Diálogo de sordos

Santiago, 10 de Diciembre de 2003

Nuestra sociedad se ha ido caracterizando cada vez más por la ausencia de diálogo suficiente sobre las múltiples materias que la afectan. Como una causa, la educación se ha ido restringiendo a constituir un puro proceso formal de entrega de conocimientos, con escasas posibilidades de que el proceso aliente el natural cuestionamiento sobre contenidos muchas veces controvertidos en su fondo y en su forma. Hoy, cuando los jóvenes tienen acceso a una red mundial de conocimiento e información, la sala de clases debe pasar a ser cada vez más irrelevante como fuente de entrega de conocimiento nuevo. La sala debería, más bien, ser el lugar de análisis en donde se generen las preguntas que los jóvenes investiguen en la red, en donde se discutan las probables respuestas, y en donde se instruya acerca de los métodos más adecuados para procesar y acumular información. El rol de la escuela y del docente es ahora distinto a todo nivel educacional y en la medida en que las murallas de las entidades educativas tradicionales están siendo virtualmente derribadas por los nuevos medios informacionales. Y se fomenta la ausencia de diálogo suficiente cuan do la escuela no cambia, cuando se continúa diseñándola como la única fuente de entrega de conocimiento y cuando el rol del docente sigue siendo concebido como el "pasador de materia". El diálogo intergeneracional se empobrece rápidamente, así como la incomunicación a nivel social se desarrolla como la más preocupante característica de una sociedad que necesita dialogar sobre sus acuerdos, su futuro, sus propuestas y que, por el contrario, educa en un "diálogo de sordos".

Pero no sólo es lo anterior lo más preocupante. Resulta evidente que los niños más pobres no tienen igual acceso a los medios comunicacionales que aquellos que cuentan con recursos. Entonces sucede que la educación cada vez desventaja más a los más desposeídos: a ellos les resulta más difícil educarse por la menor disponibilidad de recursos escolares, pero también porque la metodología que les es mayormente aplicable es la tradicional, apegada al conocimiento antiguo, más que a la innovación presente. Ello contribuye al diálogo de sordos que pende como una clara amenaza sobre nuestra sociedad. Por ello, junto con modernizar las metodologías y los currículo, es urgente que se proporcionen más recursos a la educación que se entrega a los más pobres, para cerrar la brecha con verdadera decisión y promover una sociedad de diálogo y oportunidades.

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