El miércoles 24 de junio medio centenar de estudiantes, académicos y funcionarios se reunieron en el patio de los naranjos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, para participar de una ceremonia con motivo del We Tripantu, la celebración del año nuevo de los pueblos originarios. Aunque instancias como esta poco a poco se han ido masificando a nivel nacional, no es mucho lo que se sabe respecto a su importancia o significado.
Tal como explica el coordinador de la Cátedra Indígena de la Facultad, Claudio Millacura, esta ceremonia tiene un alto valor simbólico para los pueblos originarios. “La celebración tiene que ver con la renovación de la vida, cuando vuelve el sol y el calor, y la vida que estaba durmiendo en el otoño comienza lentamente a emerger”, apunta.
El académico asegura que “es desde la recuperación de la democracia, que este día -que la gente conocía como San Juan precisamente para invisibilizar el conocimiento tradicional de los pueblos- comienza a recuperar poco a poco su relevancia y reconocimiento”.
De esta manera, aymaras, mapuche y otros pueblos marcan un cambio de ciclo que afecta tanto a la naturaleza como a los seres humanos. Así lo enfatiza Magdalena Chicahual, quien pertenece al Consejo de Mujeres de los Pueblos Indígenas. Ella destaca que “en general todos los pueblos indígenas de América del Sur celebran la vuelta del sol. Desde nuestra cosmovisión estamos en un proceso de cambio que es celebrado por nuestros ancestros desde hace cientos de años”.
Además, Chicahual relata que en las comunidades mapuche la ceremonia comienza desde la noche del 23 al 24 de junio “cuando todos se reúnen y se sumergen en el agua a las 3 o 4 de la mañana, para expresar la renovación conjunta con la naturaleza, con el mapu”.
Reconocimiento indígena
Para la académica de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2013, Dra. Sonia Montecino, el punto clave en una política efectiva hacia los pueblos indígenas descansa en la generación de espacios donde sean las mismas comunidades las que expresen sus propuestas y preocupaciones.
“Más que políticas públicas que vengan diseñadas por tecnócratas desde el Estado, hay que comprender que los pueblos indígenas tienen sus propias demandas, lo que falta es escuchar y fomentar la participación”, asegura.
Además, Montecino enfatiza en que “lo que hoy se entiende como multicultural en realidad es un eufemismo, porque se dice que es bueno que los indígenas aprendan su lengua, pero ¿Qué ocurre con el resto de los niños y niñas? Seguimos pensando en que tenemos que aprender inglés o ahora chino”, ignorando la importancia del conocimiento mutuo entre culturas. “Cuando hablamos de diálogo se trata de un proceso en el que todos aprendemos de todos. Tenemos que vernos como una sociedad diversa, en donde el respeto y la no discriminación tienen que ser valores centrales”, remata.
El consejero nacional indígena Zenón Alarcón, quien representa al pueblo Aymara ante la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi), coincide con la visión de la profesora Montecino. “Construir espacios donde los jóvenes que se están formando empiecen a tomar conciencia del valor milenario de los pueblos indígenas es muy importante. Ojalá en nuestro país se enseñe desde el parvulario temáticas como el arte, el idioma, la ciencia o la cosmovisión indígena, para que podamos tener un país distinto”, declara Alarcón.
Además, para el consejero, los pueblos indígenas están entrando en una nueva etapa que involucra relacionarse de forma activa con quienes sienten más sensibilidad con respecto a su situación. “Viene un momento en el que tenemos que asumir que los cambios que son necesarios no los podemos realizar solos. Tenemos que construir una alianza estratégica para apoyarnos mutuamente, que si bien se está generando de manera incipiente, se tiene que fortalecer”, afirma.
Si bien comparte este punto de vista, Magdalena Chicahual asegura que falta todavía mucho camino por recorrer, ya que recién con el retorno a la democracia los pueblos indígenas habrían comenzado a ser reconocidos como tales y no como campesinos.
“Siempre que los pueblos se han acercado al Estado son cooptados o han tenido que enfrentarse a los intereses de los partidos políticos, que constantemente frenan los avances. Ahora se están iniciando procesos más autónomos que, en algunos años más, pueden dar frutos, pero hay que recordar que en Chile no tenemos ni siquiera reconocimiento constitucional”, concluye.