El reality de nuestra política

Santiago, 04 de Mayo de 2005

De distribución (o redistribución) del ingreso es mucho lo que se ha hablado, pero poco lo que se ha propuesto en concreto. Aparecen mucho más las aspiraciones -en medio de un mar de afirmaciones generales- que las propuestas conducentes a superar el déficit de equidad que caracteriza a la economía chilena. Las alternativas, en cuanto a nombres con preponderancia en el ámbito financiero, de un posible nuevo gobierno dominan las opciones presidenciales, pero la ciudadanía no se entera de lo que existe en materia programática, de ideas posibles de llevar a la práctica en una u otra opción. Finalmente, el dominio de los aspectos mediales es tal que la carrera presidencial se parece mucho a un reality show -en que la gente ve las actuaciones y dictaminará quién podrá seguir en el escenario o quién no- que a un debate de ideas sobre la base de las cuales se podría optar. Finalmente, diremos con cinismo, igual las cosas han funcionado bien en Chile, no hay grandes problemas, y estos temas de profunda proyección en el tiempo no parecen ser muy preponderantes en una política que se concentra más bien en el corto plazo. Los liderazgos no se construyen con opciones de largo plazo, y el marketing es el instrumento decisivo al que apostar a la hora de planificar una campaña, más que las propuestas o la conducción de ideas que requiere un gobierno para ser efectivamente tal.

Por ello temas como la equidad se mantienen bajo titulares muy generales, porque la mayor especificidad podría arrebatar votos en desacuerdo. Cuando se habla de educación, de políticas laborales o salariales, o se refiere a problemas tributarios y de subsidios, se enfatizan más los buenos gestos que un programa específico de acción y propuesta al país. Por ello es también que los gobiernos se mantienen más tarde improvisando frente a muchas de estas materias, y creando un descontento que, sin embargo, parece no todavía manifestarse en un rompimiento con la estrategia del reality. Por ello no hay que esperar debates ni pronunciamientos de fondo, sino esperar que continúe el próximo capítulo, hasta que la gente decida, simplemente, cambiarse de programa o apagar el receptor.

 

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