Escenario Electoral

28 de Julio de 1999

Existen riesgos complicados cuando todo debate se hace depender de la recuperación que empiece a conseguir la economía hacia fines de año. El evento electoral de este año constituye el trasfondo de uno de esos riesgos, cuando unos explotan los efectos de la presente recesión y otros comprometen una fuerte recuperación. Parece olvidarse que gran parte de nuestros problemas tienen orígenes externos, sobre los cuales poco valen nuestras propias acciones disuasivas. También parece olvidarse que los procesos de recuperación económica son procesos lentos. Sabemos, por ejemplo, que el desempleo disminuirá lentamente, ya que estos procesos están dominados por notorios rezagos.

Temas que deben manejarse con cuidado, porque muchas veces aparecen como promesas cuestiones que son simplemente imposibles de asegurar. En diciembre no habrá cambiado nada fundamental respecto del desempleo, y ni siquiera se conocerán aún las estadísticas de IMACEC que presenten las primeras evidencias de recuperación. Tampoco habrá cambios de naturaleza indesmentible en el escenario internacional, el cual evoluciona poco a poco, pero con gran lentitud. Por ello, concentrar las discusiones en los temas de la recesión y de la recuperación no parece ser la más conveniente estrategia si se quiere, en su lugar, tener un debate profundo sobre los temas estructurales que preocupan a la ciudadanía. Tampoco lo es si se quiere un futuro gobierno con mandato sólido sobre aquellos otros temas, no en función de una situación presente hacia mediados del próximo año, pero que no puede marcar una administración que durará seis años. Aquí reside la necesidad de un carácter conductor de los líderes políticos, que deben marcar el sentido de los debates. Los temas que deben constituir las grandes orientaciones, sin dejarse llevar por los temas puntuales, a veces más atractivos electoralmente pero que dejan poco finalmente, sino gobiernos con grandes debilidades y sin pronunciamiento real sobre los temas de fondo.