Arrinconar al violentismo

19 de Abril de 2000

En nuestro país los temas de discusión son usualmente agendados por las noticias aparecen y desaparecen de la discusión pública en forma concordante con su relevancia noticiosa. Sirven, más que nada, para dar lugar a algunas declaraciones y permitir la aparición de algunos actores en los medios, pero luego tales temas pasan a ocupar una digna inexistencia. Grave cosa en un país que debe determinar prioridades y modos de ación en temas complejos y de larga duración.

Eso ha pasado, ni más ni menos, con los temas relativos a la violencia. Ella se ha manifestado gravemente a nivel de instituciones educacionales, en fiestas de "mechoneo" y en forma masiva en niveles de ingreso relativamente altos. Por cierto, las luchas entre pandillas, los actos delictuales con violencia, o el maltrato en l hogar a mujeres y niños, son también parte destacada en divulgaciones que interesan más por razones de morbosidad que por su incidencia maligna en nuestra calidad de vida. Los diagnósticos abundan, yendo desde la existencia de una crisis de valores de nuestra sociedad hasta la presencia de medios de comunicación que cultivan o ensalzan las prácticas violentas. Lo válido de diagnósticos alternativos no lleva, sin embargo, a acciones determinadas, ya que la misma precisaría ser sostenida en el tiempo. Y el tema pronto será sustituido por otros, en este navegar infinito de problemas que aparecen y periclitan en la medida de su interés noticioso.

Es indudable que se necesita una fuerte arremetida en educación que proporcione un giro violento en estas materias. Eso no se logra con un programa aquí o allá; la urgencia del problema amerita un tratamiento transversal y de conjunto sobre valores, ética y respeto por los demás y el conjunto social. Se dirá que para ello hay pocos recursos, pero cuesta encontrar otras acciones que tengan mayor crédito social que el mejoramiento en las normas de convivencia para arrinconar a la violencia entre nuestros niños y jóvenes. De paso, ello también nos enseñará también a valorar más lo bueno que lo malo, y a premiar aquellos medios de comunicación que no explotan nuestras graves deficiencias con el afán de poder subyugar al consumidor ávido de información degradante.

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