Deuda universitaria

Santiago, 24 de Agoto de 2005

Algunos periódicos y variados opinantes han sostenido que existe un alto endeudamiento de las universidades estatales. Pero no deben confundirse las cosas: "alto" debe serlo respecto de algún referente que debe definirse. Nadie podría decir que una familia esté sobre-endeudada porque tiene un préstamo hipotecario que es 5 o diez veces su ingreso anual. Se trata, en ese caso, de una inversión cuya deuda se compara con el flujo de ingresos y el valor del capital. Así, muchas universidades estatales han financiado sus proyectos de inversión con deuda, en montos que ascienden a 10% del valor de su patrimonio, o 15% de su ingreso anual. ¿Se trata de sobre-endeudamiento o de una situación que en cualquier actividad se vería como normal? La idea de estigmatizar lo estatal es lo que subyace a las afirmaciones que presentan como "colosales" los montos de deuda existente. No se alude, sin embargo, a sus fundamentos ni a lo que representan como parte del activo y del flujo de ingresos futuros. ¿Son irresponsables las instituciones bancarias con las que se ha contraído tal deuda? ¿Han evaluado buenos proyectos que ameritan financiamiento? Estas preguntas deben responderse para analizar el problema en forma sensata.

Las universidades estatales actúan con gran desventaja respecto de sus contrapartes privadas. Tienen limitaciones para financiar una inversión que no es cargo del erario público. Tienen restricciones para endeudarse, ya que deben limitarse a los períodos presidenciales. Deben competir, y son a menudo acusadas de ineficientes, cuando tienen un enorme lastre burocrático que vencer para salir adelante. No tienen suficiente financiamiento público, a pesar de que deben responsabilisarze por tareas públicas que son parte de su misión. Deben tener eficiencia funcional, pero no tienen flexibilidad para contratar o manejar sus relaciones laborales. Deben ser solidarias y generosas con el más pobre, pero no existe un financiamiento estudiantil adecuado. Fueron intervenidas duramente, su capital deshecho o profundamente modificado, sin que nadie le haya dado un solo peso como compensación por las arbitrariedades cometidas. Es notable que estén ellas en pié, y dispuestas a competir abiertamente por los recursos públicos y los privados que sustenten su esencial razón de ser. Parece ser que, contradictoriamente, la deuda colosal la tiene la sociedad chilena con las universidades del Estado.

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