Estudió en el Liceo de niñas de Cauquenes, en la VII Región. Hija de un médico que murió precozmente y de una madre dirigente del Partido Radical de la zona, asomaba la década de los sesenta cuando la hoy la Profesora Titular de la U. de Chile decidió venirse a estudiar Medicina a Santiago.
“La discriminación fundamental, la única que sentí brutal fue que había una cuota de 20 mujeres para entrar a estudiar Medicina en la Universidad de Chile”, recuerda la profesora Albala, mirando atrás y pensando qué costos tuvo que asumir sólo por el hecho de ser mujer.
“Eso realmente me afectó. De hecho, no entré a la primera porque, claro, había 20 mujeres mejores que yo. De ahí para adelante debo confesar que en la Escuela de Medicina no me sentí discriminada, ni en la clínica tampoco. Probablemente también pasa que cuando viviste en un mundo muy discriminador, no eres ni siquiera capaz de darte cuenta que era discriminador porque era así no más. Yo simplemente aprendí a batírmelas sola, como pudiera, y me las arreglé”, dice la especialista en Salud Publica, que el 11 de marzo próximo recibirá la Condecoración al mérito Amanda Labarca 2018, que la Casa de Bello entrega anualmente a mujeres universitarias que se hayan destacado de forma excepcional en su profesión, y cuyo jurado estuvo compuesto por el Rector Ennio Vivaldi, la vicerrectora de Asuntos Académicos, Rosa Devés, la representante de la Asociación de Mujeres Universitarias, Emma Salas, y la ganadora de la versión anterior, Eugenia Spodine. El premio, se sumará a varios otros reconocimientos recibidos por Albala, entre ellos, su nombramiento como Miembro de Número de la Academia de Medicina del Instituto de Chile (2014), Mujer Generación Siglo XXI” de la U. de Chile (2004) y Premio Academia Chilena de Medicina (2010).
-¿Cómo tomó la noticia de esta Condecoración Amanda Labarca?
Estoy muy feliz de este reconocimiento, me llena de orgullo, siento que tener este premio que recuerda a Amanda Labarca, una mujer extraordinaria, feminista, además, es un honor. Ahora, no sé si lo merezco, pero estoy feliz.
-Sus colegas al menos deben creer que se lo merecía porque fueron ellos quienes la postularon.
Me postularon mis colegas del INTA y yo supe de esta postulación cuando me pidieron el curriculum para hacerlo. La primera persona que se acercó fue el Dr. Fernando Vio, después esto pasó a la dirección del INTA, y el director, Francisco Pérez, también fue súper ejecutivo solicitando cartas de recomendación. La respuesta de todas estas sociedades científicas fue muy rápida y muy buena. Eso también me llenó de orgullo.
-¿Por qué cree que sus pares la valoran tanto?
Las cosas que hago en general son relacionadas con la salud pública y con problemas que han sido fundamentales en el país. Partí con investigación en dos líneas paralelas: el tema de la obesidad, cuando recién estaba partiendo, por un lado, y demencias y envejecimiento, por otro. Esta segunda línea de investigación la mantenía porque era un desafío desde el punto de vista de mis conocimientos epidemiológicos. Después, no me preguntes cómo, con la transición nutricional epidemiológica, la transición demográfica y el envejecimiento de la población, de alguna forma se fusionaron estas líneas y empecé a trabajar en envejecimiento, y dentro de envejecimiento, en el tema de qué significa la obesidad en los adultos mayores. Lo que yo hago es lo que se llama investigación traslacional, que es traducir la investigación a cosas que sirvan directamente a la población, por eso me conoce mucha gente.
-Y desde cuándo surge esta vocación por la salud pública.
En primero de Medicina, nos hicieron una encuesta preguntando a qué nos queríamos dedicar. Yo puse medicina preventiva y me fueron a preguntar por qué. Yo dije ´’quiero hacer cosas para que la gente no se enferme’, eso fue el año ’62. Siempre tuve esta vocación. Después hice una beca mixta con Salud Pública y Medicina Interna.
