Fundado en 1941, el Teatro Nacional Chileno ha sido motor de la evolución de las artes escénicas nacionales. De hecho, su actual director artístico, Ramón Griffero, estrenó allí dos de sus obras emblemáticas: “Río abajo” (1995) y “Brunch: almuerzo de mediodía” (1999). A la cabeza de la primera sala universitaria del país desde mayo de 2017 –tras participar en un concurso público- Griffero ha velado por resguardar una de las misiones de la Casa de Bello: la creación escénica y la vinculación con el medio.
“Cuando asumí, el teatro estaba pasando por una de sus crisis más profundas. Es gratificante comprobar que hemos articulado una gestión que reposicionó el teatro de nuestra universidad, situándolo en un lugar preponderante de la actividad cultural. La sala cuenta con funcionarios impregnados con la tradición en su oficio y con nuevos integrantes que han venido a aportar con su profesionalismo en los logros obtenidos”, reconoció Griffero, agregando que "gracias a un plan de revitalización impulsado por Rectoría, se renovó la infraestructura técnica de la sala, se pudo materializar una estrategia integral de comunicaciones y, sobre todo, se realizaron –por primera vez en más de una década- dos producciones propias”.
Hoy, tras un año y medio de gestión, el plan evidencia los primeros frutos. En su período, las cifras de asistencia se triplicaron: 51 mil espectadores entre mayo y noviembre de 2017, versus 18 mil durante el mismo periodo de la administración anterior. “Hemos abierto las puertas del TNCH a destacados creadores que no habían pisado el escenario de Morandé 25. Y, además de las obras de teatro, se programaron talleres, conversatorios, conciertos y funciones de danza”, explicó Griffero.
Uno de sus principales sellos es la creación del programa “Un teatro para todos”, iniciativa que convoca, de manera gratuita, a agrupaciones con dificultades de acceso a las expresiones culturales. Hasta la fecha, 20 mil personas han sido beneficiadas, entre las que destacan vecinos de las comunas de Peñalolén, Recoleta, Macul, Conchalí, Maipú, Santiago y Cerro Navia; agrupaciones de migrantes y estudiantes de escasos recursos.
Otro indicador relevante es la figuración en medios de comunicación y redes sociales. Además de una activa presencia en prensa, el TNCH ha aumentado considerablemente el número de seguidores en plataformas virtuales. Entre mayo de 2017 y noviembre de 2018, se sumaron 10 mil seguidores a facebook y 12 mil a instagram. Esta última aplicación registra un alcance promedio de 8 mil interacciones y 39 mil impresiones a la semana.
“Creo, firmemente, que no existe la libertad de expresión sin difusión. En ese sentido, y para que nuestra programación sea visible, hemos desarrollado diversas estrategias de conexión con el entorno. En un contexto neoliberal donde emerge la cultura de mercado, el accionar artístico del TNCH se vuelve indispensable para impulsar la continuidad de un arte centrado en la autonomía de su creación”, subrayó Griffero.
A la programación de obras invitadas, el 2018 se sumaron dos producciones propias: “El presidente”, dirigida por Omar Morán y “El tribunal del honor”, a cargo de Juan Pablo Peragallo. Ésta última se presentó con éxito en el Teatro Bio Bio de Concepción -en una función a la que asistieron 800 personas- en el marco de un encuentro entre los rectores de La Universidad de Concepción y la Universidad de Chile.
“Esperamos contar, el próximo año, con el apoyo y los recursos necesarios en pos de lograr la continuidad y consolidación de esta revitalización. De esta manera, seguiremos derribando las fronteras de acceso convirtiendo al TNCH en un centro de las artes escénicas y en un verdadero teatro para todos”, finalizó Griffero.