Un Diálogo de Importancia

21 de Julio de 1999

Que el país requiere dar un gran salto de productividad para ingresar al mundo desarrollado dentro de unas dos décadas es, ciertamente, un reto ineludible. Que se precisa un estilo tal que permita una mayor equidad en la distribución del ingreso, para así posibilitar la estabilidad social y política que demandan la inversión y el crecimiento, es una precondición que pocos discutirían. Frente a esto, no resulta entendible que el país no efectúe un esfuerzo mayor en materia educativa, ya que esto promovería tanto el reto fundamental como la precondición decisiva. Un país necesita una instancia donde analizar estos temas y donde adoptar decisiones operativas.

¿Dónde debe ocurrir aquello, y en qué oportunidad? Esto no tiene fácil respuesta. En un tema tan delicado como es la educación, no existen instancias definidas de diálogo entre los actores interesados, ni donde se adopten las decisiones y se evalúe qué está ocurriendo para emprender modificaciones. Tampoco hay una instancia para que el sistema se regule apropiadamente, en un campo en que la acción privada produce externalidades de enorme importancia. Por ello es conveniente que el país adopte una estructura distinta para tratar con esta materia, y que lleve a las instancias correspondientes los juicios independientes y las soluciones técnicas y propuestas políticas. Una superintendencia de educación superior provee una opción interesante, que enriquezca el diálogo, mejore la práctica de la política educacional y propenda a relanzar un proyecto educativo de trascendencia nacional.

La actual coyuntura electoral debe servir para el diálogo que el país necesita tener sobre esta trascendente materia. No es aceptable que se siga produciendo políticas y decisiones sin que exista una clara definición política sobre la materia, y donde sólo sean los mandos técnicos y las preconcepciones los instrumentos y criterios que definan la política del Estado. En este debate se debe ser muy explícito, para evitar que siga cundiendo la inconformidad, con la agravante de que ella se base en el inaceptable marco de simplemente no ser escuchado.

 

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