Columna de Opinión

Terrorismo y democracia. Breves apuntes sobre el bombazo de (metro) Escuela Militar (Parte 2)

Terrorismo y democracia (Parte 2)

En razón el atentado perpetrado en el metro Escuela Militar el pasado Lunes 8 de septiembre, la pregunta que se ha formulado en los medios y repetida por los mentados “expertos” es doble: se pregunta por el “quién” (el sujeto que habría perpetrado el atentado) y por el “qué” (la finalidad que dicho atentado habría tenido). De manera descarada, el discurso mediático, en conjunto con los llamados “expertos en seguridad”, vincularon a los movimientos sociales, en particular, a los estudiantes con el bombazo.

El operador “terrorista” funcionó a la perfección: transformó las pasiones políticas volcándolas hacia el terror en la posibilidad espectral de que pudiera haber una bomba en cualquier lugar y a cualquier hora, homogeneizando todos los discursos en torno al problema de la seguridad. La decisión política estableció la distinción entre los demócratas y los terroristas, entre los que pertenecen a la comunidad de los hablantes y aquellos que no pertenecen a ella. Sin embargo, una curiosa escena se nos presenta en este caso: no hay ni un “quién” (nadie reivindicó el atentado) ni tampoco un “qué” (no se sabe la función que dicho atentado tendría). Estamos pues, frente a una obra sin actor. Al menos, frente a una obra sin protagonista. Se produce así, el efecto de una bomba silenciosa o, si se quiere, de un estallido de silencio.

Pero la fuente del terror del bombazo no residió ni en lo poco que destruyó, ni tampoco, en los heridos que produjo, sino en su completa falta de sujeto y de discurso. No hubo un “quien” ni tampoco un “qué”. La silente imagen del bombazo, nos remite a otra que circula en los flotantes fantasmas de septiembre: la Dictadura perpetrada por el Golpe de Estado de 1973. Como el Golpe, el bombazo en el Metro Escuela Militar, parece llevar consigo el terror del anonimato.

Pero, al contrario de lo que pudiéramos creer, el que no haya habido ni un “quien” ni un “qué” no implica la puesta en juego de un vacío, sino precisamente todo lo contrario. Es porque el acto perpetrado en el Metro Escuela Militar no admitió vacío alguno que ni un sujeto ni tampoco un discurso han podido tener lugar. Porque si es cierto que sólo donde acontece un hiato entre vida y lenguaje deviene algo así como un sujeto, el bombazo se ocupó de suturar completamente cualquier abertura en la que algo así como un sujeto pudiera acontecer. Ni sujeto ni discurso, el bombazo se pretende total consumando, de este modo, el único juego que interesa a la máquina gestionalde la época neoliberal: la muerte.

El anonimato se vincula, pues, con su vocación totalitaria. Una vocación ya no jurídico-estatal como ocurrió con el Golpe de Estado sino económico-gestional tal como acontece en el neoliberalismo actual. Por ello, el anonimato del bombazo se escombra, pues, como índice de una despolitización general en la que la seguridad –no la potencia común de los movimientos sociales- parece convertirse en el único horizonte posible. En este sentido, se podría decir que el bombazo consuma el sueño neoliberal: ya no habrá política sino policía, ya no habrá movimientos sociales sino terroristas, ya no habráEstado, sino mercado y por eso, el bombazo del Metro Escuela Militar acaso habrá sido la mímesis de aquél otro bombazo dado por la Escuela Militar en 1973.

Septiembre, 2014.

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