Reingeniería Política
24 de Febrero de 1999
1999 es un año que representa retos y dificultades de significativa importancia para el país. No sólo porque este es un año eleccionario ni tampoco porque seguirá enfrentando un complejo panorama económico y financiero en lo internacional, sino porque el país debe pensar sobre dilemas muy profundos respecto de su futuro, para lo que, en cierta forma, no está totalmente preparado.
En cierto modo, el tema más importante que prevalece en Chile es la necesidad de avanzar en materias pendientes, no resueltas, que permitan enfrentar los retos futuros con un marco concordado y con mecanismos de resolución que permitan reponer a la política como una actividad conductora.
El año en curso es muy representativo del siglo que termina, en cuanto a las dificultades que el país enfrentó, buscando opciones para su desarrollo. Un siglo que mostró devaneos entre diversos modelos e ideologías, en que se escondió el debate y se privilegió la adopción de decisiones a base de sus implicancias superficiales, y donde las ideas fueron sustituidas por los eslóganes y las frases cliché. Es un año en el que se percibe una abierta insatisfacción por parte de la gente. ¿Signo de los tiempos? Parece ser que algo de eso, pero más que nada por la virtual imposibilidad de nuestros conductores de reflejar las prioridades que la gente tiene, y la impotencia de los partidos políticos para ser efectivos canalizadores de las inquietudes y de la diversidad de nuestra sociedad.
Por lo tanto, es un año en que se revela en forma mucho más clara que nunca la necesidad de escuchar a las distintas instancias organizativas de nuestra sociedad, para descubrir en el murmullo de sus voces infinitas, los mensajes que hemos de saber leer para provocar verdadero progreso. Se trata de una especie de reingeniería, en que las esferas decisionales deben acercarse sin temor a la realidad de las personas, para responder a ella rápidamente, aunque esto signifique desplazar las prioridades que sugiere el antiguo estilo político.