Tras revisar los antecedentes de 24 candidatas del más alto nivel, la Academia Chilena de Ciencias decidió distinguir a la Dra. Paula Andrea Lima, como la mejor científica joven 2017, decisión que fue anunciada esta semana.
Químico Farmacéutico y doctora en Química Biológica de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil, la investigadora Paula Andrea Lima realizó su post-doctorado en la Universidad de Chile, junto a la doctora Cecilia Hidaldo, quien en 2006 fue la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Ciencias en nuestro país.
La Dra. Lima se ha especializado principalmente en el estudio de los mecanismos moleculares de la enfermedad de Alzheimer, donde ha hecho importantes contribuciones a través de numerosas publicaciones que han tenido alcance a nivel internacional.
Actualmente la especialista planea verificar los beneficios de un antioxidante en personas con deterioro cognitivo leve tipo amnésico y se encuentra en la disyuntiva para decidir a qué fondo concursable postulará su nuevo proyecto, el que podría cambiar a futuro las terapias para quienes se encuentren en fases tempranas de la enfermedad de Alzheimer. Esto luego de que probara que el uso oral de N-acetilcisteína, NAC, contribuía a mejorar las capacidades cognitivas espaciales de los animales que presentaban el daño característico de esta patología neurodegenerativa.
“Al someterlos a un test denominado “Oasis Maze”, según el cual deben encontrar –y aprender- el camino hacia un pocillo con alimento, las ratas a las cuales se intervino exhibieron defectos en su memoria espacial, no observadas en el grupo control. Y, al administrarles NAC, recuperaron de forma notoria esas capacidades perdidas”, explicó la académica, cuyos coinvestigadores en BNI son los doctores Cecilia Hidalgo, Pedro Maldonado y José Luis Valdés, además de la doctora María Isabel Behrens, neuróloga del Hospital Clínico Universidad de Chile, y del doctor Enzo Brunetti, del Instituto de Neurocirugía Dr. Alfonso Asenjo.
Además de los estudios celulares e in vivo, esta investigación incluyó el estudio de pacientes con deterioro cognitivo leve tipo amnésico, que se atienden en nuestro Hospital Clínico de la U. de Chile, a quienes se evaluó su memoria espacial al mismo tiempo que se observaron sus patrones eléctricos cerebrales y sus movimientos oculares, en contraste con un grupo control de edad similar. Los resultados arrojaron grandes diferencias entre ambos grupos: durante el test, las personas sanas presentaron una intensa actividad en la corteza occipital –visual-, la cual se expandía hacia la corteza frontal a medida que el examen avanzaba. En cambio, en los individuos con deterioro cognitivo se constató una menor actividad en la corteza visual, la cual no se propagaba hacia la frontal, lo cual se manifestaba en una menor resolución del desafío y con aprendizaje más lento.
“Estamos tratando de comprender molecular y mecanísticamente por qué se producen estas diferencias, qué es lo que pasa en términos de conectividad neuronal, cuál es la razón de esta interrupción en las señales, pero también queremos saber si el uso del NAC es tan beneficioso en humanos como lo ha sido en nuestro modelo animal”, concluyó la galardonada académica.