“A mí me diagnosticaron el 2019 en abril, y el diagnóstico llegó de una forma bien particular, ya que no fue por un gastroenterólogo que identificó que yo tenía un problema gástrico sistémico producto de una inflamación. Yo estuve muchos meses en urgencias, en traumatólogos porque tenía mucho dolor de espalda en la zona lumbar y nadie identificaba qué pasaba. Me tapaban en analgésicos y el dolor no pasaba, me revisaba mi kinesiólogo y me decía ‘sabes que no sé, hay algo pero no es motor’. Y luego empezó a revisar otras enfermedades asociadas que yo tenía como mi hipotiroidismo, pero del tipo autoinmune. Y me dijo ‘¿Cómo va tu consumo de harina?’”.
Este es el testimonio de Valentina Licanqueo Espinosa, internacionalista egresada de la Universidad de Chile, quien desde hace seis años vive con enfermedad celíaca. La también colaboradora en Diplomados del Instituto de Estudios Internacionales (IEI) de la U. de Chile relata que desde ese minuto, su vida dio un giro en 180 grados:
“Yo tenía 22 y luego de una vida de comer de todo comencé a restringirme, primero desde el desconocimiento. Empecé a comer cosas que directamente no tenían harina, como pan, fideos, pero luego empecé a darme cuenta que era más complejo que eso, porque estaban las trazas, estaba la contaminación cruzada. Al final fue un proceso de convencerme que la alimentación era mi propia medicina, porque no hay nada más que trate la celiaquía en sí, fuera de apoyarse con nutrientes, con suplementos, etc.”, comenta la egresada Uchile.
Hace más de 70 años se descubrió que el gluten presente en los cereales era la causa de la enfermedad celíaca, patología crónica que se caracteriza por provocar daño en el intestino delgado debido a la inflamación por ingesta de trigo, cebada o centeno. Una condición que hoy afecta a un 1% de nuestra población aproximadamente, y que sigue estando subdiagnosticada.
Consumir ácidos grasos n-3: una alternativa para disminuir la inflamación
Estas cifras ponen el acento en esta patología cada vez más popular en Chile, que implica evitar cualquier producto derivado del gluten y balancear los altos costos de esta dieta. Es por eso que una investigación U. de Chile avanza en la búsqueda de tratamientos para mejorar la calidad de vida de dichos pacientes.
“Hemos visto que los ácidos grasos omega 3 son capaces de modular y reducir la respuesta inflamatoria. Y en ese contexto, la suplementación con ácidos grasos poliinsaturados n-3 (PUFAs) en pacientes celíacos recientemente diagnosticados puede ser una alternativa bastante eficiente”, señala Rodrigo Valenzuela, director del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, quien participa en un estudio encabezado por la profesora de nuestro plantel, Karla Bascuñán.
¿Y por qué hoy día hay tanto interés? “Porque se ha visto que estos ácidos grasos no solamente influyen en el hígado”, explica el profesor Valenzuela, “o en la composición de la sangre, la respuesta inflamatoria per se, sino también se ha visto que influyen en la microbiota. Son capaces de modificar la calidad de la microbiota y el tipo de microorganismos que conforman la microbiota. Y eso es algo súper interesante porque estos ácidos grasos tendrían efecto a nivel intestinal, a nivel hepático y al nivel de las células que conforman la respuesta inflamatoria del propio intestino”.
Los principales alimentos ricos en estos ácidos grasos son pescados y mariscos, los cuales ayudarían a modular la función de las células inmunitarias, la producción de citocinas, y por ende, la inflamación crónica que deriva en otros problemas a la salud, explica el profesor Valenzuela: “Los pacientes con enfermedad celíaca empiezan después a eliminar otros alimentos, porque el proceso inflamatorio es tan exacerbado, comienza a alterarse, por ejemplo, la digestión de la lactosa, de la sacarosa, de proteínas de origen animal, de las proteínas de las legumbres, de muchos vegetales. Entonces, al final su dieta se vuelve extremadamente monótona, ellos se aburren y ahí viene la trasgresión alimentaria y pueden estar varios días comiendo ni siquiera pan de trigo, sino que comiendo huevo, legumbre, comiendo un pedazo de queso y pum, empiezan con problemas”.
