por Soledad Bianchi

 


Capítulo III

Para insertar estas afirmaciones en la realidad sociocultural chilena, basta recordar que después de apoderarse del gobierno con el golpe del 11 de septiembre de 1973, el intento de la junta militar ha sido borrar el pasado, cortar y hacer olvidar el camino avanzado y erigirse en iniciadora de un momento histórico diferente y único (por desconocido para la historia de Chile). Esta falacia pretendió extenderse a la actividad cultural y artística: la muerte o la ausencia del país de escritores, pintores, músicos, críticos, cantantes; la imposibilidad de mencionar ciertos nombres; la censura y la autocensura; la prohibición de muchas obras (artísticas) a las que se les impide el ingreso al país; la carestía de todo producto cultural; la amplificada e incesante publicidad de la sociedad de consumo donde al libro, a la película, al cuadro o a la canción de calidad se le hacen perder valor, porque supuestamente no serían rentables, son algunas de las situaciones existentes, aprovechadas y utilizadas para difundir este error. Para que "esta brecha se acorte"(16), esta falla debe remediarse y, por todos los medios, debe intentar llenarse este vacío creado artificial y violentamente, y producido y puesto en práctica por la política e ideología oficialista. Pero los que han.caído en la trampa son pocos y, muchas veces, las razones que los mueven son más de notoria promoción personal que de auténtica creencia: la gran mayoría de los autores sabe que el arte no comienza con ellos y realizan un trabajo de unión, de enlace, entre los escritores del exilio y los que viven en Chile y, además, hacen esfuerzos por conocer el pasado que les tratan de encubrir. Es importante destacar que ésta no es sólo una actividad y una actitud individual sino que es una labor que se han propuesto y que realizan a diario desde periódicos hasta instituciones.

Considerando, entonces, estos antecedentes no cabe duda que la poesía chilena de hoy es una "poesía nueva" que surge y responde a una realidad desconocida para el Chile de tradición democrática. Si la ciega represión de ayer no se muestra ahora tan abiertamente, en estos momentos se impone la brutal represión económica que se evidencia tanto en las altas tasas de extrema pobreza y cesantía como en la política cultural. El gobierno quiere hacer cada día más dependiente al país de la empresa privada: Chile, país laboratorio de la economía de libre mercado, quiere ser transformado, consecuentemente, en Chile, país de la cultura de libre mercado, a la que sólo unos pocos tendrían acceso. Pero a pesar de las restricciones, a pesar de la censura que hasta hoy existe pero que se aplica más hipócritamente, a pesar de los altos precios de los libros, a pesar de los elevadísimos impuestos que gravan los espectáculos que no son del agrado de las autoridades militares, surge un movimiento cultural alternativo a la publicitaria sociedad de consumo, sus propagandistas y las consecuencias que ella acarrea: esta es la solución a la irónica -y lógica- interrogante de Sergio Palacios: "¿Habrá algún poeta que desee basar su obra en el pensamiento económico de los teóricos de Chicago?"(17). Para los jóvenes, la respuesta es definitiva: "El mejor aporte que podemos estar haciendo -dice Renato Cárdenas (1949), fundador y miembro del Grupo literario "Aumen" de Castro, Chiloé- es crear conciencia de la necesidad de efectuar un trabajo serio, responsable y colectivo...crear fervor creativo en la juventud, crear estímulos en la gente para que adopte bienes espirituales a su experiencia que cada día tiende a ser más de consumo material"(18). Y no se quedan en simples declaraciones respecto a la posición que asumen frente a la sociedad de consumo y a la llamada "economía de libre mercado" que implica otorgar a una minoría la libertad para enriquecerse. Su rechazo lo expresan también en su obra literaria y en sus actividades que tienden a romper el individualismo, obligada secuela del liberalismo a ultranza que los medios oficiales no se cansan de fomentar y promover.

Para entrar a valorar el aporte de la "nueva poesía" y de aquéllos que escriben esta "poesía joven" es necesario no olvidar, entonces, el contexto del que surge. Desde hace algún tiempo, en Chile se ha abierto un debate que ha llegado a plantearse como una evaluación de estos poetas y su obra; muchas veces, los juicios han sido extremadamente rigurosos negando, incluso, todo mérito a la poesía que comienzan a hacer los nacidos hacia los años cincuenta (19). No por casualidad, el extremismo y estrechez de estos juicios procede de personeros igualmente extremistas en lo político, ardientes gobiernistas que se niegan a reconocer las limitaciones y dificultades con que se ven enfrentados los jóvenes artistas chilenos. A veces, esta discusión no se ha quedado sólo en lo literario y en la apreciación de obras y autores se han usado criterios ajenos a la literatura: llama la atención que la gran inquietud de algunos de estos "críticos" sea que los jóvenes realicen su trabajo comunitariamente, "organizados en grupos, talleres, federaciones, sociedades. Y en peligrosa reproducción"(20). Contrasta con estas actitudes, la posición de Jaime Quezada -uno de los pocos poetas de la generación precedente que vive hoy en Chile-, siempre en contacto con los nuevos, mostrándoles y ayudándoles en su labor, siempre dispuesto a la discusión abierta, honesta y enriquecedora para todos: "...Al menos que la poesía nos dé, en nuestro Chile, la posibilidad de disentir, de criticarnos y objetarnos mutuamente"(21), dice, reconociendo las dificultades para el contacto y el intercambio de opiniones en un país donde, entre otras, no existe la libertad de expresión.


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