Angélica Dass:

"Hemos hecho que la narrativa sea la misma: los colores oscuros asociados a lo negativo y los más claros a lo positivo"

Angélica Dass propone experiencia de proyecto Humanae en la SEA 2018
La artista brasileña Angélica Dass estuvo en Chile como una de las invitadas internacionales de la SEA 2018.
La artista brasileña Angélica Dass estuvo en Chile como una de las invitadas internacionales de la SEA 2018.
Humanae es un proyecto que ha recorrido diversos países del mundo retratando y exhibiendo la diversidad de las personas.
Humanae es un proyecto que ha recorrido diversos países del mundo retratando y exhibiendo la diversidad de las personas.
En el marco de esta edición de la SEA, niños y niñas del país podrán vivir la experiencia de mirarse, representarse, y cuestionar los cánones relacionados a esta característica humana.
En el marco de esta edición de la SEA, niños y niñas del país podrán vivir la experiencia de mirarse, representarse, y cuestionar los cánones relacionados a esta característica humana.

Tensionar, cuestionar y promover la reflexión desde el arte, desde las aulas, desde las comunidades educativas. Esos son algunos de los objetivos del trabajo que la artista Angélica Dass trajo a Chile en el marco de la SEA 2018, encuentro que se extenderá hasta este viernes 18 de mayo, día en el que los estudiantes de todo el país mostrarán los resultados de “¿Color piel?”, experiencia basada en el proyecto “Humanae” de la reconocida artista, a partir del cual ha recorrido más de quince países retratando a las personas, exponiendo y relevando la diversidad de los diferentes tonos de piel.

Dass, quien participó de la inauguración de la SEA este lunes 14 de mayo en la Escuela Básica República de Haití, propone esta experiencia que unifica técnicas como el dibujo y la fotografía para, en un ejercicio de autorretrato, conocer y relevar las particularidades de las personas, y cómo estas son parte de una comunidad rica y diversa, todo esto, con un énfasis en que el arte es una puerta de entrada, un detonante de la reflexión en la que niños, niñas y jóvenes pueden cuestionar los discursos establecidos respecto a la piel y a las ideas asociadas a ésta. Esto, en la nueva edición de esta actividad convocada mundialmente por la UNESCO, y que en el caso de nuestro país lleva el lema de "La expresión de la diferencia".

¿Cuán oportuno es, según lo que pudiste ver en estos días que estuviste en Chile, la realización del hito ‘¿Color piel?’ que deviene de tu proyecto Humanae?

Yo creo que es un momento fundamental y clave para hacer una actividad como esta. Muchos de los comentarios que he oído es que la migración siempre ha sido una constante en el país, pero en los últimos años, principalmente tras el terremoto de Haití, se ha recibido mucho más inmigrantes, y el mirar al otro empezó a ser algo que ha traído conflictos y fricciones en la sociedad. Es por eso que creo que llegamos en un buen momento, porque vamos a empezar a hablar sobre esta diversidad, y creo que no hay mejor lugar para eso que la escuela.

En los talleres que realizaste en estos días, ¿cuáles fueron las reacciones que encontraste ante esta propuesta?

En los niños, creamos un espacio seguro para dialogar sobre estas diferencias. El hecho de que utilizaramos la clase de artes lo que hace es que se hable de un conflicto desde lo lúdico, desde lo divertido, lugar desde donde los participantes son capaces de hacer reflexiones muy profundas. En el final de cada taller siempre preguntamos: “¿qué hemos aprendido?, ¿cuál es la experiencia?”, y hemos escuchado cosas como “me he dado cuenta que no soy blanco”. Eso, viniendo de un niño, es una frase muy poderosa.

El lunes 14 de mayo tuve el honor de ir a una escuela de niños sordos y fue una de las experiencias más bonitas que he tenido, porque yo misma cargo mis estereotipos. Fui con el prejuicio de que el taller iba a ser diferente y la primera cosa que dije cuando terminó fue: “este taller fue exactamente igual a talleres que hice en todo el mundo”, y eso es lo bonito que ha pasado aquí, que independiente de que si estamos hablando del color o de otros aspectos, esa diversidad, ese punto de hablar del color, abre el camino para que hablemos de otras diversidades.

¿Por qué usar el arte como forma, como instrumento y como proceso a partir del cual tensionar algo tan establecido en el imaginario social como el color de piel? ¿Cuáles son las posibilidades que tiene el arte para el cuestionamiento al status quo en torno a este concepto?

Es encontrar este espacio seguro desde lo que es lúdico, no desde el momento del conflicto que muchas veces paramos para hablar sobre esos temas.

