¿Cuánto más Brutal?

09 de Mayo de 2002

No se puede seguir cerrando los ojos ante situaciones de conflicto permanente y que profundizan los variados problemas sociales y económicos que enfrenta Chile. Nuestra sociedad debe reconocer que un conjunto de medidas más coherentes con respecto al financiamiento de la educación superior, muy especialmente de sus estudiantes es urgente. Todos los años, alrededor de estos meses, cunde la protesta estudiantil que, aunque también prodigada por factores políticos, surge de la desesperanza con la que muchos observan su futuro personal. Los mismos a quienes les hemos dicho que ningún joven capaz quedará sin estudiar, porque el país los necesita. Los mismos que han tenido la suerte, al menos, de sobrepasar las barreras de inequidad que origina la muy desigual calidad de la educación básica y media. Los mismos que, aún siendo favorecidos por un crédito escaso, se desempeñan en instituciones que no tienen los medios para atender en forma adecuada sus otras múltiples necesidades económicas, sociales y de salud. ¿Qué respuesta debemos dar a sus demandas?; ¿Cómo explicarles que estamos cerrando su paso al futuro?; ¿Cómo decirles que en realidad esto no constituye un problema central para nuestra clase política, y que el futuro del país se hipoteca sin cuestionamiento?; ¿Cómo explicar al futuro que nuestra preocupación por la calidad de la educación se reduce a dejar al libre arbitrio del mercado algo en el que nuestra sociedad debe ejercer políticas más activas?

En nuestra clase política existe una mayoría que estudió gratis en la Universidad. Muchos estudiamos gratis toda nuestra vida. Aunque los tiempos son ahora diferentes, las restricciones mayores, y la abundancia de estudiantes en instituciones de educación superior parece sin límite, existen alternativas para recuperar la atención sobre calidad y equidad. Sobre esto se protesta todo el tiempo. Muchas veces mal articulado, otras tantas con innecesaria agresividad, la protesta juvenil cunde en la misma medida en que no se proporcionan respuestas a las graves preguntas que prevalecen. ¿Cuántos más estudiantes heridos y enfrentamientos inútiles tendrán que haber? ¿Cuántas más oportunidades para grupos extremistas habrá que crear? ¿Cuánto más desgaste para nuestra sociedad que se encamina, de este modo, a un nuevo abismo sin salida?; ¿Cuánto más brutal tendrán que ser nuestras contradicciones y graves desasosiegos?

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