El Día del Libro, que conmemora el fallecimiento de Miguel de Cervantes y William Shakespeare el 23 de abril de distintos años, fue la fecha elegida por el gobierno para lanzar la esperada Política Nacional de la Lectura y el Libro 2015-2020, una promesa de campaña de la Presidenta Michelle Bachelet cuyo anuncio se esperaba desde mediados de enero de este año.
Más de 700 actores del mundo de la edición, la promoción, la escritura y la educación, entre otros ámbitos, trabajaron durante meses en la generación de la nueva política pública, cuyos principios rectores son la participación, la diversidad cultural, la interculturalidad, la inclusión social, la territorialidad, la equidad y el fomento de la creatividad.
El nuevo plan, que busca reemplazar a la insuficiente política existente hasta la fecha, promulgada en 2006, implica, en palabras de Claudia Barattini, ministra de Cultura y protagonista del evento realizado en el Edificio Consistorial de la municipalidad de Recoleta, un gasto del Estado, sólo durante este año, de 16 mil millones de pesos, que buscan consolidar de aquí al 2020 quince planes regionales de lectura, incrementar en 10 por ciento la población que declara leer libros en formato digital y aumentar de 26 a 28 por ciento aquella que declara leer libros en formato digital.
Si bien ha tenido algunos detractores, la nueva política implica una mejora sustancial de las directrices existentes hasta la fecha. En primer lugar, implica condiciones para la permanencia y proyección en el tiempo de las medidas contenidas en ella, “asegurando los recursos técnicos y financieros, administrativos, institucionales y humanos necesarios para su implementación, seguimiento y evaluación”. Pero quizás más importante que las garantías técnicas es que propone medidas concretas para la articulación intersectorial y regionalización de los esfuerzos.
En esto último fue clave el aporte de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile, que en octubre del año pasado realizó en su Casa Central el “Parlamento del Libro y la Palabra”, un coloquio que debatió en torno a la necesidad de privilegiar la producción de literatura regional e indígena y cuyas recomendaciones finales fueron incluidas en la nueva política.
Al respecto, la Vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Faride Zeran, quien asistió al evento de lanzamiento, sostuvo que “consideramos que fue un éxito la inclusión de estas recomendaciones, porque precisamente para eso es para lo que trabaja la Universidad de Chile: para poner al servicio del país su conocimiento y materializarlo en aportes concretos al desarrollo de, en este caso, un área tan crucial como es la promoción de la lectura”.
La necesaria articulación de todos los sectores
A justo 70 años de que Gabriela Mistral obtuviera el Premio Nobel de Literatura, la nueva política busca poner el acento en un aspecto que, hasta la fecha, no había sido suficientemente profundizado: el necesario diálogo entre distintos sectores de la sociedad. En ese sentido, Regina Rodríguez, Secretaria Ejecutiva del Consejo Nacional del Libro, reconoció que “aquí hay una visión sistémica y estratégica. Hay medidas que nunca se habían visto, como abrir librerías o estimular la creación de librerías en lugares donde no las haya. La cultura y la economía muchas veces han estado separadas. Y debe estar la cultura y la educación, pero también el mundo de la economía, porque si no hay industria, ¿quién va a publicar a los grandes autores o a los futuros grandes autores?”.
Lo mismo recalcó Paulo Slachevsky, gerente general de LOM, presidente de la Asociación de Editores Independientes y miembro del Observatorio del Libro y la Lectura de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile, quien trabajó en la política durante su fase de gestación: “Uno de los temas relevantes de esta política es justamente que se construyó con mucha participación ciudadana y se hicieron mesas participativas donde se desarrollaron cada uno de los grandes ejes de la política. Ahora le toca a la sociedad civil, al Observatorio del Libro y la Lectura, a la Asociación de Editores de Chile, a la Cámara del Libro, a la Furia del Libro, a las sociedades de escritores, ser parte de su implementación. Creo que eso es absolutamente fundamental, que tenga una continuidad esta participación que se dio en la construcción, en la implementación de la política”.
Sin embargo, todavía falta. Jaime Luis Huenun, escritor, ganador del Premio Pablo Neruda y uno de los principales promotores del “Parlamento del Libro y la Palabra” realizado el año pasado, señaló que “los avances posibles están dados por la inclusión de otros actores que anteriormente no habían sido considerados. El mundo indígena, por ejemplo”. Pero señaló que hay “todavía ciertos sectores a los cuales el libro prácticamente no llega. Hablemos del mundo popular urbano y también de las comunidades campesinas, en donde el libro brilla por su ausencia. Espero que esta política pueda poco a poco incluir a esas poblaciones, integrar sus necesidades y poder fomentar una producción editorial nacional que le haga el peso a las transnacionales, que son las que mandan hoy”.