Una navidad con fe

Santiago 21 de Diciembre de 2005

La Navidad ha pasado a ser un símbolo privilegiado de consumo y ostentación, dejando de lado su esencia profundamente humanista. Se trata de una conmemoración que va más allá de banderías o creencias, y es consistente con la idea de salvación de la humanidad. Salvación del mal, claro está, que con fecundas y poderosas raíces cubre con crecientes sombras a segmentos cada vez más importantes del planeta. Salvación que significa fe en el futuro de la humanidad, pero también un gesto hacia el que lo necesita más, una muestra de solidaridad que ha de indicar el camino hacia un planeta perteneciente a todos los seres humanos. Sin embargo, el desarrollo de la sociedad de consumo nos ha puesto más egoístas, orientados exclusivamente a comparar y a medirnos en torno a lo que tenemos, privilegiamos las diferencias en oportunidades y condiciones, y procuramos mantenerlas cada vez más profundas. Los mismos que desde la reflexión y el arrepentimiento en el interior de una iglesia, son el exterior seres materialistas, incomprensivos y hasta rabiosos discriminadores. Una Navidad que se usa en pro de esas contradicciones no es una celebración digna de la idea de sacrificio y de entrega que tiene la ocasión.

Es cierto, nadie podría pedir en estos días que las personas sacrifiquen sus propios logros y renuncien a lo que tienen legítimo derecho. Pocos han obtenido lo mucho con poco esfuerzo. Los más han empleado padecimientos importantes para conseguir una vida material mejor, un progreso respecto de las generaciones anteriores, un mejor futuro en perspectiva para la descendencia. Pero, al mismo tiempo, cuántos hay que nunca han tenido la oportunidad de mejorar, y se someten a la eterna sucesión generacional sin salir nunca del abandono y la pobreza. Ellos necesitan ese gesto de amor, de solidaridad, de entrega mutua que se hace consistente con la Navidad. Y se necesita solamente dar un poco, para poder hacer feliz a otro niño. Se trata de esperar mejores oportunidades con políticas sabias que tomen de los que tienen más para entregar a los que tienen poco o nada. Se trata de un sacrificio; eso está fuera de discusión. Pero de un sacrificio que bien vale la pena y resulta muy mínimo al recordar aquél que hizo el hombre nacido en Nazaret y que debe siempre permanecer en nuestras conciencias.

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