sonchus asper), identificadas como malezas o plagas de cultivos. Otras especies fueron: alfalfa (Medicago sativa), cola de zorro (Polypogon mosnpeliensis), esparcilla (Spergula arvensis) y el quilloi-quilloi (Stellaria media), todas ellas causantes de efectos alelopáticos, es decir, de fenómenos biológicos que las hacen producir uno o más compuestos bioquímicos que influyen en el crecimiento, supervivencia o reproducción de otras especies. Finalmente, otras plantas con potenciales efectos negativos identificadas son cola de ardilla (Hordeum jubatum), cerraja (Sonchus asper) y arvejila vellosa (Vicia villosa), venenosas para el ganado.
Respecto a la invasividad, el científico de la Universidad de Chile explica que la amplitud de nicho –que se obtiene a partir de las temperaturas más altas y más bajas en que puede vivir una cierta especie– es un atributo importante para predecir el potencial invasor de las especies. “Por ejemplo, Spergula arvensis, es una especie que tiene un tremendo potencial invasor y que puede ocupar prácticamente todo Chile. También tenemos plantas como Aira caryophyllea, proveniente de Europa, similar al bambú, o Bromus catharticus, que son realmente preocupantes”, comenta el investigador.
Ramiro Bustamante advierte que es importante entender que el grado de invasividad de una especie exótica es una condición necesaria, pero no suficiente para predecir los impactos ecológicos de las especies exóticas. “Es necesario avanzar hacia estudios de impacto ecológico, un área de investigación que en Chile tiene poco desarrollo. Así estaríamos en línea con la Estrategia Nacional para la Biodiversidad del Gobierno de Chile, la cual en sus objetivos centrales para el manejo de especies exóticas, propone estudiar el riesgo ambiental, que incluye estudiar invasividad e impacto simultáneamente”, detalla.
Por esta razón, el investigador sostiene que estos resultados son un insumo muy relevante para la gestión de especies exóticas, y para construir herramientas que permitan jerarquizar y priorizar sobre cuales especies debemos focalizarnos y, de esta manera, aportar a la toma de decisiones. Considerando el cambio climático global, Ramiro Bustamante explica que también es posible realizar simulaciones a futuro para analizar cómo podrían distribuirse estas especies y estudiar su potencial impacto en los territorios.
“Sería importante que este tipo de trabajos estuviera en manos de los ministerios de Agricultura y Medioambiente, entre otras instituciones y autoridades, para apoyar su gestión con conocimientos que provienen de científicos y universidades chilenas”, finaliza.