In Memoriam:

El apoyo inolvidable y sonriente de Luis Henríquez

In Memoriam: Luis Henríquez
Luis Manuel Henríquez Escobar, de 71 años y ex funcionario de la Universidad de Chile, falleció el 29 de julio después de una larga y valiente lucha contra una enfermedad pulmonar. En sus 40 años de servicio ocupó varios puestos, entre ellos, el de operador en el Centro de Computación del CEC en Ingeniería en los años 70.
Luis Manuel Henríquez Escobar, de 71 años y ex funcionario de la Universidad de Chile, falleció el 29 de julio después de una larga y valiente lucha contra una enfermedad pulmonar. En sus 40 años de servicio ocupó varios puestos, entre ellos, el de operador en el Centro de Computación del CEC en Ingeniería en los años 70.

Los mensajes de despedida de Luis Henríquez tienen varios elementos comunes: su buena voluntad, la paciencia para explicar y su sonrisa. “Era una persona muy alegre, preocupado por su gente y un buen amigo. Además, tenía unas historias de vida muy interesantes”, recuerda Pedro Muñoz, uno de sus ex compañeros de trabajo en Soporte Técnico de la Vicerrectoría. 

La noticia impactó el lunes 29 de julio, Luis Manuel Henríquez Escobar, de 71 años, falleció después de una larga y valiente lucha contra una enfermedad pulmonar. “Su partida -contó Pedro Muñoz- nos deja un gran vacío, pero también nos deja recuerdos inolvidables de su amistad, dedicación y alegría”.

Lucho, quien jubiló en 2021, marcó huella en más de 40 años de servicio para la Universidad de Chile. Fue uno de los primeros operadores en el Centro de Computación del CEC en Ingeniería. “En los años setenta en que el uso y la operación de los inmensos y complejos "mainframes" necesitaban del trabajo colaborativo entre programadores y operadores, Luis Henríquez se distinguió, tanto por su conocimiento y capacidad técnica, como por su espíritu de servicio y cooperación”, cuenta Juan Álvarez programador de sistemas del Centro de Computación de la Universidad de Chile en los años setenta y actual  académico del Departamento de Ciencias de la Computación.

José Miguel Piquer, ex vicerrector de Tecnologías de la Información recuerda que a comienzos de los '80, el CEC ocupaba todo el segundo piso del edificio de Blanco Encalada 2120 (entrada inexistente en el hoy "edificio norte" de Beauchef 850) y prácticamente todo el primer piso también. Unas pocas oficinas del primer piso eran todo el DCC. El CEC era tan grande e importante que el Edificio siempre se conoció como "el Edificio de Computación".

En ese segundo piso estaba el gigantesco IBM/370 que ocupaba casi medio piso, encerrado en una sala climatizada, con piso falso y lleno de equipos misteriosos, como cintas magnéticas, discos del porte de una lavadora de ropa y "controladores", impresoras y paneles de ciencia ficción.

En ese espacio privilegiado, dice Jo Piquer,  “sólo podían circular unos seres con poderes superiores y permisos especiales, llamados "operadores". Nosotros, los seres humanos vulgares (y aún más vulgares, los estudiantes) sólo podíamos mirar por unas ventanillas y, con suerte, conversar con alguno de ellos. Yo, era unos de los pocos estudiantes del magister en computación, y en general nos conocían. Demás está decir que estos "operadores" no eran las personas más acogedoras del sistema, y una parte importante de su misión era ordenar y procesar los requerimientos de correr programas en orden de prioridad. Por supuesto, la peor prioridad era para los estudiantes”.

Sin embargo, Lucho Henríquez destacaba, dice el académico Piquer. “Siempre dispuesto a ayudar, siempre sonriente y amable, tengo los mejores recuerdos de él en esos años. Para mí, cultivar la amistad de un ser superior, que incluso me dejó entrar a la sala de computadores (ya no recuerdo para qué, sólo recuerdo el impacto de pisar esos suelos elevados, de sentirme en el privilegio máximo de haber entrado a una especie de nave espacial), fue siempre algo que sentí como un privilegio, del cual me sentía muy orgulloso”.