Lo que pasa en esta clase es que los niños ni siquiera están esperando que haya una reflexión tan profunda. El desafío de encontrar tu propio color y que hablen entre ellos al respecto, lo experimentan y después hacen un poco más: comparan. Es literalmente sacar un poquito de tu tiempo para mirarte a ti mismo y ahí, en ese mirar, vas un poco más allá porque también miras a tus ancestros, a tu forma, miras a tus colegas para observar lo que tienes en el entorno. Y ese momento de la clase de arte es muy seguro para ese tipo de reflexiones.

En ese sentido, ¿este trabajo ayuda a fortalecer la idea de comunidad?

Claro, porque a la vez reconocen que hacen parte de una comunidad muy diversa. Es un poco lo que me ha pasado. Yo empecé hablando de Humanae con mi marido, después con mi familia, y después me di cuenta que eso no era ni mío ni de mi marido ni de mi familia: era de la humanidad. Eso que pasa en los talleres y es muy curioso porque a veces dos niños que están en el extremo de la clase, que ni piensan que tienen nada de parecido, su proceso de descubrir el color es el mismo porque el objetivo no es que yo solo construya mi color: soy yo construyendo mi color pero con todo el mundo en un proceso creativo colectivo.

¿Cómo es que el factor biográfico enriquece tu propuesta artística?

Como seres humanos estamos tan conectados. He estado en 18 países diferentes y extremos del mapa -en Corea del Sur, Etiopía, diferentes países europeos-, y algo hemos hecho como seres humanos que la narrativa es siempre la misma: los colores más oscuros están asociados a lo negativo y los más claros a los adjetivos positivos. Hemos construido esa historia como humanidad y es algo que está en todo el planeta.

¿Cómo podemos reconstruir esto? Tal vez los niños sean exactamente el camino de hacer otra vez esa construcción y de crear una nueva narrativa.

Lo que pasa en las escuelas con los talleres es que los niños no salen hablando de la misma manera, y no porque la profesora dijo que tiene que ser así, sino que porque ellos mismos han experimentado, han visto en sus amigos, en ellos mismos la diferencia. Entonces, es un aprendizaje desde otro lugar, es muy divertido porque algunos de estos niños se transforman en verdaderos activistas que no pueden oír hablar más del lápiz color carne; que si alguien dice algo cerca, ellos van y corrigen porque lo sienten, no porque hayan aprendido: sienten que no existe y que no es lógico hablar así.

Las otredades están en muchas personas, grupos y comunidades, asociados al “miedo”, a mitos de la “amenaza”. En esa línea, ¿cómo impacta a las personas conocer esta diferencia y reconocernos como tal?

Nosotros enseñamos a los niños que tengan miedo. El niño no viene con este miedo, sino que vienen con mucha curiosidad. Cuando un niño viene con curiosidad queriendo tocarme el pelo que es muy rizado, yo la verdad lo que quiero es que toque, que vea lo diferente, quiero que sienta la textura. A lo niños esa primera curiosidad es transformada en miedo por los adultos.

¿Cómo estos espacios de confianza podrían extrapolarse a la población adulta?

Yo los invito a venir a la actividad porque es una cosa muy curiosa lo que pasa. Cuando los niños están explicando su trabajo yo veo padres que casi se les cae la cara de vergüenza porque hablan de blanco y negro y ven que su niño está diciendo que no es lógico hablar así.

Entonces, creo que sí hay un cierta educación de vuelta, de que los niños son los profesores de sus padres, que cuando éstos ven el mural masivo y todos esos dibujos con todos esos colores distintos no hay como no parar y pensar: “tal vez estoy siendo limitado en la manera que hablo, que me expreso y que conecto con el otro”.

De cualquier manera yo siempre digo, estamos trabajando con niños y no creo que éstos sean el futuro: los niños son el presente y pueden impactar ahora a sus familias, a sus entornos.

¿Cuáles son las expectativas de la actividad del viernes 18?

Creo que el día 18 va a ser un día fantástico porque el hecho de abrir las puertas de todas las escuelas y llevar a la familia para ver la obra de arte del niño y que esa obra de arte tenga esa reflexión detrás, es muy potente para de verdad crear un debate en la comunidad, por lo menos una primera chispita, porque hay que ser consciente que esto no es 100 metros, esto es un maratón, así que tenemos que seguir, seguir, seguir hablando mucho más para que podamos de verdad ver en décadas, en un siglo más -no sé temporalmente cómo puede funcionar-, los cambios, pero las cosas solo van a cambiar sólo si en verdad hablamos sobre ellas.