Nuevo gobierno y nuevo espíritu

19 de Marzo de 2000

Las pasadas elecciones presidenciales dejan un conjunto de lecciones que es necesario considerar seriamente. Los próximos seis años son decisivos para la construcción del proyecto-país que pueda concretar ambiciones de desarrollo económico que hemos alentado durante largos años. La unidad que se reflejó en el saludo de ambos contenedores, debiera ser más que un símbolo, una actitud de gobierno y oposición en orden a trabajar sobre entendimientos básicos que permitan superar nuestros serios problemas estructurales. Ello requiere más que de buenas intenciones, de una disposición en lo institucional en torno a la agenda de prioridades que deben atacarse a pesar de las brechas que marcan las ideas.

Un mensaje claro y rotundo es que la gente necesita ser escuchada más allá de lo que se ha hecho en los últimos años. Este es un mensaje para todas las autoridades del Estado, como también para los partidos políticos. En el caso del gobierno, hace urgente una verdadera reingeniería en estructuras y en diseños políticos, de modo que existan detectores activos del sentimiento popular, a la vez que dialogantes efectivos que encaucen los sentimientos en el contexto de las verdaderas posibilidades. Se precisa con mucha urgencia un conjunto de detectores del sentimiento popular, del grado de insatisfacción de la gente, como asimismo de un verdadero mecanismo educacional que permita avanzar creando convicciones y perspectivas firmes de largo plazo. El candidato triunfante manifestó que había "entendido el mensaje de la gente", y todos esperamos que ese sea el punto de partida de un nuevo estilo de gestión que habrá que construir.

Pero un segundo mensaje, no menos importante, se refiere al descontento de la gente con el "partidismo" y sus secuelas: los "cuoteos", el supeditar decisiones de gobierno a decisiones de partidos, la arrogancia partidaria, el estridente estandarte de las denuncias y de los debates interminables sobre las rémoras del pasado. La gente desea que sus problemas sean atendidos, y que no existan intervencionismo indebido de la actividad partidaria en las acciones de gobierno o legislativas, ya que éstas interesan mucho más allá de las cuentas políticas grandes o pequeñas. No requiere la gente que no exista la política, ya que ella es la actividad que permite encauzar las grandes propuestas y da forma a los programas acción. Lo que no quiere es un excesivo partidismo que divide, confunde las agendas, interviene en las acciones y, en consecuencia, hace menos viable un gran acuerdo para avanzar en pos de los objetivos de desarrollo pleno del país.

El nuevo gobierno tiene una gran responsabilidad en sus manos: consolidar lo que se ha ganado con ingente sacrificio y proyectar el país hacia un desarrollo pleno y más justo. Por Chile, que así sea!

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