Marco electoral

Santiago, 26 de Enero de 2005

Entre los muchos defectos de que adolece nuestro sistema electoral, destaca con nitidez su incapacidad para brindar una más aceptable oferta al electorado nacional. Por ejemplo, los candidatos a parlamentario se deciden a puertas cerradas, y tales decisiones son más que nada producto de negociaciones e intercambios al interior de conglomerados de partidos donde no necesariamente prima el interés por el futuro de las circunscripciones y regiones. Ciertamente, tampoco resalta el atractivo de programas e ideas que los respectivos candidatos puedan privilegiar para beneficiar al electorado. Se pide, por el contrario, militancia en el partido como primera condición, obedeciendo a una lógica de los años sesenta que ciertamente resulta atractivo a personas que están con sus ideas en décadas pretéritas. No se impulsa la independencia de pensamiento, no se privilegian las ideas o propuestas originales, ni tampoco se estimula el interés por el servicio público como condiciones sine que non para ocupar un sillón senatorial o de diputado.

Se trata, al mismo tiempo, de maximizar la votación partidaria, para lo cual se encuentra que la disposición mediática del candidato es lo primero, no importa si adolece de otros problemas. Un buen número de denuncias, varias frases altaneras, algunas acusaciones sin fundamento, y posiblemente algún nexo con el mundo de la farándula, son antecedentes de sólido peso para adquirir una nominación. No se ofrecen al pueblo conductores de ideas, sino simplemente productos ya probados por la gran capacidad de soportar y las bajas demandas del electorado nacional. El resultado es, primero que nada, la existencia de una significativa abstención: ya que da exactamente lo mismo lo que decida cada uno en la urna , el actual sistema implica que otros (los partidos y agrupaciones) eligen por nosotros. Lo segundo, es que no existen incentivos para que los jóvenes participen, ya que dan lo mismo las ideas y sueños, expresados en programas y propuestas, sustituidos por las ambiciones que envuelven los pactos y permutas. Lo tercero es que, con muy honrosas excepciones conocidas por el país y el electorado, la oferta que presentan los partidos no refleja lo mejor de Chile, como lo merecería nuestra democracia y su sustentabilidad.

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