Y profundiza: “Por lo tanto, al consumir estos ácidos grasos, perfectamente lo que se puede hacer es contribuir a mejorar la calidad de esta microbiota, que se asemeja cuando la gente consume lácteos fermentados como el kéfir o el yogurt de pajarito, también muy de moda hoy. Hoy día, en base al proyecto que está ejecutando Karla, se recomienda este tratamiento apenas se diagnostica la enfermedad, porque además apenas se diagnostica es más fácil poder realizar un tratamiento, una intervención”.
Desafíos económicos y de acceso a productos sin gluten
Sin embargo, debido a los costos de dichos productos marinos que no siempre van a la par con nuestro bolsillo, una alternativa para consumir ácidos grasos son los suplementos nutricionales. Para Licanqueo, esto encarna una de las grandes preocupaciones que persisten en la cotidianidad de una persona con celiaquía: la oferta variada, rica, nutritiva y accesible a productos sin gluten.
“Por un lado el costo de los productos sin gluten realmente es alto, se nota la diferencia cuando uno pasa de una dieta regular a una sin gluten, y como tú dices, la mayoría de los productos son altamente procesados. De hecho, si uno revisa en cuanto a los logos que tienen las cosas sin gluten, generalmente tienen tres o cuatro. Porque para compensar que estas propiedades que tiene el gluten se reemplaza con mucha grasa, con mucha azúcar, entonces hay que tener mucho cuidado con el consumo. Por otra parte, las harinas, las premezclas con las que uno puede puede conseguir un pan o una masa que sea rica, agradable de comer y que quede sabroso son muy caros. Y también comer afuera responde a ciertos sectores socioeconómicos bien particulares, porque todos los locales sin gluten generalmente están de Providencia hacia arriba, en Vitacura, en Las Condes, o La Reina, son lugares que generalmente están más distante”, relata Licanqueo.
La experiencia vivida por la egresada Uchile es compartida por la Doctora Magdalena Araya, gastroenteróloga y académica del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la U. de Chile, quien también participa del estudio sobre ácidos grasos junto a los profesores Bascuñán y Valenzuela. En otra investigación realizada en 2022 y en la cual participó la Doctora Araya, se comparó una canasta básica de alimentos con su versión sin gluten, revelando que esta última tiene un costo 57% mayor, especialmente en la categoría de panes, cereales, pizza y pasta.
Además, el estudio -realizado en colaboración con la Facultad de Medicina Uchile y la Corporación de Apoyo al Celíaco (COACEL)- evidenció que los productos sin gluten contienen proteínas de menor calidad y más grasas, pero el etiquetado no da cuenta de esta información ni sobre el contenido de vitaminas y minerales, lo que subraya la necesidad de una evaluación nutricional adecuada para quienes requieren esta dieta.
Estos son algunos de los desafíos que envuelven la cotidianidad de personas que viven con celiaquía, quienes también se ven expuestos a los prejuicios que señalan esta dieta como una “moda” o “exageración”. Sobre lo mismo, Valentina Licanqueo Espinosa puntualiza: “No es una tendencia. Y creo que también hay algo que yo me he tomado muy personal y es posicionarlo desde la inseguridad alimentaria a la que nos vemos expuestas las personas diagnosticadas con celiaquía, que es bien importante porque está la dificultad de acceso, por los altos costos, la disponibilidad y también estas dinámicas están mediadas por otras condiciones no solo socioeconómicas, sino geográficas”.
Si quieres saber más al respecto, te invitamos a revisar el capítulo 172 de Universidad de Chile Podcast. Ya disponible en Spotify, Tantaku, Apple Podcast y YouTube.