¡Exijo una Explicación!

25 de Noviembre de 1998

Los recientes problemas que hemos estado sufriendo con el suministro eléctrico tienen el sabor de las peleas infantiles. En ellas, cuando se cometía una falta en medio de un juego (por ejemplo, haber quebrado el florero preferido de la mamá) aparecían las acusaciones cruzadas entre los protagonistas y eventuales culpables: "¡Fue él"; "¡Mentira: él fue quién primero empujó...!". A la pobre madre nunca le debe haber interesado mucho la distribución de culpas entre los actores. En realidad su problema se reducía a 1) haber perdido un florero que apreciaba, con todos los quebrantos que ello significaba; y 2) que había que arbitrar las medidas para que tal cosa no volviera a pasar.

En estos días hemos visto cómo han atravesado de un lado a otro las acusaciones entre el Gobierno y las empresas eléctricas. El primero ha dicho que los privados hicieron proyecciones tendenciosas sobre la capacidad instalada y que existen severas fallas en la regulación, además de existir poca previsión en los programas de mantención de las plantas y de inversión. Los segundos, por su parte, argumentan, que hubo falta de previsión por parte del Gobierno al no disponer de un adecuado plan de emergencia frente a la sequía mayor del siglo. Agregan que el retraso en Nehuenco se debe a la adquisición de tecnología inapropiada en los tiempos de Colbún estatal, y que los problemas no son atingentes a las generadoras térmicas, sino sólo a las hidráulicas. El problema es, sin embargo, que el "florero se quebró igual..." y que las acusaciones no están resolviendo el problema real de la comunidad.

El problema es, nuevamente, que los más pobres no tendrán nunca cómo protegerse, y deberán hacer frente con paciencia a las indisposiciones que ocurren en medio de acusaciones cruzadas pero improductivas. El país desea ver una estrategia de largo plazo, clara y simplemente explicable, de acuerdo a la cual este tipo de problemas no vuelva a ocurrir nunca más, y en que se expliciten claramente las penas que la irresponsabilidad y la poca previsión deben sufrir en función de proteger el bien común. Los chilenos exigen una explicación clara, articulada, legible, sobre las causas de este problema, pero, más que nada, exigen que de una vez por todas se impongan severas y efectivas normas preventivas.

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