La erupción fue el 2 de mayo del 2008, pero el volcán Chaitén comenzó su actividad con días de anticipación, cuando los habitantes de la comuna comenzaron a sentir los sismos que aumentaron de intensidad y frecuencia. Luego de la erupción y de la evacuación del pueblo, el desastre se incrementó con el desborde del Río Blanco, que literalmente cruzó Chaitén dividiéndolo en dos. Ya no sólo había cenizas: el agua se había llevado muchas casas al mar. Los mismos habitantes habían advertido a las autoridades que el río podría salir de su curso y que algo había que hacer para prevenirlo.
Chaitén fue decretado inhabitable y el plan del gobierno era reconstruirlo, pero en Santa Bárbara, a 10 kilómetros al norte de la comuna afectada, una resolución que se tomó sin la comunidad. Los chaiteninos se opusieron, comenzaron lentamente a retornar a su tierra y llegaron a una conclusión: el responsable del desastre no sólo fue la naturaleza, sino también el Estado y sus decisiones.
La investigadora del CIVDES Ana María Ugarte explica que las autoridades no consideraron “las significaciones que tienen los sujetos del territorio”.
“Hay un momento donde la actuación obedece a la declaración de estado de emergencia. Sin embargo, ese es un periodo muy corto que debe permitir estructurar el orden, pero no debe implicar que las comunidades se sientan pasadas a llevar en su poder de decisión respecto de cómo quieren vivir esta situación”, señala. Lo que finalmente pasó en Chaitén fue que la gente comenzó a volver por cuenta propia, sin permiso del Estado, lo que evidenció lo que en el CIVDES llaman “la disputa por el territorio y la soberanía”.
Los desastres son socionaturales
Según plantean los integrantes del CIVDES, lo complejo de un desastre no es solo el acontecimiento natural ni cómo se potencian las vulnerabilidades de los habitantes por factores previos (pobreza, mala infraestructura, ausencia de redes de apoyo y organización social). “En una comunidad la gente resulta más vulnerable no en el cuándo, sino en el cómo”, explica Sonia Pérez, Investigadora responsable suplente del Centro de Investigación y académica de la Facultad de Ciencias Sociales. Esto, porque la magnitud tiene que ver más bien con los procesos sociales que interactúan con la amenaza.
Lo que hace social un desastre, dice Pérez, es que los efectos de la amenaza y de la gestión del riesgo posterior generan nuevos procesos de disminución de capacidades y de incertidumbres en las comunidades. “El desastre es social en dos tiempos: hay variables que hacen que algunas comunidades estén más dañadas que otras y porque al ser mal gestionadas en su política de respuesta, reconstrucción y mitigación de nuevos riesgos, se generan nuevas vulnerabilidades”, explica.
Según Pérez, los procesos posteriores al desastre evidencian el modelo de desarrollo existente. “Cuando la catástrofe afecta y se generan daños que son producto de la interacción de todos estos problemas previos, no es una sumatoria de errores, sino que es una relación que evidencia un desarrollo local no sustentable, que no tenía una política integrada intersectorial que pudiera enfrentar un tema así”.
Luego de la fase de emergencia y de respuesta, viene la fase de reconstrucción y luego la de transformación social. Esta última es comprendida, explican desde el CIVDES, sólo a nivel de infraestructura, donde “lo que se reconstruye es la ciudad y lo que tenemos que reconstruir sobre todo son proyectos de vida de comunidades enteras, estilos de vida, formas de trabajar, formas de ser y hacer”.
Es en este punto donde la psicología tiene algo que decir. Luego de la experiencia traumática del desastre resulta fundamental la claridad de la comunicación, tanto a nivel comunitario como desde las autoridades, explica Rodrigo Morales del Equipo de Trabajo y Asesoría Sistémica (Eqtasis) de la Facultad de Ciencias Sociales. “El sentimiento inmediato post evento traumático es la sensación de no saber, por ello resulta elemental que las personas retornen a niveles básicos de saber y de poder, en este caso de poder tener comunicaciones claras”.
Esa información para brindar certidumbres ayuda a “elaborar el trauma”, es decir, “poder darle algún significado a la experiencia para volverla un episodio de la vida”.
Articulación de conocimientos
El CIVDES ha realizado investigaciones de las experiencias de Chaitén, tras la erupción volcánica del 2008 y Constitución tras el terremoto y tsunami del 2010, información que han podido llevar a instituciones del Estado. Pero, como plantean, los conocimientos sobre los desastres debieran ser generados por “un país entero: la universidad, la ciencia y también las propias comunidades y ahí hay una desarticulación espantosa”.
“No tenemos una institucionalidad preparada para recibir ese conocimiento. La ONEMI ve la etapa de la emergencia y ahí uno puede apoyar en lo que a eso corresponde, pero lo que nosotros vemos en las investigaciones es cómo se van encadenando los procesos a nivel multiescalar y a nivel temporal”, explica Sonia Pérez, lo que compromete otras etapas que no son abordadas por una instancia destinada a esos efectos: estamos ante un vacío institucional.
Desde el CIVDES plantean además que el enfoque multidimensional de los desastres socionaturales “tiene que circular de manera integrada, a nivel local, a través de oficinas de trabajo integrado con respecto a vivienda, trabajo, salud en caso de desastres”, dice Pérez.
Capacitación voluntarios Fech
La Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile capacitará a los voluntarios que viajarán al norte a colaborar. La coordinadora de proyectos de la FECh, María Paz Lillo, explicó que es necesario hacer esta instrucción “porque los voluntarios no sólo se van a encontrar con el barro, sino que también van a interactuar con las personas que están allá, por lo que tienen que tener algunas nociones de los procesos que se están viviendo ahí”.
La capacitación se realizará el sábado 18 de abril en la FECh (José Carrasco Tapia 9, Santiago) y será dictada por los integrantes del CIVDES, el equipo Eqtasis y por la Cruz Roja a través del coordinador nacional de primeros auxilios, Gonzalo Martínez, quien dictará además un curso certificado en esta materia de seis horas el día domingo.