-Egresó en 1969 y se integró a la Facultad de Medicina justamente en la organización de salud de la zona.
Me gané un puesto después en la Facultad de Medicina, y el año ’73 estuve a cargo del Programa de Adultos del área norte, pero siempre desde la Universidad. Cuando vino el Golpe me destituyeron, estuve fuera del sistema desde septiembre del ’73 hasta el ’79, que me invitaron a venirme al INTA. El Dr. Fernando Monckeberg me abrió las puertas, y yo dije ‘pero yo no puedo pisar la Universidad de Chile’, me dijeron ‘bueno, para qué le vas a poner un letrero a la puerta’.
-¿Cuáles fueron las razones que le dieron para destituirla?
Yo era socialista. Cuando llegó el gobierno de Salvador Allende, estudiando la situación de la salud pública en el área norte, me di cuenta que solo había cerca de 20 horas de atención de adultos en los consultorios. Ahí organicé que los médicos del Hospital de La Chile salieran con los alumnos y a los internos a atender, y fui con esta idea a donde el decano de turno, que era el Dr. Jorge Litvak, él me encontró razón y acogió esto. Ahí empezó todo porque eso no les cayó bien y empezaron a decir que yo era revolucionaria, que había organizado a la población, cosas de ese estilo.
-¿Y cómo fue incorporarse al INTA?
Cuando me ofrecieron trabajar en el INTA dije ‘¿Qué voy a hacer yo en el INTA? Si esto es infantil, yo hice medicina adultos y salud pública también en adultos´. Pero era para evaluar unos comedores infantiles y eso era salud pública, epidemiología, así que dije, por ahí me tiro. Partí con la obesidad, con la evaluación de los comedores infantiles, y ahí nos dimos cuenta que las mujeres que atendían los comedores infantiles, que eran del POJH (Programa de Ocupación para Jefes de Hogar) de La Florida, pobres en esa época, eran obesas. Ahí hicimos un programa de intervención para que bajaran de peso. Primero no querían participar porque creían que iban a decir que se comían la comida de los niños, cuando el problema era que lo que comían todo el día era té con azúcar y pan al que le echaban cebolla frita, cosas así. Eso fue un éxito, lo publicamos y ahí partió todo. Aunque oficialmente volví aquí el año ’89. Antes tuve prohibido trabajar en el sistema público, así que trabajaba con boletas, y tenía mi consulta.
-Tras todos estos años, ¿cómo es su vínculo con la Universidad?
Yo amo la Universidad de Chile, para mí no hay otra. A pesar de lo que me pasó, porque esta Universidad me ha permitido desarrollarme, me ha permitido todo esto que me está pasando. Es muy importante el lugar donde trabajas, y probablemente el hecho de estar aquí en el INTA fue el principal factor gatillante ¿Por qué? Porque aquí es como un oasis en que a las personas se las cataloga por lo que hacen, como yo le digo a la gente que trabaja conmigo, no me interesan las horas sillas, y aquí siempre ha sido así.
-Además de investigación y formación, fue parte de la creación del magister en Envejecimiento y Calidad de Vida y el Diplomado en Geriatría y Epidemiología Geriátrica, Senadora universitaria, miembro de la Comisión Bravo de pensiones, representante presidencial ante el Consejo Universitario, ¿qué sigue ahora?
Mis planes son siempre seguir para adelante. En este momento lo que quiero es hacer otra ronda de mis evaluaciones, incluir gente más joven en las cohortes, porque tengo que incorporar gente que haya nacido en los ’50, ya que mi hipótesis es que este grupo va a ser completamente distinto a los que nacieron antes de esa década, y lo más probable es que eso les afecte la sobrevida y la expectativa de saludable.
-O sea, de jubilar nada…
Tendré que jubilar, digo yo, pero mientras sienta que pueda aportar y tenga energía, lo voy a hacer.