“Su buena disposición para apoyar, siempre con simpatía y humor, serán siempre recordada por los que tuvimos el privilegio de trabajar con él en aquellos años en que incluso había que trabajar en sacrificadas sesiones nocturnas”, agrega el académico Álvarez.

Los que lo conocieron lo recuerdan por su buen humor. “Él fue quien me enseñó a responder las bromas sin achicarme, le gustaba meter cizaña cuando peleaba con el Peter, me enseñó varios trucos en la pega y fue el precursor de tantas tallas. Lo principal es que fue un excelente amigo”, rememora su ex colega Priscilla Valdés. 

Directo y sincero, el ex vicerrector Piquer cuenta que cuando llego a hacerse cargo de la Dirección de Tecnologías de la Información, recibió la visita de Luis Henríquez. “Cuando recién llegué, vino personalmente a saludarme a mi oficina, y me preguntó directamente: ¿Qué viene a hacer acá? Esto es fome y aburrido, ¡Mucho mejor su vida de académico!. Traté de explicarle mis razones, pero quedé con la sensación de que no lo logré, que siempre quedó con la impresión de que yo cometí un terrible error…”

En sus colegas y amigos se atesoran las memorias. Las buenas y largas conversaciones, dice Daniel Espinoza. “Lo recuerdo como un gran compañero de trabajo y persona”, dice Marilyn Muñoz y “con gran disposición a ayudarnos, dice Teresita Olivares. “Muy buenos recuerdos de cuando trabajamos juntos en la Chile, siempre atento, siempre alegre”, cuenta Fernando Carlin y Orlando Moya que comenta que conoció a “Luis en el CEC (DCC en Beauchef), siempre alegre, siempre dispuesto a colaborar, con un alegre y divertido anecdotario que añadía humanidad al hardware y al software que lo rodeaba”.

Al final un ejemplo de voluntad, amabilidad y servicio. “Tengo muy bonitos recuerdos de gratas conversaciones cuando nos visitaba para asesorarnos...se demoraba 5 minutos pero con su simpatía y amabilidad su visita se alargaba”, destaca Marcela Cantariño .

Una anécdota del propio Lucho. 

Era bromista y el mismo lo reconocía. “Recuerdo hace algunos años, cuando trabajaba en Ingeniería  y usábamos un mainframe en donde se desarrollaba el proceso de la Prueba de Aptitud Académica (PAA)", dijo Luis Henríquez en una reportaje sobre la “Capa 8”. 

“Yo era operador de consola y además habían 3 o 4 operadores periféricos. Uno de ellos se paró detrás de un gran tablero desde donde donde comandaba el computador, y otro compañero, que era nuevo, estaba 'leyendo' las tarjetas de respuestas de la PAA. Entonces quisimos hacerle una broma, apretando el botón de stop, que detenía la lectura de las tarjetas, sin que él se diera cuenta", contó en esa oportunidad.

"Cuando lo hicimos, él nos miró y le dijimos 'dale una patadita a la lectora porque tiene unos sensores malos'. Nuestro compañero (confiando en que lo que le decían era cierto) le dio una patada, y en ese momento mi otro compañero, que estaba de espaldas en el tablero, presionó el botón start y retomó el funcionamiento" añadió  Luis. Al rato volvieron a hacer lo mismo, invitando a su colega a golpear aún más fuerte la máquina de lectura, cosa que él hizo.

"Por cosas de la vida, al rato entró el director de ese momento con unos periodistas, mientras les contaba cómo funcionaba el sistema de la PAA. Y para mala suerte, justo se detiene la lectora (esta vez en serio), y va este tipo y comienza a patear la maquina para hacerla funcionar otra vez", recordó riendo.

Por supuesto, esto provocó la ira del director (que tenía fama de mal genio) y un gran reto para el compañero en frente de los visitantes. "Ese era uno de los más grandes y más importantes mainframe que había en Chile en ese momento, y mi colega lo estaba pateando como si fuera normal (...) A pesar de todo, nuestro compañero fue super solidario con nosotros y, aunque nos reclamó, nunca nos delató ante la jefatura".

Lucho sigue siendo parte de la historia de la computación de la Universidad de Chile.