Solemne Fracaso

07 de Noviembre de 2001

Los resultados económicos de Chile, son pobres, su marco internacional se deteriora en forma indetenible, y las consecuencias se observan en el alto desempleo, el estancamiento de los salarios reales y las profundas aprensiones de la gente. Prevalece una agudización de nuestros males sociales, y se reproducen ahora nuestras angustias estructurales más graves: el abandono de la pobreza y la fragilidad de nuestra formación educacional y valórica. Existe una mirada negativa sobre las cosas, y las culpas se atribuyen con verdadera pasión, aunque con poca conciencia. Indudablemente, un momento difícil, que precisa señalar caminos de salida puesto que la situación no perjudica sino al conjunto del país y a su futuro. Se trata de un desafío serio y vital, que necesita de una muestra de generosidad de parte de todos los sectores y líderes, una tarea que legará para el futuro o bien un resultado vergonzoso o bien un quiebre positivo.

Pero el debate electoral, por ejemplo, se encamina a través de planteamientos poco sustantivos; predominan las fotos de estudio, la estridencia de un gasto que parece burlarse del ciudadano medio, los slogans que suenan bien. Pero nada en ideas, en planteamientos frente a lo que necesitamos hoy para enfrentar nuestros días. Los liderazgos han preferido, más bien, descalificarse mutuamente, acusarse en forma irreconciliable, utilizar el lenguaje duro de los débiles, pero no abrir las instancias para un debate que le dé solución a los temas del país. Desde arriba se sienten presiones, cada cual para justificar su pedazo de poder, y para evitar lo inevitable. El país observa esto con estupor y desagrado: nada mejor para probar esto que la abstención real de los jóvenes y el creciente rechazo a esta forma de hacer política, de dirigir y de brindar opciones. Todo esto no prueba más que un solemne fracaso en el camino que se había emprendido; a la menor prueba se ha retrocedido, pese a la decisión mostrada a nivel del jefe de Estado. Será necesario abrir espacios a nuevos entendimientos, construir nuevas ideas y cambiar rostros, para poder reedificar lo destruido, cambiar el espíritu negativo que se expande como una peste, y sustituir la forma pequeña y superficial de hacer política por una más noble, con responsabilidad mirada hacia el país y su futuro.

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