La democracia no es un juego.

25 de Julio de 2001

Consolidar la democracia debe constituir uno de los grandes objetivos políticos de Chile. En su sentido más amplio, se trata de profundizar y extender los mecanismos democráticos para así constituir una base de desarrollo sustentable en lo político y social. Nuestra sociedad enfrenta problemas muy complejos, que se enraízan en nuestra condición de país pobre y subdesarrollado; pero no en una situación de falta de perspectivas futuras, ya que Chile ha probado ser capaz de sostener una senda de expansión con visible éxito. Las bases para consolidar una democracia están allí, en el sentido material, pero falta la conducción y el convencimiento real para conseguirlo. Indudablemente y las organizaciones sociales, que más bien están concentrados en sus temas de corto plazo, y más bien eludiendo la verdadera responsabilidad que les compete en esta transición indispensable para el Chile que se desea como proyecto común.

Día a día observamos un gran énfasis en la democracia formal, pero escaso en la democracia real. Interesan más bien nuestros arreglos y convicciones en torno a imponer, más bien que aquellas destinadas a escuchar y convencer. Predomina la violencia frente al argumento, el odio resentido e ideológico en contraposición a la apertura de sendas de entendimiento. La descalificación, la denuncia, el torpe arreglo electoralista, el oportunismo, las decisiones cupulares, todo eso es lo que abunda, frente a una ciudadanía cada vez más desconfiada, y en peligro de caer en decisiones volátiles. Por cierto, no es un país carente de ideas aquél que logrará salir adelante. No lo será por ello un país con una educación mediocre y con una verdadera descalificación de la investigación. No lo será tampoco un país que no valora de verdad el arte y la cultura, y en donde la política pública se permea más bien por las visiones de estrechos horizontes. La democracia no puede servir para objetivos subalternos; no es un juego para unos pocos que disfruten del poder, sino que una responsabilidad que nos atañe a todos. No es sólo el discurso sobre su recuperación lo que importa, sino más bien la capacidad real para sostenerla, protegerla y hacerla crecer como parte del anhelo nacional.

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