Participación universitaria

Santiago, 09 de Marzo de 2005

Los académicos de la Universidad de Harvard, la primera del mundo según el ranking confeccionado por UE en el 2004, se encuentran en abierta rebelión contra su presidente, Lawrence Summers. Las razones tienen que ver con la personalidad de éste, que le ha llevado a formular algunas ideas de controversial contenido como que las mujeres serían menos productivas que los varones, al menos en su desempeño académico. Más allá, la crítica de los profesores se dirige contra ciertos cambios que se están implementando en la estructura y las tareas universitarias que no son compartidos por el profesorado de la institución. Ello ha llevado a manifestar por escrito su descontento, una medida ciertamente inédita en Harvard, y muy excepcional en los EE.UU., donde las universidades se manejan con un criterio mucho más vertical que en nuestra tradición.

La cuestión de fondo parece radicar en la falta de participación académica en las decisiones. Las universidades son cuerpos delicados, en las que sus partes son pensantes y en que la aceptación de las decisiones es el mecanismo más seguro para que las mismas se conviertan en hechos. Senados Académicos, Consejos de Decanos, o distintos tipos de cuerpos directivos con participación de profesores elegidos o designados, son los que toman decisiones y se preocupan de que las mismas se pongan en acción. En muchas universidades en EE.UU. Y Europa hay participación de los estudiantes, quienes aportan a que las decisiones sean las mejores. Los hechos vistos en Harvard durante estos días parecen probar que una democracia universitaria, jerarquizada y ordenada, es el mejor fundamento para hacer sostenibles los cambios y amplio el debate para llevarlos a cabo. Un debate que no inmovilice, por cierto, pero que traiga como brisa fresca las orientaciones que modifiquen el accionar del cuerpo universitario para responder mejor al medio social cambiante en que está inmerso. Debate que, por medio del debido liderazgo, asegure la marcha de la institución, pero que por motivo alguno imponga decisiones que finalmente sólo han de ser conducentes a la protesta y al desacuerdo inmovilizador y no aportarán al progreso de la institución.

 

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