Vergüenza Nacional

16 de Agosto de 2000

Más de un 50% de los integrantes de la fuerza de trabajo chilena son analfabetos funcionales. Eso significa que no comprenden lo que leen, son incapaces de aplicar los conceptos escritos que descifran leyendo. Es una evidencia aplastante que en otras condiciones desataría un verdadero escándalo nacional. ¿Qué ha producido nuestra educación? La situación es aún peor: los resultados correspondientes a los estudiantes incluidos en la muestra del estudio de la Universidad de Chile dicen que más de un 20% de ellos no alcanza estándares mínimos a nivel internacional. Asimismo, de entre quienes han pasado por la educación superior, casi un 20% se encuentra en un nivel mínimo de rendimiento. Es decir, el reciente estudio encargado por el Gobierno proporciona evidencia dramática sobre los graves defectos de nuestra educación. Con las características reveladas por el estudio se puede decir que nuestra educación no ejerce resultados positivos suficientes en materia de calificación de la fuerza de trabajo. ¿Qué futuro puede de verdad tener una economía con una fuerza de trabajo tan notoriamente desventajada?

Esta situación imposibilita al país para alcanzar sus sueños de modernización, inversión y crecimiento. Quizás lo más impactante, sin embargo, es la virtual indiferencia con que se ha acogido esta mala nueva. Por una parte, parecemos seguir dispuestos a más de lo mismo en materia educacional y de capacitación. No existe un análisis crítico orientado a un cambio en la situación existente, el cual sólo podía tener lugar en algunos años si se adoptaran acciones concretas hoy. Pero nuestros políticos no están mirando decisiones de efecto temporal dilatado, sino principalmente aquellas que se concentran en la coyuntura, en lo vistoso de las acciones puntuales. Por otra parte, es de destacar la indiferencia de los medios para dar a conocer esta situación y provocar una discusión sobre sus graves implicancias, superior en efecto al impacto de los pequeños o grandes sobresaltos noticiosos a que se nos tiene acostumbrados. ¿Será porque efectivamente no somos ni siquiera capaces de entender las graves implicancias de la situación? ¿Será porque esta vergüenza nacional ya ni siquiera nos importa en medio de justificaciones desproporcionadas? Como quiera que sea, nuestro discurso de futuro se estrella contra una oscura realidad presente que parece no queremos efectivamente modificar.

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