Reto Ineludible

04 de Noviembre de 1998

La formación profesional a las puertas del siglo XXI enfrenta retos de singular importancia para países como Chile, que avizoran cierta posibilidad de alcanzar el piso del mundo desarrollado dentro de un cuarto de siglo. Esos retos tienen que ver con la estructura del sistema de educación superior, y con la manera de educar y entrenar profesionales universitarios, para que adquieran el liderazgo requerido. La existencia de estos retos reafirma la necesidad de que se adopten decisiones claras respecto de la política del Estado sobre dicho sistema.

No es nuevo anotar que existen desequilibrios importantes reflejados en la baja formación de técnicos relativos a profesionales universitarios. El punto es que las innovaciones que tienen que tener lugar en la educación media para proveer mejores orientaciones a la juventud en esta materia, como la misma necesidad de instaurar incentivos económicos y no económicos adecuados, no se han hecho presentes. El mercado tiene un lugar importante en el tema educacional; pero toda vez que opera con "futuros" y predominan enormes externalidades, información imperfecta y problemas distributivos de origen, el caso levanta al menos la idea de una profunda discusión acerca de las regulaciones y de los cambios que se requieren para enfrentar este problema.

Lo segundo tiene que ver con el estilo de formación de los profesionales y con la necesidad de que éstos se caractericen por efectivo liderazgo y capacidad innovativa para el mundo cambiante que habrán de enfrentar. Aquí predomina el tema de la excelencia académica que debe caracterizar a la educación universitaria, la cual permite vincular la investigación con la instrucción y el entrenamiento de nuevos profesionales. Pero un segundo asunto es que los profesionales que requiere la nueva realidad productiva global deberán educarse con mucha transversalidad que lo tradicional, en que la formación se basa en una sucesión de cursos de pura especialización.

Las reformas a la educación superior son necesarias e inevitables. Seguir posponiéndolas significa introducir un enorme costo de largo plazo para Chile, que observará nuevamente la frustración de su desarrollo. Aquí reside una inevitable responsabilidad política.

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